Amor y canto en los versos
de Miguel Hernández
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Lorena Paz Paredes
Miguel Hernández nació en 1910 en Orihuela y lo asesinó la dictadura de Francisco Franco a la edad de 31 años en el penal de Alicante. Escribió apasionados versos, evocando la vida, las penas y los sueños de la gente del campo. “Me llamo barro aunque Miguel me llame/barro es mi profesión y mi destino”, advirtió esta voz enamorada de la higueras, los limoneros, la fragancia del rosal y la hierbabuena, pero sobre todo de los labradores y labradoras de las españolas tierras.
¡Y qué buena es la tierra de mi huerto!
Hace un olor a madre que enamora,
mientras la azada mía el aire dora
y el regazo le deja pechiabierto
“Hablo, y el corazón me sale en el aliento”, decía Miguel porque su obra y su vida eran una misma. Joven y penando de amor, “habitado de exasperadas fieras”, le cantó a Josefina Manresa, primero novia evasiva y luego tierna esposa: “como el toro te sigo y te persigo”. También lloró la muerte temprana de su tutor y amigo Ramón Sijé, verso que luego cantó el catalán Joan Manuel Serrat:
Yo quiero ser llorando el hortelano
de la tierra que ocupas y estercolas,
compañero del alma, tan temprano.
Alimentando lluvias, caracolas
y órganos mi dolor sin instrumento,
a las desalentadas amapolas
daré tu corazón por alimento.
Tanto dolor se agrupa en mi costado,
que por dolor me duele hasta el aliento.
Cuando, en el funesto 1936, llegó la Guerra Civil el poeta escribió Viento del Pueblo, versos impetuosos recitados en las trincheras por el propio Miguel y sus compañeros de lucha:
Vientos del Pueblo me llevan
Vientos del pueblo me arrastran,
Me esparcen el corazón
Y me aventan la garganta
Su último libro, Cancionero y romancero de ausencias (1938-1941), habla del dolor y la miseria que dejó la guerra. Hay cantares, nanas, alejandrinos y endecasílabos en muy variadas rimas. De ahí recogemos Las nanas de la cebolla, poema escrito desde su último encierro, inspirado por una carta de su mujer, en la que le decía que su pequeño hijo no comía más que pan y cebolla:
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La cebolla es escarcha
Cerrada y pobre.
Escarcha de tus días y de mis noches.
Hambre y cebolla,
hielo negro y escarcha
grande y redonda.
En la cuna del hambre
mi niño estaba.
Con sangre de cebolla
se amamantaba.
Pero tu sangre,
escarchada de azúcar,
cebolla y hambre.
Ese niño, su hijo, fue la alegría del poeta en la desesperanza: “Tu risa me hace libre/ me pone alas/soledades me quita/cárcel me arranca”.
Pero ninguna prisión pudo avasallar su poesía: “Que no se pierda esta voz, este aliento joven de España”, diría Juan Ramón Jiménez. Y no se perdió. Años después sus versos se leen y se cantan. Aquí incluimos dos que retratan su pasión por la vida rural, Andaluces de Jaén, que cantará Paco Ibañez y el Niño Yuntero, que recorrió el mundo en voz de Serrat, y que también interpretó el chileno Víctor Jara.
Agenda Rural
Evento: Primer Tianguis
Orgánico “Totekitzin”.
Organiza: Cooperativa
Quinto Sol. Lugar y fecha:
En el tradicional edifi cio
ubicado en Sadi Carnot
No. 68, a una cuadra del
Metrobús Reforma), Sábado
17 de agosto, de las
10:00 a las 18:00 horas.
Informes: quinto_sol@
yahoo.com.mx / Tel. 55-
41-87-02-61.
Evento: IX Congreso
Latinoamericano de Sociología
Rural 2014. Organiza:
ALASRU. Lugar y
fecha: México, D.F. Octubre
2014. Informes: www.
alasru.org
Libro: Miradas alternativas
al neoliberalismo.
