21 de septiembre de 2013     Número 72

Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER

Suplemento Informativo de La Jornada

Jóvenes y radios comunitarias,
un espacio de aprendizaje


FOTO: Radio Teocelo

Alejandra Carrillo Olano

La participación de las y los jóvenes en la vida política del país ha sido más visible gracias al uso de las nuevas plataformas tecnológicas y redes sociales, en donde se registran imágenes, videos y textos, como alternativa a los medios masivos de información. Sin embargo, el activismo de la generación de entre 18 y 29 ha estado presente durante años en distintos medios, como las radios comunitarias.

Mucho se ha hablado de las radios comunitarias como herramientas para el fortalecimiento de la cultura o instrumento de lucha. Pero poco se habla del papel que en ellas juegan los jóvenes: son un espacio de encuentro, de aprendizaje y expresión que potencializa su liderazgo. Mucho menos se habla de que quienes le dan vida al medio son generalmente jóvenes que se van abriendo camino como líderes en terrenos donde tradicionalmente las decisiones son tomadas por las generaciones más adultas.

Recuerdo que las primeras veces que visité radios comunitarias en el estado de Chiapas me llamó la atención la cantidad de jóvenes involucrados en el medio. Ocupaban roles de locutores, estaban encargados del área técnica. La misma radio era operada y administrada por jóvenes que muchas veces no rebasaban los 20 años de edad. Aunado a esto, fue muy interesante ver cómo la comunidad avala, respeta y sobre todo protege el trabajo de los comunicadores.

Por su parte, los jóvenes, por medio de su constancia y trabajo colectivo, habían logrado un lugar protagónico en la vida de sus comunidades, a pesar de que actualmente muchos catalogan a la juventud como poco productiva.
Una de las tantas realidades que toca las raíces y la forma de vida de los pueblos originarios es la migración que ha generado que los jóvenes convivan con otras culturas y que motiva cambios en el comportamiento de éstos.

Desafortunadamente la mayoría suelen ser catalogados como los culpables de la pérdida de la lengua propia y de la vestimenta, así como de formas distintas de relacionarse. Incluso se les responsabiliza del abandono del campo y, ya entrados, hasta de los fenómenos de alcoholismo, drogadicción, violencia y prostitución.

Esta estigmatización hace que la relación transgeneracional se haga compleja, aunado al peso que los mayores tienen dentro de las estructuras comunitarias. Ahí las autoridades son los adultos y los jóvenes son muy pocas veces tomados en cuenta como sujetos que pueden aportar saberes y conocimientos para mejorar la convivencia de la sociedad y por tanto promover el bien común.

La radio deja de ser sólo un medio de comunicación y se convierte en un lugar de aprendizaje y expresión, donde las y los jóvenes se encuentran, conviven, comparten, aprenden, construyen algo juntos y se convierten en actores que toman decisiones y dialogan junto con otros dentro de su entorno, haciendo estrecha la relación entre la comunicación y la educación.

Los que participan en la radio comunitaria no sólo son comunicadores, sino promotores de su cultura y al mismo tiempo formadores de líderes juveniles que buscan un reconocimiento a partir de una relación equitativa y de respeto mutuo para dar pie a diálogos de construcción que definan su postura política, apunten al bien común y mejoren las relaciones de convivencia sin que el factor generacional sea un impedimento, al contrario, se sume la experiencia de los grandes con formas distintas de ver, sentir y vivir el mundo de las y los jóvenes.

Túumben Ch’i’ibal Túumbenkunsik Kt’aan
nuevas generaciones renovando nuestra palabra

Yazmín Y. Novelo Montejo

Los pueblos mayas de Yucatán siguen pisando con fuerza, y así lo indican las cifras del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), que en su conteo 2010 dan cuenta de 537 mil 618 hablantes de maya. Sin embargo la transmisión de la lengua sigue siendo de padres a hijos, pues la cadencia y los significados del idioma maya yucateco están casi ahogados en los medios de comunicación. Apenas se escucha en escasos minutos por una televisora local, y en la oferta radiofónica de CDI con XEPET en el sur del estado.

