Dos vías
Provocación y deslindes
Giro de la CNTE
Aprobar al vapor
l trazo urbano estableció las diferencias. Apenas emergieron del puente subterráneo de Fray Servando Teresa de Mier y ya estaban en carriles paralelos, con un camellón físico, pero sobre todo uno táctico de por medio, adjuntos pero sin mezclarse, políticamente distantes a pesar de que compartieran algunos estribillos y demandas. Enseguida los profesores se dedicaron aplicadamente a deslindarse de embozados y encapuchados, de provocadores y violentos (aunque no todos, ni siquiera la mayoría, sólo un puñado abiertamente decidido al enfrentamiento, sin ánimo de discusión política, rupturista) que habían salido desde el Monumento a la Revolución pasadas las 11 de la mañana y que en el curso de esa primera marcha sin participación formal de la CNTE habían sido rigurosamente contenidos mediante maniobras de encapsulamiento practicadas por la policía de Miguel Ángel Mancera.
Al principio eran dos marchas. Una iría hacia Los Pinos porque así lo había decidido la cúpula del magisterio disidente (el oficialista está demasiado ocupado en grabar anuncios en los que aparece como firme impulsor de la reforma laboral educativa el mismísimo Juan Díaz de la Torre, el sucesor de Elba Esther Gordillo, el que firmaba los cheques de la rapiña). Otra, en la que participaban quienes son llamados anarquistas, miembros del 132 y otras organizaciones sociales (hasta un segmento capitalino de Morena), iría desde el monumento revolucionario hasta San Lázaro, visualizado por algunos como hipotético campo de batalla física. La segunda se fue disolviendo en escaramuzas, seccionamientos en calles laterales donde iban siendo confinados algunos grupos y la percepción de algunos contingentes concurrentes de que, salvo los choques con la policía, no habría mucho más que hacer.
El jefe de gobierno, Mancera, aprovechó para inaugurar la modalidad de las marchas a paso lento, con policías caminando de espaldas y los manifestantes encauzados hacia calles predeterminadas a las que no se hubiera puesto obstrucción metálica, como la Madero, ahora inabordable. Los caminantes quedan así atrapados en un rectángulo cuyos lados son ocupados por granaderos, escudo pegado al siguiente escudo, y la vanguardia policiaca, avanzando de reversa (uf, qué enredos descriptivos y casi filosóficos), puede tener un contacto directo con los protestantes. Más delante, otras hileras de granaderos, por lo que se llegara a necesitar.
Las dos marchas acabaron convergiendo, aunque nomás en apariencia. Fue un giro cuya expresión inmediata y de más fácil comprensión fue inicialmente vial. Media vuelta y la columna de profesores no caminó más hacia Los Pinos, como era el acuerdo oficial con el que habían salido de su campamento en el Zócalo, sino que decidió volver y alcanzar a la otra marcha a la altura del Salto del Agua, donde les esperaron.
Pero el giro de fondo fue político. Las bases magisteriales se rebelaron contra los acuerdos de las cúpulas que pretendían llevar la marcha hacia Chapultepec y no hacia San Lázaro. Particularmente presionaron los oaxaqueños para revisar el formato de lucha. No estaban de acuerdo con lo anunciado un día antes por el dirigente de la sección 9, capitalina. Versiones de pláticas en privado por parte de enviados gubernamentales que buscaban sobre todo a los líderes de dos secciones. Por ello, a media marcha dominical, en recomposición súbita, bajo presión, acordaron que debería combatirse esa percepción de arreglo, redireccionar la protesta hacia San Lázaro, mantener la imagen de unidad de la CNTE y no abandonar o separarse de quienes sin ánimos de provocación oficialista inducida participaban en la primera marcha, incluyendo a jóvenes genuinamente inconformes.
Cuando los profesores llegaron adonde estaba la otra marcha, y comenzaron a caminar, establecieron tajantemente su distancia física y política respecto de las provocaciones. Impidieron que sus filas fueran infiltradas, organizaron barreras de brazos enlazados para cerrar el paso a quienes llevaban pañuelos en la cara o máscaras o capuchas e insistieron en la necesidad de no caer en la trampa sembrada de la violencia. Al final, cuando ya enfilaban de regreso al Zócalo, con la policía poniendo como frontera infranqueable la avenida Congreso de la Unión, algunos de los grupos llamados genéricamente anarquistas aceleraron la confrontación con la policía capitalina, instalando aunque fuera a última hora el ingrediente de la violencia para continuar con la satanización del movimiento magisterial que, redefinido a partir de la crisis dominical, recibiría el golpe de la aprobación de la ley del servicio docente en las primeras horas de sesionar del congreso, ya fuera a pleno vapor, anoche, u hoy, cuando Enrique Peña Nieto tiene acto de autohomenaje en casa, con mensaje matutino, y por la tarde una cadena nacional. El vaporazo educativo, antecedido de la farsa de diálogo con legisladores ejecutivos, tendrá como respuesta la declaratoria, este miércoles, de insurgencia nacional. Los profesores de Oaxaca realizarán una asamblea estatal en el Zócalo, para decidir los siguientes pasos. Es probable que declaren a su estado en rebeldía, dispuestos a impedir la aplicación de la reforma laboral educativa peñista en esa entidad.
Dos mundos, también. En las calles, el caminar, el sudor, la fatiga y la protesta, con policías de uniforme conteniendo e infiltrados, protegidos por agentes de civil, provocando violencia y detenciones. En uno de los palacios, el legislativo, el terso y blindado accionar de diputados y senadores que iniciaron su segundo periodo ordinario de sesiones, en el que habrán de aprobar a las carreras las reformas educativa y energética, entre otras de igual calado tan polémico. Ah, por cierto, el lic. Osorio Chong entregó en San Lázaro el primer informe de labores, nuevemesino, del lic. Peña Nieto.
Y, mientras EPN presume que no se valdrá de iniciativas preferentes en el congreso (¿para qué, si tiene al Pacto por México?), ¡hasta mañana, con Ricardo Monreal acusando a las bancadas que apoyan al mexiquense de constituir la República de la hipocresía!
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