Coordinadores: Arcadio
Sabido Méndez, Andrés
Peñaloza Méndez, María
Alejandra Hernández. Varios
autores Edición: PRD
/ Instituto Nacional de Investigación,
Formación
Política y Capacitación en
Políticas Públicas y Gobierno. |
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Andaluces de Jaén
Andaluces de Jaén,
aceituneros altivos,
decidme en el alma: ¿quién,
quién levantó los olivos?
No los levantó la nada,
ni el dinero, ni el señor,
sino la tierra callada,
el trabajo y el sudor.
Unidos al agua pura
y a los planetas unidos,
los tres dieron la hermosura
de los troncos retorcidos.
Levántate, olivo cano,
dijeron al pie del viento.
Y el olivo alzó una mano
poderosa de cimiento.
Andaluces de Jaén,
aceituneros altivos,
decidme en el alma: ¿quién
amamantó los olivos?
Vuestra sangre, vuestra vida,
no la del explotador
que se enriqueció en la herida
generosa del sudor.
No la del terrateniente
que os sepultó en la pobreza,
que os pisoteó la frente,
que os redujo la cabeza.
Árboles que vuestro afán
consagró al centro del día
eran principio de un pan
que sólo el otro comía.
¡Cuántos siglos de aceituna,
los pies y las manos presos,
sol a sol y luna a luna,
pesan sobre vuestros huesos!
Andaluces de Jaén,
aceituneros altivos,
pregunta mi alma: ¿de quién,
de quién son estos olivos?
Jaén, levántate brava
sobre tus piedras lunares,
no vayas a ser esclava
con todos tus olivares.
Dentro de la claridad
del aceite y sus aromas,
indican tu libertad
la libertad de tus lomas.
El niño yuntero
Carne de yugo, ha nacido
más humillado que bello,
con el cuello perseguido
por el yugo para el cuello.
Nace, como la herramienta,
a los golpes destinado,
de una tierra descontenta
y un insatisfecho arado.
Entre estiércol puro y vivo
de vacas, trae a la vida
un alma color de olivo
vieja ya y encallecida.
Empieza a vivir, y empieza
a morir de punta a punta
levantando la corteza
de su madre con la yunta.
Empieza a sentir, y siente
la vida como una guerra,
y a dar fatigosamente
en los huesos de la tierra.
Contar sus años no sabe,
y ya sabe que el sudor
es una corona grave
de sal para el labrador.
Trabaja, y mientras trabaja
masculinamente serio,
se unge de lluvia y se alhaja
de carne de cementerio.
A fuerza de golpes, fuerte,
y a fuerza de sol, bruñido,
con una ambición de muerte
despedaza un pan reñido.
Cada nuevo día es
más raíz, menos criatura,
que escucha bajo sus pies
la voz de la sepultura.
Y como raíz se hunde
en la tierra lentamente
para que la tierra inunde
de paz y panes su frente.
Me duele este niño hambriento
como una grandiosa espina,
y su vivir ceniciento
revuelve mi alma de encina
Lo veo arar los rastrojos,
y devorar un mendrugo,
y declarar con los ojos
que por qué es carne de yugo.
Me da su arado en el pecho,
y su vida en la garganta,
y sufro viendo el barbecho
tan grande bajo su planta.
¿Quién salvará este chiquillo
menor que un grano de avena?
¿De dónde saldrá el martillo
verdugo de esta cadena?
Que salga del corazón
de los hombre jornaleros,
que antes de ser hombres son
y han sido niños yunteros.
