17 de agosto de 2013     Número 71

Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER

Suplemento Informativo de La Jornada

El Cucalambé, bardo del pueblo


FOTO: Archivo

Aymé Plasencia Pons

Juan Cristóbal Nápoles Fajardo, El Cucalambé, nació en Las Tunas el uno de julio de 1829 en una familia de blancos, dueños de una finca llamada El Cornito y un Tren Jamaiquino, que era un pequeño ingenio azucarero. Le tocó vivir momentos de afianzamiento del poder criollo esclavista, como resultado de un proceso colonizador moderno impuesto por la metrópoli española.

A finales del siglo XVIII, Cuba estaba convertida en una gran plantación esclavista productora de azúcar, que abastecía directamente a España. Pero una serie de acontecimientos internacionales contribuyeron a que la clase oligárquica cubana tomara conciencia de que tenía intereses diferentes a los de la metrópoli. Todo comenzó con la guerra de independencia de las Trece Colonias inglesas de Norteamérica, durante la cual España, que tomó parte del conflicto, autorizó el comercio entre Cuba y los colonos sublevados.

Pocos años después España se involucró en las guerras de la Revolución Francesa y del Imperio napoleónico, dificultando la comunicación con sus colonias. En estas circunstancias España autorizó el comercio con Estados Unidos, lo que hizo que la economía de la Isla creciera vertiginosamente. Favoreció también la revolución de los esclavos en Haití y con ello la retirada del mercado de una de las mayores colonias azucareras del mundo, que rápidamente Cuba sustituiría.

La fuerte demanda mundial del azúcar hizo que los hacendados cubanos se concentraran en multiplicar sus riquezas con el aumento de la población de esclavos negros, logrando que Cuba quedara integrada en los circuitos comerciales del mercado internacional del azúcar.

La esclavitud develó en la isla una sociedad en extremo polarizada y desigual. Estaban la oligarquía de terratenientes criollos, grandes comerciantes españoles y una gran masa esclava. Además, una capa media integrada por negros y mulatos libres, blancos humildes, campesinos y citadinos. Esto dio lugar a varias reacciones políticas que iban desde el abolicionismo de la esclavitud, pasando por el reformismo y el anexionismo, creyendo que al anexarse a Estados Unidos se resolverían los problemas de la isla, hasta llegar a otra corriente separatista más radical que aspiraba a conquistar la independencia de Cuba.

Independentista y conspirador contra la corona, José Rafael Fajardo García, abuelo materno de El Cucalambé, se convirtió en su maestro. Párroco y vicario de Las Tunas, le enseñó a su nieto la técnica de las parábolas para que entendiera los evangelios y junto con ello le inculcó el patriotismo y el sentido de libertad. El poema Amor a Cuba, escrito por El Cucalambé, es una muestra de ello:


FOTO: Archivo

Amor a Cuba
Hijo soy de las montañas
de mi idolatrada Cuba,
entre “El Dagame” y “La Juba”
he comido dulces cañas.
Yo he corrido en las marañas
de las sierras de Bayamo,
he navegado en el Guamo
sobre una tosca chalana,
y es también una cubana
la belleza que bien amo.
Yo contemplo esas colinas,
esas escarpadas sierras,
y esas deliciosas tierras
con sus flores peregrinas.
Veo las selvas vecinas
donde canta el tocororo,
oigo del zorzal canoro
el dulce y alegre acento,
Y repito en mi contento:
¡Cuba mía, yo te adoro!

El Cucalambé compartió su amor y su vida con Isabel Rufina Rodríguez Acosta, camagüeyana que se convirtió en musa inspiradora de hermosos poemas, con quien formó una familia.

A Rufina
Invitación segunda
Con sus aguas fecundantes
tenemos aquí el octubre
y ya la tierra se cubre
de bellas flores fragantes.
Los jobos se ven boyantes
en las corrientes del río;
el guajiro en su bohío
canta con dúlcido afán,
y pronto se acabarán,
los calores del estío.
Tengo, Rufina, en mi estancia,
paridas matas de anones,
cuyos frutos ya pintones
esparcen dulce fragancia:
hay piñas en abundancia
dulces así como tú;
hay guayabas del Perú
y mameyes colorados,
que comeremos sentados
bajo el alto sabicú.

