21 de septiembre de 2013     Número 72

Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER

Suplemento Informativo de La Jornada

Procesos paralelos: comunicación
y educación comunitaria en Oaxaca


FOTO: Radio Teocelo

Julieta Briseño Roa

A la par del impulso para generar y fortalecer medios de comunicación que respondan a realidades concretas y comunitarias, en el estado de Oaxaca se han impulsado desde abajo propuestas educativas dirigidas a los pueblos originarios como una opción de educación crítica y pertinente a los contextos comunitarios. Entre ellas están: en educación inicial, los Nidos de Lengua; el “plan-piloto” encabezado por maestros de la Coalición de Maestros y Promotores Indígenas de Oaxaca (CMPIO); las Secundarias Comunitarias Indígenas; los Bachilleratos Integrales Comunitarios; la Licenciatura en Educación Media Superior Comunitaria (LEMSC), en Santa María Alotepec Mixe, y la Universidad Comunal Intercultural del Cempoaltépetl (Unicem), en Santa María Tlahuitoltepec Mixe.

Esta educación comunitaria o comunal es una forma de resistencia ante la imposición de planes y programas de estudio homogéneos y de modelos educativos descontextualizados que no reconocen las múltiples diversidades existentes en el territorio, y propone desde lo comunitario aportar para la transformación hacia un Estado intercultural.

Al igual que en los medios de comunicación comunitarios, algunas de estas propuesta son reconocidas por el sistema, pero en realidad son acosadas y bloqueadas para que su implementación no incida en más comunidades, lo que en algunos casos ha resultado en la transformación del modelo y de los contenidos para ser avalados (y cooptados) completamente por el Estado.

Sin embargo, esto no se detiene, cada vez hay más colectivos de maestros que están creando sus propios contenidos, materiales, y formas de trabajo, con el fin de romper las barreras físicas y simbólicas que separan a la escuela de la comunidad. Esta autonomía en la práctica educativa muestra la fuerza que se puede tener en la educación para fortalecer aquello que el gobierno se ha empecinado en desquebrajar: el conocimiento y la vida comunitaria.


Descolonizar, tarea de
la comunicación indígena

Melquiades Rosas Blanco Nashinandá (mazateco)


Entrevistado FOTO: Martha Delia González

El sistema colonial permea nuestra vida política, económica y cultural; la instauración del Estado monista en el México independiente, y luego el reformista juarista y revolucionario nunca reconoció la diversidad cultural y eso se debió a la idea de nación que adoptamos de la revolución francesa, que expresaba que la Nación no se compone por la diversidad de pueblos que existen en un territorio, sino por el reconocimiento de derechos y obligaciones entre los individuos. El actual Estado mexicano se basa en este acuerdo político entre individuos, negando desde su origen la diversidad de pueblos.

La agenda del movimiento de comunicación indígena en México, desde una perspectiva de descolonización, pasa, entre otras acciones, por la recuperación de la memoria histórica y la ubicación como sujetos colectivos que demandan rehacer el Estado mexicano. El Artículo 2 Constitucional expresa que la nación mexicana se reconoce como pluriétnica, pero esto no es suficiente. De ahí que reformas en materia de derechos de los pueblos indígenas sigan siendo una demanda incumplida y que mucho nos falta para ser una nación pluriétnica.

Mientras esto se le demanda a la Nación, el actual Estado mexicano está al servicio del gran capital extranjero. El mismo gobierno federal, por medio de su comisionado para el diálogo con los pueblos indígenas, Jaime Martínez Veloz, ha expresado en distintos foros que más de la mitad del territorio nacional ha sido concesionado a empresas extranjeras extractoras de minerales y que gran parte de ellas se ubican en los territorios indígenas.

El contexto de las viejas y nuevas prácticas de colonización exige que la comunicación indígena genere procesos nuevos de organización, partiendo del hecho de que las mujeres y los hombres de estas tierras no pueden reproducir relaciones de colonización para la toma de decisiones, que la tecnología es una herramienta para fortalecer el movimiento de resistencia y que los contenidos que se generen deben partir de la experiencia de la lucha.

La comunicación indígena deberá plantearse un código de ética que tenga principios como el respeto a las personas, el cumplir con la palabra dada, el trabajo encomendado y la ayuda mutua. Los procesos de comunicación indígena nos deben servir como una experiencia que apoye la creación de espacios propios, de formación teórica y práctica que nos permitan tener nuevos cuadros.

El proceso de descolonización es una acción continental, es un quehacer de ida y vuelta. Fortalecer la descolonización continental, fortalecer las redes virtuales que ya existen son retos del proyecto comunicacional.

Comunicación y resistencia. Experiencia de las comunidades indígenas transnacionales

Bertha Rodríguez Santos
Periodista oaxaqueña radicada en Los Ángeles, coordinadora de medios del FIOB y editora de la revista El Tequio

Para los nosotros los migrantes indígenas, los nuevos medios de comunicación cobran relevancia por el uso que les damos: preservar nuestro idioma, nuestra cultura y cosmovisión.

Los valores de cooperación y las prácticas de solidaridad, nuestra riqueza cultural y la tradición de luchar por nuestros derechos pueden darse a conocer en tiempo real, en todo el mundo.