Un poeta denominado el duende
Lorena Paz Paredes
En 1898, en Fuentevaqueros, nació Federico García Lorca, una de las voces más fuertes y claras de la literatura universal. Miembro de la Generación del 27, arcón intelectual con personajes de la talla de Pedro Salinas, Luis Cernuda, Vicente Alexandre, Rafael Alberti y Juan Ramón Jiménez. Artista polifónico fue poeta, dramaturgo, director de teatro, escritor de operetas, bailaor de flamenco, pianista, compositor, amante del cante jondo y apasionado de los títeres. Federico respiraba España y la caminó completa con los pies y el corazón En 1927 escribió Canciones, y un año después su Primer romancero gitano que lo ligó hondamente al folklore andaluz. El poeta hablaba fuerte y no callaba la injusticia. En 1936 estalló la Guerra Civil y los falangistas que ocuparon Granada lo tomaron preso y a poco lo fusilaron. Al año siguiente Antonio Machado escribió El crimen fue en Granada.
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Se le vio, caminando entre fusiles,
por una calle larga,
salir al campo frío,
aún con estrellas, de la madrugada.
Mataron a Federico
cuando la luz asomaba.
El pelotón de verdugos
no osó mirarle la cara.
Labrad, amigos,
de piedra y sueño, en el Alhambra,
un túmulo al poeta,
sobre una fuente donde llore el agua,
y eternamente diga:
el crimen fue en Granada, ¡en su Granada!
Y el joven y apasionado admirador de Lorca, Miguel Hernández le dedicaría su Elegía primera, de la que recogemos una cuarteta
¡Qué sencilla es la muerte: qué sencilla,
pero qué injustamente arrebatada!
no sabe andar despacio y acuchilla
cuando menos se espera su turbia cuchillada.
Sus contemporáneos le decían El Duende, no sólo por la brillante conferencia que tituló “La teoría y juego del duende”, sino por el encanto misterioso que irradiaba. En sus viajes por tierras españolas, el poeta recogió numerosas nanas que incluyó en una conferencia leída en la Residencia de Estudiantes de Madridel 13 de diciembre de 1928; de ella tomamos la versión resumida que presentamos en esta página. |
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Dos versos-canciones
para niños
El lagarto está llorando rememora las andanzas de Lorca niño en la campiña grandina, “esa infancia que le dejó aquella risa contagiosa, una risa de de campo, una risa silvestre”. Más tarde Paco Ibáñez la cantó. El niño mudo, fue musicalizada e interpretada por Vicente Monera y popularizada en América Latina por el grupo Quilapayú, que dedicaba la canción a “los niños asesinados, maltratados, víctimas de la violencia, a todos aquellos cuyas voces no escuchamos”. LPP
El lagarto está llorando
(A mademoiselle Teresita Guillén tocando un piano de siete notas.)
El lagarto está llorando.
La lagarta está llorando.
El lagarto y la lagarta
con delantalitos blancos.
Han perdido sin querer
su anillo de desposados.
¡Ay, su anillito de plomo,
ay, su anillito plomado!
Un cielo grande y sin gente
monta en su globo a los pájaros.
El sol, capitán redondo,
lleva un chaleco de raso.
¡Miradlos qué viejos son!
¡Qué viejos son los lagartos!
¡Ay cómo lloran y lloran. ¡Ay!
¡Ay!, cómo están llorando!
El niño mudo
El niño busca su voz.
(La tenía el rey de los grillos.)
En una gota de agua
buscaba su voz el niño.
No la quiero para hablar;
me haré con ella un anillo
que llevará mi silencio
en su dedo pequeñito.
En una gota de agua
buscaba su voz el niño.
(La voz cautiva, a lo lejos,
se ponía un traje de grillo.) |
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Las nanas infantiles
(Versión resumida)
Federico García Lorca
Hace unos años, paseando por las inmediaciones de Granada, oí cantar a una mujer del pueblo mientras dormía a su niño. Siempre había notado la aguda tristeza de las canciones de cuna de nuestro país, pero nunca como entonces sentí esta verdad tan concreta. Desde entonces he procurado recoger canciones de cuna de todos los sitios de España; quise saber de qué modo dormían a sus hijos las mujeres de mi país, y al cabo de un tiempo recibí la impresión de que España usa sus melodías para teñir el primer sueño de sus niños.