Afortunadamente, los jóvenes indígenas no fincan sus esperanzas en lo que otros puedan hacer por ellos, sino que hacen sonar las voces mayas, en blogs, podcasts, en redes sociales y en panfletos, utilizando tecnologías avanzadas o los equipos más rudimentarios.

“No vamos a esperar que el gobierno haga por nosotros lo que no siente. Es el pueblo el que tiene que decir qué quiere. No tenemos espacios, hasta nos quieren cobrar por transmitir nuestras producciones”.

Así se expresaron jóvenes mujeres mayas durante el foro organizado por Radio XEPET en el marco del Día Internacional de los Pueblos Indígenas. Al mismo tiempo, en Mérida la asociación Yoochel Kaaj comparte en los talleres Tzay K’iin formas alternativas de usar el sonido vía teléfonos celulares. En esa misma ciudad el colectivo Yóol Kaaj (Sentir del Pueblo) organiza el Primer Festival Maya Independiente; tienen reuniones y toman acuerdos, participan de asambleas comunitarias… por Facebook… Todos participan (postean) y al mismo tiempo, escuchan (leen) y levantan la mano cuando están de acuerdo (like); respetan la horizontalidad de la comunicación.

Las experiencias descritas ilustran cómo los mayas hoy están reapropiándose de su derecho de expresión: un derecho negado, o mejor dicho, no permitido. Si en el discurso y en el papel existen las disposiciones para que los pueblos indígenas tengan acceso a los medios de comunicación, en la práctica este derecho es imposible de concretar.

La importancia de retomar este derecho va más allá de poder informar en texto o video lo que vemos, el poder informarnos en nuestra lengua y desde nuestra óptica minimiza el impacto negativo de los medios dominantes que muestran a los pueblos indígenas con estereotipos turísticos-folklóricos, o como “etnias” bárbaras sin ciencia ni conocimiento. Los comunicadores indígenas somos el frente que prepara el terreno para resistir a la historia de los dominantes y enfrentar la violencia simbólica actual. Somos desmitificadores y difusores de los colores de nuestros pueblos. La palabra que trasmitimos es la flecha que va suavizando cicatrices del pasado violentado y nos recuerda a nosotros mismos quiénes somos, la gente del maíz, del trueno, de la nube. La voz que entonamos es la argumentación de la cual no depende nuestra existencia pero sí facilita la coexistencia.

Un churo que suena desde la mitad del mundo

El churo, la kipa, el pututu, o el caracol marino les sirve desde siglos a las comunidades andinas para convocar a la fiesta, a la minga, a la huelga. Les permite organizarse, unirse.

Pero no sólo eso, desde hace ocho años, el Churo da nombre a un colectivo de jóvenes convencidos de la necesidad y la importancia de impulsar la comunicación comunitaria en Ecuador, donde, según el Informe de Auditoría de Frecuencias de 2009, 19 familias controlan las frecuencias de radio y televisión.


FOTO: Fabricio Moreno

El Churo nació en las aulas universitarias con la idea de volver a la radio un escenario de participación, propuesta y debate de las organizaciones juveniles. Así apareció primero el programa No Lapsus, que se transmitió por cerca de cinco años en Radio Luna, la misma que alguna vez fue reconocida por “botar presidentes” y hoy fue desaparecida por conveniencias y acomodos políticos.

En este programa se habló del parche, del esténcil, de la esquina, pero también de la oposición a la minería a cielo abierto, al extractivismo, de la situación política. Sus micrófonos vieron aparecer bandas, grupos de música alternativa, rock, punk, ska; también pasaron teatreros, poetas, locas y locos con propuestas de un mundo mejor. A la par, iniciamos talleres de capacitación, primero con jóvenes, luego con colectivos, mujeres y organizaciones sociales e indígenas.