En el Frente Indígena de Organizaciones Binacionales (FIOB) utilizamos los medios de comunicación alternativa y ahora las redes sociales, principalmente para exponer nuestras luchas de resistencia.


FOTO: Agustín Méndez Landeta

También podemos registrar y compartir con el mundo, de manera instantánea, las fiestas de los santos patronos, la música de banda y las danzas tradicionales.

Por otra parte, como indígenas, al igual que el resto de migrantes, navegamos contra la corriente de un sistema que nos criminaliza, humilla y acorrala. Nos movemos en medio de una sociedad racista que se rige con una doble moral.

Hemos sido testigos de cómo nuestros paisanos pierden la vida en la frontera y hemos conocido las súplicas del “no quiero morir, no quiero morir. Quiero regresar con mis hijos... necesito regresar”, como dijo el oaxaqueño Alfonso Domínguez, antes de fallecer intentando cruzar el desierto después de ser deportado.

Alfonso no hubiera muerto si los agentes migratorios al momento de arrestarlo no lo hubieran obligado a firmar un documento donde renunciaba a su derecho a una audiencia con un juez de inmigración; tampoco hubiera fallecido si los agentes de la migra que encontraron a Isaac, su compañero de viaje, lo hubieran rescatado en lugar de solamente arrestar al sobreviviente. Isaac fue ubicado por la señal del celular de Alfonso.

Los medios no pueden ocultar la tragedia de los migrantes. Miles de violaciones a los derechos humanos ocurren diariamente, desde detenciones y deportaciones injustificadas, separación de familias, violaciones laborales y la discriminación racial como la que recientemente dio pie a la campaña “no me llames oaxaquita”, iniciada por jóvenes mixtecos en Oxnard, California.

El 22 de julio pudimos ver “en vivo y en directo” la saga de los DREAM9, los nueve estudiantes mexicanos sin documentos que cruzaron de México a Estados Unidos, fueron arrestados y después liberados. Su acción fue considerada como un acto político para detener las deportaciones masivas.

Tanto en México como en Estados Unidos, la mayoría de medios muestran un desconocimiento de la cultura indígena. Se refieren a las lenguas indígenas como dialectos en lugar de idiomas, llaman ruinas a nuestros centros ceremoniales y etiquetan como folklor, nuestras tradiciones.

Desde 1991, cuando el FIOB fue fundado en Los Ángeles por migrantes mixtecos y zapotecos radicados en California, la organización contaba con su propio órgano de comunicación que se llamaba La Puya Mixteca. Por medio de sus páginas, se daban a conocer las diferentes luchas que nuestros hermanos libraban en los lugares de origen, en el norte de México y en California.

En el 2006, en plena efervescencia del movimiento de la Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca (APPO), nació nuestra revista El Tequio (www.eltequio.com), que se sostiene a base de trabajo de tequio, es decir, sin retribución económica.

También mantenemos la página web www.fiob.org y una página del Frente Indígena en Facebook. Con el apoyo del FIOB, del 2003 al 2005, la cineasta chatina Yolanda Cruz realizó los documentales Mujeres que se organizan avanzan y Sueños binacionales, que muestran los esfuerzos organizativos del FIOB.

El año pasado publicamos un libro de recetas de cocina indígena, y relativo al mismo proceso, se produjo el documental Alma de maíz, que ha participado en varios festivales internacionales de cine.

En nuestros espacios de comunicación hemos publicado reportajes y dado a conocer decenas de comunicados sobre las demandas de los trabajadores, como la reciente huelga y boicoteo de migrantes indígenas en Washington contra la compañía de frutas Sakuma Brothers.

La tecnología nos permite interactuar con el mundo y escribir relatos desde nuestros celulares. Sin embargo, sin la sabiduría de nuestras comunidades, estos medios sólo serían espejos del individualismo, del mercadeo, del entretenimiento, y podrían convertirse en sustitutos de la verdadera comunicación.

En pleno apogeo de la comunicación masiva, hoy más que nunca, resulta necesaria una comunicación indígena autónoma y libre que haga posible que las culturas indígenas sigamos vivas y en lucha por un mundo donde se nos reconozcan nuestros derechos.

Nashinandá: radio migrante


FOTO: Agustín Méndez Landeta

Agustín Méndez Landeta

A finales de 2010 inició el primer programa radiofónico realizado por migrantes mazatecos radicados en la zona metropolitana de la Ciudad de México: Pueblos Originarios en Resistencia desde Xico. La idea surgió después de la visita de nuestros paisanos de Radio Nhandiá para cubrir el 1er Festival de Culturas en Resistencia: Mazatecos de Mazatlán Villa de Flores, Oaxaca (Nashinandá).

El festival gustó en Nashinandá. Días después recibimos la invitación para participar en la programación. No dudamos en aceptar. Era la oportunidad de mantener comunicación con nuestro pueblo a pesar de las barreras geográficas y tecnológicas, la nula experiencia en radio, los aparatos inadecuados y la falta de voluntarios y de apoyo económico. Gracias a la creatividad, compartimos la experiencia como migrantes en la ciudad y fortalecimos nuestra identidad.

Incluir a los medios indígenas en la legislación y cerrar la brecha tecnológica permitirá que más pueblos vivan una experiencia similar.

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