La canción de cuna está inventada por las pobres mujeres cuyos niños son para ellas una carga, una cruz pesada con la cual muchas veces no pueden. Cada hijo, en vez de ser una alegría, es una pesadumbre, y, naturalmente, no pueden dejar de cantarles, aun en medio de su amor, su desgano de la vida. En Asturias, se canta esto en el pueblo de Navia:
Este neñín que teño nel collo
e d’un amor que se tyama Vitorio,
Dios que madeu, treveme llongo
por non andar con Vitorio nel collo.
La nana quiere dormir al
niño que no tiene sueño.
Son canciones para el
día y la hora en que en
niño tiene ganas de jugar.
En Tamames se canta:
Duérmete, mi niño,
que tengo qué hacer,
lavarte la ropa,
ponerme a coser.
Muchas veces la madre construye en la canción un paisaje abstracto, casi siempre nocturno, y en ella pone uno o dos personajes. La nana más popular del reino de Granada es una pequeña iniciación de aventura poética:
A la nana, nana, nana,
a la nanita de aquel
que llevó el caballo al agua
y lo dejó sin beber...,
Otras veces la madre sale también de aventura con su niño en la canción. En la región de Guadix se canta:
A la nana, niño mío,
a la nanita y haremos
en el campo una chocita
y en ella nos meteremos.
En Salamanca y Murcia, la madre hace de niño, al revés:
Tengo sueño, tengo sueño,
tengo ganas de dormir.
Un ojo tengo cerrado,
otro ojo a medio abrir.
En Trubia se canta a los niños esta añada, que es una lección de desencanto.
Crióme mi madre
feliz y contentu,
cuando me dormía
me iba diciendo:
“¡Ea, ea, ea!,
tú has de ser marqués,
conde o cabaIleru”;
y por mi desgracia
yo aprendí a “goxeru”.
Facía los “goxos”
en mes de Xineru
y por el verano
cobraba el dineru.
Aquí está la vida
del pobre “goxeru”.
En Cáceres se canta una nana de rara pureza melódica, parece hecha para niños que no tienen madre, más bien un canto para morir que para el primer sueño:
Duérmete, mi niño, duerme,
que tu madre no está en casa,
que se la llevó la Virgen
de compañera a su casa.
En Orense se canta otra nana por una doncella cuyos senos todavía ciegos esperan el rumor resbaladizo de su manzana cortada:
Ora, ora, niño, ora;
¿quién vos hai de dar la teta
si tu pai va no monte
y tua mai na leña seca?
Las mujeres de Burgos cantan:
Échate, niño, al ron ron,
que tu padre está al carbón
y tu madre a la manteca
no te puede dar la teta.
Es particularmente triste la nana con que duermen a sus hijos las gitanas de Sevilla:
Este galapaguito
no tiene madre,
lo parió una gitana,
lo echó a la calle.
En Béjar se canta la nana más ardiente, más representativa de Castilla, que sonaría como una moneda de oro si la arrojásemos contra las piedras del suelo:
Duérmete, niño pequeño,
duerme, que te velo yo;
Dios te dé mucha ventura
neste mundo engañador.
La nana que corre por el norte y el centro de la Península (Ibérica), es la canción de cuna de la mujer adúltera que cantando a su niño se entiende con el amante. Tiene un doble sentido de misterio. La madre asusta al niño con un hombre que está en la puerta y que no debe entrar. El padre está en casa y no lo dejaría. La variante de Asturias dice:
El que está en la puerta
que non entre agora,
que está el padre en casa
del neñu que llora.
La canción de la adúltera que se canta en Alba de Tormes es más lírica que la asturiana y de sentimiento más velado.
Palomita blanca
que andas a deshora
el padre está en casa
del niño que llora.
Palomita negra
de los vuelos blancos,
está el padre en casa
del niño que canta.
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