Julieta Venegas: la fuerza de la sinceridad
unque casi 20 años han pasado desde que Julieta Venegas se presentara con tan sólo una caja de ritmos, un teclado y un acordeón, como La Milagrosa, la sensibilidad de aquella jovencita tijuanense sigue siendo esa misma que combina fragilidad con fuerza interpretativa, llena de ansiedad pero también de idealismo personal, jamás de banalidad. Aquí (2007) la arrojó al mundo llena de inquietudes musicales íntimas, de desamor y anhelo social, en una línea pop acústica con pocos antecedentes en México, que con el tiempo ha sido inspiración para cantautoras como Natalia Lafourcade o Carla Morrison. Gran disco fue Bueninvento (2000), poco recordado, pero de gran factura, quizá el más roquero
. Después, quiso salir de la tristeza que envolvía esos álbumes. Venegas decía en esos días que dejaba atrás el estar sufriendo por lo que no pudo ser. Vino el Sí (2003) y todo cambió. El impacto de ese disco, lleno de ambición y tonadas pop pegajosas, con un poco de inspiración electro-hip-hopera, la llevó más allá del ámbito estrictamente roquero e independiente (a pesar de estar firmada desde el inicio con la trasnacional BMG, ahora Sony), para beneplácito de su carrera y las grandes audiencias, aunque para la desaprobación de muchos rigurosos del rock local.
Sin embargo, su carácter de compositora, instrumentista y cantante, jamás se ha perdido, y eso le permitió seguir teniendo respeto tanto en el lado del rock como del pop, con todo y sus desertores. Limón y sal (2006) prosiguió en ese exitoso status de escala internacional. La triada híper-comercial, con baladas a veces agraciadas, a veces complacientes, siempre amorosas, cerró con el MTV Unplugged, disco en vivo con invitados varios, que la retrata en un momento de madurez, no como estrella pop ni como fenómeno comercial sino, por encima de todo, como músico.
Otra cosa (2010) pasó casi desapercibido, pues dedicó mayor energía a la gestación y nacimiento de su hija Simona, razón poderosa que a cambio le devolvió la profundidad de sus primeros discos. Tras saborear las mieles de la fama, siempre con una perso- nalidad antiestrellato, a pesar del triunfo comercial, siempre ha impedido ser engullida por el macroaparato y sigue teniendo una vida normal
. Quizá por ello, tras haberse probado a sí misma y a los demás, lo que es capaz de hacer, es que ahora suelta toda tensión.
Así, llega a su sexto disco Los momentos (2013) con mucha calma, como volviendo a su origen, pero también con la suma musical de lo antes realizado. Sin la inseguridad moza que teme mostrar su fragilidad innata, la cantautora suena muy sincera, sin ese tufo a producción que pide hacer algo que pegue
. Y aunque no es de las que gustan reciclarse sino cambiar, vuelve cíclica a añorar eso que pudo ser. Permite a su naturaleza fluir, sin juzgarse a sí misma ni pretender. Paradójicamente, aunque se le oye melancólica y vulnerable, se le percibe más segura que nunca, afianzada a un estilo que sigue ganando seguidores en Sudamérica, Europa y Estados Unidos.
Menos acústica que en sus últimos dos álbumes, Venegas vuelve al piano magro, deja de lado el acordeón y enmarca sus añoranzas con ritmos electro pop, lo cual da un resultado interesante, pues el ritmo pareciera feliz, bailable, pero con letras que recuerdan tanto la violencia que se vive en México, como la alegría perdida, las historias que no volverán. La maternidad le hizo tocar tierra, y dicha transparencia está también en la producción. De trabajar siempre con el argentino Óscar Cachorro López, ahora lo hizo con el mexicano Yamil Rezc (Subdivisión, Hello Seahorse! Los Bunkers). Con su nueva dinámica familiar, estuvo más involucrada en la producción, al ir grabando todo en su casa-estudio. La intimidad del proceso es palpable, al mostrar más a una Julieta tal cual es, con sus obsesiones y miedos, pero también con una voz más suave y momentos de altura pop como Tuve para dar y Te vi, además de Vuelve (con el tacubo Rubén Albarrán y la chilena Anita Tijoux). En coros colaboran la citada Lafourcade y Ceci Bastida.
Notoria es la cercanía que tuvo en la preproducción con los también chilenos Javiera Mena, Alex Anwandter, aunque no quedó nada de ellos en la mezcla final, salvo una bella colaboración posterior en video, con la primera y con Gepe: http://bit.ly/Z4dC9E . Sin duda, la canción que corona el álbum es la que lo anima, Los momentos: eso que pudo ser y no fue, con una melodía hermosa, muy a lo chanson sesentera; importante colaboración es la del brasileño Jacques Morelenbaum (Tom Jobim, Caetano Veloso, Gal Costa) en arreglos de cuerdas, así como del ilustrador de The New York Times, Richard Haines, en el minimalista dibujo de portada.
Julieta Venegas vive un gran momento, que reconcilia su lado ultra-pop con el de la creadora independiente. Se le auguran muchos años de fructífera trayectoria. Mientras, presenta este disco en El Plaza (Juan Escutia 4, Condesa) el jueves 5 (21 horas, $350 a $550; casi agotado, pero pocos días antes suelen liberar boletos). Más recomendaciones de conciertos.
Twitter: patipenaloza