l mundo vive hoy grandes retos frente a oportunidades cada vez más difíciles y complicadas por alcanzar. Las crisis en Europa, en Estados Unidos y en todos los continentes nos presentan una situación que requiere de todas las organizaciones de la sociedad para estar unidos, alertas y trabajar en solidaridad.
La democracia y la libertad están bajo constantes amenazas y ataques por parte de las fuerzas más conservadoras, no sólo en México, Latinoamérica, Asia o África, sino en Europa y Estados Unidos también. El liberalismo ha conquistado al mundo convirtiéndolo en el motor central de la desigualdad, al concentrar cada vez más la riqueza en menos manos. Durante mucho tiempo, la ortodoxia política en ambos lados del Atlántico se ha convertido en un dogma que pone los intereses de los individuos más privilegiados y poderosos, en especial el de las grandes corporaciones y grupos bancarios y financieros, por encima de la clase trabajadora y de la población en general. Las próximas generaciones están condenadas a enfrentar más bajos niveles de vida, más sufrimientos y menos oportunidades de bienestar que las que existen en el momento actual.
El peso de las crisis económicas recae con más fuerza en los desocupados y sus familias, pero se extiende más allá, hacia un segmento más amplio de la sociedad. La desigualdad sigue peligrosa y potencialmente creciendo, poniendo en riesgo la estabilidad y la paz social y laboral.
Hoy tenemos que detenernos a reflexionar hacia dónde vamos, qué sigue en México y en el mundo entero. Un distinguido profesor de la Universidad de Oxford, Inglaterra, Paul Streeten, que fue mi asesor de tesis, decía que tenemos que intelectualizar nuestras ideas, abstraernos y pensar en los problemas, retos y alternativas que vivimos, así como participar todos más activamente en analizar, discutir y exigir cambios profundos y verdaderos para lograr una mejor distribución del ingreso y una política más eficiente, digna y justa desde el punto de vista económico y social. Los políticos de hoy son iguales a cualquier persona. Por diversas razones fueron escogidos para ejercer determinada responsabilidad, pero muchas veces no tienen la capacidad o la honestidad para encontrar salidas y alternativas a los problemas y se ponen a improvisar.
La reducción de los servicios públicos, el ataque sistemático a los sindicatos democráticos y los reajustes de personal en los sectores público y privado, son algunas de las soluciones
que los gobiernos en muchas partes del mundo han estado imponiendo sobre los intereses de la clase trabajadora. Las corporaciones y sus aliados han aprovechado cada oportunidad para exigir una disminución en los impuestos y limitar los derechos de los trabajadores y sindicatos cada vez que pueden hacerlo.
Por fortuna, los grandes sindicatos y federaciones internacionales hemos venido estudiando, proponiendo y luchando por un cambio de modelo que invierta la tendencia, anteponiendo los intereses primero de la mayoría de la población frente a los de la minoría. Esta se defiende utilizando sus influencias y dominio sobre gobiernos débiles y conservadores, así como movilizando a los medios de comunicación, que también controlan, para negar la validez de nuestros argumentos y debilitar así las posibilidades de un cambio en los esquemas de explotación vigentes.
El nuevo modelo que se ha propuesto es el de la Prosperidad Compartida para reconstruir las economías, fortalecer a las clases medias y a los grandes núcleos de la población que viven en la pobreza, crear empleos, proteger el medio ambiente y consolidar un mejor futuro para los niños, los jóvenes, las mujeres y las comunidades más abandonadas. Hay varias estrategias, políticas e instrumentos para lograrlo. Los gobiernos deben escuchar y atender esas propuestas o cometerán un grave acto de irresponsabilidad para el futuro de la historia en cada nación.
Este tema de la Prosperidad Compartida se discutió en Toronto, Canadá, durante los días 21 y 22 de mayo de 2013 en la reunión de Workers Uniting (Trabajadores Unificándose) entre los sindicatos UNITE, del Reino Unido e Irlanda; los United Steelworkers, de Estados Unidos y Canadá, y los mineros de México.
Muchos gobiernos han estado fracasando en el combate al desempleo y en defender los intereses de la mayoría de la población, y por eso los trabajadores y la sociedad se sienten abandonados. En este modelo de Prosperidad Compartida se propone revertir la estrategia en donde ahora es necesario invertir en crear empleos y otorgar salarios justos; en fortalecer –no debilitar– las leyes laborales, y en asegurar que los gobernantes otorguen toda la protección social que la familia del trabajador se merece.
El objetivo de la Prosperidad Compartida fue también el foco central de las discusiones y análisis durante la convención internacional de la AFL-CIO (Federación Americana del Trabajo-Congreso de Organizaciones Industriales) de Estados Unidos, que se celebró la semana pasada, del 9 al 12 de septiembre, en Los Ángeles, California. Es decir, el mundo sindical tiene una agenda global, constructiva y propositiva, que las grandes corporaciones y sobre todo los gobiernos deben escuchar y atender, por el bien de todos.