Pero la radio nos quedó corta. Necesitábamos que estas ideas tuvieran espacio para expresarse, creamos entonces la Casa de la Diversidad Juvenil “La Zurda”. Se dieron conciertos, obras de teatros, exposiciones, talleres de comunicación y de organización. También fue la casa para organizar marchas, pintar pancartas y reunir a las organizaciones.

Hasta que la casa cerró y también el programa de radio. En vez de encerrar nuestros sueños y cosas en cajas de cartón, decidimos comenzar otra vez desde cero.

La bronca, la falta de espacios para jóvenes, los inexistentes medios comunitarios y las ganas de liberar la palabra dieron luz a La Wambra Radio. Wambra en kichwa, idioma ancestral de Ecuador, significa Joven. Retomando las experiencias de comunicación popular del continente construimos una cabina con cajas de huevos y desde allí sale www.wambraradio.com.

Salimos en el internet, por el momento, denunciamos la concentración en la propiedad de los medios y nos metimos de cabeza en la construcción de la nueva ley de comunicación en Ecuador.

Quito fue nombrada la Capital de la Comunicación, por ser sede de varias organizaciones de comunicación en Latinoamérica. Esto nos valió para “codearnos” con los “duros” de la comunicación popular y comunitaria, como la Asociación Latinoamericana de Educación Radiofónica (ALER), además de que formamos parte de su Red Joven, presente en todo el continente.


FOTO: Archivo El Churo

También conocimos a Radialistas Apasionados y Apasionadas y la Agencia Latinoamericana de Información (Alai), entre otras organizaciones con las que trabajábamos para que en la ley se reconociera al sector comunitario.

Esta pelea no fue fácil, pues antes los medios comunitarios en Ecuador eran ignorados, subestimados. Se pensaba que eran medios marginales, limitados en su potencia y cobertura. Tenían restricciones a la hora de concesionar las frecuencias, eran observados hasta por los militares por el supuesto riesgo de tener contenidos “comunistas” o que “atentaran contra la seguridad del país”. Como mandaba la Ley de Radiodifusión y Televisión expedida durante la dictadura militar de 1973.

En este andar, impulsamos la primera movilización juvenil llamada Palabra a la Calle, por el derecho a la comunicación en el 2011. Este evento convocó a más de cuatro mil personas. Llegamos a la asamblea nacional con propuestas hechas por jóvenes hacia la ley de comunicación, como la redistribución de frecuencias y el 34 por ciento para medios comunitarios.

Hoy, a pesar de que la nueva ley reconoce el 34 por ciento para los medios comunitarios, seguimos levantando nuestra voz para que se hagan realidad, esos otros medios y para que en serio cambie su propiedad y la forma de concesión de frecuencias del Estado ecuatoriano.

Un momento significativo para nosotras y nosotros fue la marcha indígena y campesina del 22 de marzo del 2012, donde acompañamos a las organizaciones del país en un nuevo levantamiento por su histórico reclamo de tierra y agua.

En este tiempo hemos acompañado organizaciones por la comunicación, partícipes de luchas sociales, contra el Tratado de Libre Comercio, la Base Militar de Manta (ocupada por Estados Unidos hasta 2009) y la caída de presidentes. Tenemos huellas de un sistema neoliberal que intentó separarnos, mercantilizarnos, somos hijos de las crisis, pero también herederos de las luchas campesinas de estudiantes y de indígenas.

Somos guambras que observamos que éstos son tiempos de individualismo, en que pretenden aislarnos, hacernos olvidar de los grandes temas, de las luchas trascendentales y donde se dice que la juventud no es más que música y droga. Se hace necesaria la integración, los fundamentos de una comunidad, por lo que nuestra apuesta somos la juventud y la comunicación comunitaria.

En definitiva, nuestra apuesta es seguir, sonando y soñando.

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