La escritora lanza México-Pekín para hacer algo con la indignación y la rabia
porque la poesía es generosa
En el libro describe el proceso de descomposición que atraviesan ambas capitales
Domingo 15 de septiembre de 2013, p. 3
Aunque nunca ha creído en la poesía política o panfletaria, la escritora Claudia Hernández de Valle-Arizpe asume que es imposible dejar de lado lo que ocurre ahora en México.
No creo que la poesía tenga que ser necesariamente una vía para denunciar. Hay poetas que dicen que si no se escribe sobre temas sociales uno es un indigno, y entonces consideran poco válido si se habla sobre la luz o un árbol. Y eso es mentira, se puede escribir sobre la luz, el desamor, la lluvia
, señala.
“La poesía es absolutamente generosa, da cabida a todo, por eso es un arte insustituible y necesario. Pero dada la situación que estamos viviendo en el país, me parece imposible no tocar ciertos temas.
De otra forma, ¿qué hace uno contra la indignación, el dolor, la rabia, el enojo frente a la injusticia, la corrupción, frente a todo aquello que parece que no tiene remedio aunque lo tenga?
Las anteriores precisiones de la autora están ligadas a la publicación de su poemario más reciente México-Pekín, editado por la Dirección General de Publicaciones del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (CNCA), presentado hace unos días.
En dicho volumen, Claudia Hernández establece los puntos de encuentro entre las capitales de México y China –que a su opinión son muchos y muy fuertes– y como parte de ese ejercicio se vio obligada a describir el proceso de descomposición que atraviesa nuestro país hoy día, en particular en los temas de violencia e inseguridad, además de la injusticia social.
No escribí este libro como un medio para obtener algo, ni siquiera me acerco a la denuncia. Simplemente es una aproximación a una realidad que en el plano emocional resulta avasallador
, aclara en entrevista.
Nadie en su sano juicio que viva en México puede permanecer indiferente ante lo que estamos viviendo. Es una cuestión casi casi natural, que ni se plantea, sino que sale al escribir.
Este libro es resultado de una estancia de la poeta en China entre 2005 y 2006, cuando dio clases de literatura hispanoamericana durante ocho meses en la Universidad de Pekín.
Confrontarse a otra realidad, otra lengua y otra cultura fue para ella un proceso avasallador que deseaba contar, pero que requería tiempo para asimilarlo, por lo que dejó pasar unos años para traducirlo desde el punto de vista creativo.
Los temas centrales del libro son la migración, la explotación de los trabajadores y la figura del campesino que llega a la ciudad. Eso sobre todo referente a China. En lo que respecta a México se refirió más a la violencia y al hambre, que a su decir son ya tan comunes que incluso se ven con cierta naturalidad e indiferencia.
Uno de los puntos donde encontró mayor diferencia entre ambas naciones, dice, es el aspecto de la religión; destaca que no pudo de dejar de escribir poemas contra los problemas que ha generado en México y el resto del mundo la religión católica.
Problemas sobre la culpa y el daño que te impones, comparado con una religión que allá es mucho más suave, más ritual y en la que la culpa no tiene cabida. Me maravillaban los templos, la cuestión del colorido, la gracia que hay, la ensoñación y de esta no culpa y falta de tortuosidad, cuya contraparte caracteriza a nuestra terrible religión católica
, destaca.
Al igual que su anterior poemario, Perros muy azules, la de México-Pekín es una poesía muy narrativa y accesible, lo cual ha representado una vuelta de tuerca en su quehacer con vistas a ser leída y entendida.
Me parece un poco sangrona esa idea de que el poeta no debe explicar lo que escribe. Es algo de enorme soberbia. De por sí se lee poca poesía, y en mi caso sí me interesa que me lean y entiendan. Por supuesto que empleo metáforas e imágenes, y pretendo conmover a través de la belleza, porque si no, no sería un discurso poético; sería cualquier otra cosa
.