l idioma español (o castellano, para no ofender a las autonomías) es uno de los más extendidos en el mundo y de una riqueza enorme, pero sufre diversas embestidas. Desde el lenguaje.com. y las abreviaturas de los teléfonos celulares hasta los errores ortográficos de los nuevos libros de texto, sin contar con que quienes lo saben y lo enseñan, los maestros, son tratados como delincuentes por el actual gobierno federal y sus réplicas en los estados. Hace muchos años estaba prohibido tener letreros y demás publicidad en otros idiomas que no fueran el español, pero con la globalización el inglés predomina en casi todas las instancias y el lenguaje de Antonio Machado se arrincona hasta en las instituciones que deberían ser su soporte y su rescate, como el Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura que presenta en uno de sus escenarios este Dr. Faustus totalmente narrado en inglés sin que esto sea necesario, porque lo que dice una señorita de muy buena pronunciación bien podría ser dicho en nuestro idioma sin menoscabo del espectáculo.
Todo aparece como una postura muy esnob de los autores argentinos Emilio García Wehbi –que combina sus palabras nada menos que con las de Gertrude Stein– y Maricel Álvarez, que ya probaron su espectáculo en su país natal y ahora lo traen a México con nuevos actores y bailarinas. El único texto dicho en español está en la voz de una mujer (si es una actriz mis disculpas pero no la reconozco) de aspecto muy mexicano, de humilde clase media baja, que se refiere nostálgica a la preservación de sus costumbres fingiendo leer en un escrito que le es entregado. Es muy posible que una de esas costumbres sea el rechazo a ser angloparlante, pero su participación es un añadido que rompe con la cohesión del montaje y que incluso puede ser mostrado como discriminatorio en este contexto: la que habla inglés y la que no lo habla.
Al fondo, letras poco claras proyectadas en video debido a Guillermo Ortiz, transmiten algún mensaje tampoco muy claro. En un piso tachonado de luces que lo cuadriculan, con una tarima a la izquierda del espectador iluminada por una luz cenital, aparece un atril con el texto que leerá en inglés la narradora. En el otro extremo, también bajo un cenital, un sillón orejero con una mesita que contiene un tablero de ajedrez. En el sillón estará sentado Fausto encarnado por Ramón Barragán, el único actor muy identificable por su extensa trayectoria, que esgrime una botella de la que bebe, pero el diablo que le hace frente en el juego lo abandona y recorre todos los espacios reptando como un siniestro animal.
En el fondo el claroscuro permite ver figuras que danzan y se van acercando al proscenio. Un espléndido Lucifer en la figura de una bailarina desnuda excepto por sus zapatos de altos tacones (y mis disculpas si no logro identificar a las bailarinas ni a la joven que lee en inglés en el otro extremo) al que Fausto ha teñido de rojo con sus manos. Cuando Fausto cae y es golpeado, las figuras danzantes lo ayudan a levantarse y volver a su sillón, y en un momento dado esas figuras muestran en sus camisas las letras MARTHA que resumen las ensoñaciones fáusticas acerca de las mujeres.
Fausto contra el demonio y éste dando a Margarita un poder semejante a la del viejo sabio, componen este sencillo argumento enriquecido, en verdad, por las danzas de las bailarinas que logran que el interés no decaiga, probablemente dirigidas por la coreógrafa Maricel Álvarez para integrar un espectáculo muy interesante en que se mezclan, lo que es sinónimo de teatro, la palabra y el movimiento. Lástima que la palabra se diga en una lengua extranjera que no comunica del todo a todos los espectadores, lo que contradice también la idea de teatro, que es comunicación entre el escenario y su público. Lástima, sobre todo que se esté apoyando desde una institución como el INBAL la pérdida paulatina de un idioma que debería apoyar y, en todo caso, rescatar de una mal entendida globalización que se presta a la pregunta: ¿Por qué no en español?