Jueves 5 de septiembre de 2013, p. 8
La mañana de ayer murió José Pepe Romay de un infarto al corazón, que sufrió en su domicilio. Era hijo de Joselito Rodríguez, pilar de una dinastía artística que ha aportado mucho al imaginario fílmico nacional. Fue velado en una funeraria ubicada en la calle de Félix Cuevas.
Falleció sin ver concretado su gran sueño: el Museo del Cine Mexicano. Durante más de 20 años impulsó la creación de ese recinto, pero siempre se enfrentó a la sordera de las autoridades de la cultura. Tenía montada una exposición sobre la historia del cine nacional en Guadalajara, Jalisco, que abarca de 1929 a la época de oro de la cinematografía nacional.
Además de realizar múltiples trabajos en el cine y la televisión, se dedicó a la defensa de los derechos de autor y la promoción del cine mexicano. Fue miembro del Consejo Directivo de la Sociedad Mexicana de Directores-Realizadores de Obras Audiovisuales, en cuatro ocasiones, desde donde luchó contra el Tratado de Libre Comercio de Norteamérica y la venta y remate de empresas estatales en los años 90.
Comenzó a los nueve meses de edad
Su carrera actoral la comenzó a los nueve meses de edad en Café de chinos, en 1949; a los tres años fue postulado a los Arieles, por Píntame angelitos blancos. En las siguientes ediciones de ese premio continuó en las ternas por mejor actuación infantil. Obtuvo la estatuilla por Después de la tormenta (1956), de Roberto Gavaldón.
Además fue productor, director e ingeniero de sonido, escribió guiones para cine, libros de historia y de consulta.
Su primer largometraje fue De sangre chicana, en 1973. Le siguieron El amor de mi vida, en 1977, y 41, el hombre perfecto, en 1981.
En la década de 1980 realiza más de 15 películas en video. Destacan: Guerra contra las drogas, Malditos amapoleros y Pacto sangriento.