Juan Cristóbal Nápoles Fajardo fungió como periodista, editor, dramaturgo, trabajó la tierra en su finca El Cornito, y por último fue pagador y almacenero de Obras Públicas en Santiago de Cuba. Su vínculo con la tierra, los campesinos y la gente del pueblo quedó expresado en su obra con una especial sensibilidad y maestría para incorporar vocablos cubanos en sus versos. Todo el que se sintiera cubano y patriota se identificaba con sus décimas, se las aprendían y las hacían suyas.

Esta cercanía e identificación con los sectores más populares de la sociedad tunera fueron muy criticadas por sus enemigos, quienes no sólo provenían del ámbito literario sino también político, por sus ideales independentistas.

La obra del bardo tunero se inscribe dentro de las corrientes del criollismo y el siboneísmo. Esta última como ejemplo del empleo de la parábola revolucionaria. A decir de Carlos Tamayo, investigador y estudioso de la vida y obra de El Cucalambé, el siboneísmo, no sólo está dado por satisfacer el gusto por lo nativo, sino que esencialmente se trata de una forma de denuncia política expresada por medio de símbolos indígenas que permiten disfrazar un mensaje que podía ser fuertemente censurado por el poder colonial.

En su poema El cacique de Maniabón, el poeta expresa las consecuencias que para Cuba tenía la condición de colonia.

Emprendió rápida huida.
Su vergonzosa caída dio
con su timbre en el lodo,
y al mirar perdido todo
lo que amó con tanto anhelo
fuera de su bello suelo
se expresaba de este modo:
Ya yo he perdido ¡ay de mí!
la herencia de mis abuelos,
perdí mis verdes ciruelos
y mis montañas perdí.
Mi primoroso cansí
cayó entre horrible fragor,
de la grey que fui señor
quedaron muy pocos vivos
y mis hijos son cautivos
del soberbio vencedor.

Mientras que en el poema Bartolomé de las Casas emplea a los indios como símbolos que representaban al pueblo cubano, a la gente más pobre y humilde, casi siempre campesinos y negros esclavos. Resalta su situación social y condiciones de vida:

En las veredas estrechas
los indios gimen y lloran,
y su desgracia deploran
al son de tristes endechas.
Aguzan sus duras flechas,
construyen pobres bohíos,
cazan en montes sombríos,
en profundos lagos pescan
y su ardiente sed refrescan
en los más ocultos ríos.
Huyen muchos de los llanos
a las montañas internas,
y en las profundas cavernas
viven los pobres cubanos (…)

El primer libro de Nápoles Fajardo fue Rumores del Hórmigo, impreso en la Habana en 1857. En sus décimas, el poeta reflejó los cambios que llegaron con la modernidad. Fue un cronista social que optó por dar cuenta de las desigualdades sociales, de los desmanes de la esclavitud, del modo de vida campesino, del auge de la industria azucarera, de los cambios tecnológicos, generando sin proponérselo las bases de lo que luego sería una conciencia nacional.

Cuando esa mole con rugir violento
se aleja presurosa de esta orilla,
y en el breve transcurso de un momento
se lance hasta Maroto y Sabanilla.
Del comercio y la industria al movimiento
en la ciudad segunda de esta Antilla
igual bien legará por de contado
al infeliz y al rico potentado.

Su poema En la inauguración del ferrocarril de Sabanilla y Moroto, El Cucalambé no sólo expresa su asombro por la enorme maquinaria de hierro, sino que hace alusión a la forma en que se acortan las distancias entre espacios geográficos diferentes, entre el campo y la ciudad. También el tiempo se comienza a percibir de otra forma. Es el sello de la modernidad que trastoca espacios, desdibuja paisajes y agita por momentos la vida apacible del campo cubano.

