oronto, 13 de septiembre. Otro hecho real muy inspirador para el cine ha sido la hazaña de alguien que, tras un arduo esfuerzo físico, consigue su objetivo. Tal es el caso de Tracks, coproducción británico-australiana sobre una aventurera llamada Robyn Davidson (Mia Wasikowksa) que en 1977, a los 27 años, decidió atravesar el vasto desierto de Australia hasta llegar al océano Índico, acompañada sólo por su perro y cuatro camellos dromedarios.
El apoyo económico vino por parte de National Geographic que, a cambio, pidió la cobertura del viaje a cargo del fotógrafo Rick Smolan (Adam Driver), quien también aporta el interés romántico.
Dirigida por el estadunidense John Curran, la película es una vistosa recreación de la travesía de Davidson a la vez que un estudio de personaje, pues la principal motivación de la mujer es su profunda misantropía, su preferencia hacia los animales sobre el ser humano. Ciertamente, el outback australiano ofrece peligros varios, pero es la presencia de reporteros la que primordialmente aterra a la protagonista.
Según se sabe, el desierto es muy fotogénico y la fotografía de Mandy Walker aprovecha esa belleza para abundar en tomas espectaculares que emulan las fotografías mismas publicadas en su momento por la revista de National Geographic, como lo revelan las imágenes de los créditos finales.
Otro tipo de recreación es utilizado por la cineasta canadiense Leanne Pooley, ahora radicada en Nueva Zelanda, donde se ha producido Beyond the Edge, reconstrucción en 3D de la hazaña lograda por Edmund Hillary, neozelandés al fin y al cabo, quien conquistó por vez primera la cima del Everest en 1953.
Para ello, Pooley se vale de fotografías, películas y narraciones de los participantes de dicha excursión u otros expertos para apoyar su documental. Sin embargo, recurre sobre todo a actores parecidos físicamente a los montañistas originales para seguir los tortuosos pasos de Hillary y el sherpa Tenzing Norgay hasta llegar a la cumbre.
Ahora que se ha cumplido el 60 aniversario de dicho logro, Beyond the Edge consigue que el efecto óptico de la tercera dimensión permita la participación del espectador de esa experiencia en una forma virtual. Que, dicho sea de paso, es la única en que la mayoría de nosotros puede aspirar a conocer, con falsa profundidad, la vista de las montañas del Himalaya desde la cima del Everest.
Las montañas, en este caso los alpes alemanes, son también el escenario de Blutgletscher (en inglés se ha retitulado como The Station), película de horror austriaca de Marvin Kren, programada en la sicotrónica sección de Midnight Madness, sobre un grupo de científicos que, en una remota estación de investigación climatológica, estudia los estragos del calentamiento global. En un punto determinado, el glaciar ha retrocedido manchado de rojo. El análisis consecuente revela que se trata de un microorganismo susceptible de producir mutaciones en los seres vivos que sean infectados.
Obviamente inspirada por La cosa (John Carpenter, 1982), aunque sin el presupuesto necesario para contar con ese tipo de efectos especiales, la película pronto sucumbe al churro. Los personajes –a los que se añade la inoportuna visita de una ministra y su séquito– son atacados por lo que parece ser una cochinilla gigante y otras horripicosas del género chafa. Como todos los humanos resultan bastante odiosos, su eliminación se vuelve hasta deseable.
A estas alturas, cuando se ha marchado la mayoría de los distribuidores, vendedores y muchos elementos de la prensa, entre otros profesionales, el festival de Toronto ya ha podido prescindir de las medidas de emergencia para controlar a las masas.
Las últimas funciones de Prensa e Industria son frecuentadas ahora por los contados sobrevivientes de este maratón de cine. La verdad, son los días más cómodos del festival.
Twitter: @walyder