La idea de admiración de “la mole con rugir violento”, como la llama el poeta, que está vinculada a la industria azucarera en ascenso y la consolidación en la isla, contrasta con la denuncia de la esclavitud como principal forma para extraer el dulce producto.

El azúcar blanco
De azúcar se pertrechan
el ciego, el jorobado, el cojo y manco,
ninguno la desechan,
y los niños en Cuba se despechan
con el brillante y dulce azúcar blanco.
El mísero africano
a quien amaga porvenir mezquino
y se lamenta en vano,
bajo el vivo fulgor del sol cubano,
endulza con azúcar su destino.

La desigualdad social y el enriquecimiento excesivo de la oligarquía cubana de la época también quedaron expresadas en la obra del bardo del pueblo. En 1856 escribe su poco divulgado poema El usurero, en el cual critica a los ricos de su época.

¡Usurero! ser que inspira
tétrico horror que nos pasma,
¡Usurero! vil fantasma
que Dios confunda en su ira.
Sordo a la justa querella
de aquel que a sus plantas llora,
por una simple demora
lo demanda, lo atropella.
Y se hace firme en los pies
y en ser impío se afana.
Mas, ¡ay!, ¿qué será mañana
de ese usurero que ves?
¿Qué será de ese menguado,
insensible al justo lloro?
¿Qué será con todo el oro
que conserva almacenado?
Para ese que se divierte
con ser avaro insensible,
habrá un momento terrible:
el momento de la muerte.
¡Morirá! su ceño adusto
revelará en su exterior
la muerte del pecador
y no la muerte del justo.
Y el alma de este hombre vil,
cual una encendida mecha,
al infierno irá derecha
como bala de fusil.

Las décimas y otras estrofas de Nápoles Fajardo eran admiradas, seguidas por el pueblo porque reflejaba los modos de vida de los campesinos cubanos. Sus fiestas, entretenimientos y forma de amar. En su colección de poema Cantos guajiros existen varios ejemplos de ello.

No es mi amor llama que oscila
movida de viento vario,
es la luz que en un santuario
arde callada y tranquila.
Mi corazón no vacila
al adorarte de hinojos,
pues tus dulces labios rojos
son mi dicha y mi embeleso,
y si me guardan un beso
yo me rindo a tus antojos.
Me ha parecido el amarte
tan puro y santo deber,
como el de adorar el ser
que la existencia reparte:
por eso sé idolatrarte
con sublime distinción,
y una dulce inspiración
acá en mi pecho germina,
porque eres tú, mi Rufina

También cantó a la costumbre campesina de las peleas de gallo, tan populares en los campos cubanos:

Los gallos
Para el domingo que viene
tengo un gallo matador,
que vencidas al rigor
catorce peleas tiene;
el gallero lo previene,
lo trabaja y lo voltea,
y después que lo carea
le da a comer pan con leche,
porque no quiere que se eche
o se rinda en la pelea.

Asimismo describió la fiesta más importante para los campesinos cubanos: el guateque. Hablar del campesino, es hablar del guateque, de los bailes, las comidas, las bebidas y la improvisación. Es la fiesta tradicional por excelencia, que El Cucalambé supo develar como genuina expresión de la identidad cubana.

El guateque
La gente con buena idea
a este sitio se encamina,
porque el baile la domina
y divertirse desea.
Mi corazón se recrea
viendo tanta animación,
y siento tal emoción
en esta noche galana,
que bendigo esta cubana
y campestre diversión.
Tendremos lechón asado
y otras cosas que yo sé,
vino tinto y buen café
con miel de caña endulzado.
Que no abandones mi lado
es lo que solo deseo,
y si tienes estropeo
y no quieres bailar más,
veremos a los demás
cual bailan el zapateo.

Juan Cristobal Nápoles Fajardo, El Cucalambé se estableció con su familia, formada por Rufina y sus tres hijos, en la ciudad de Santiago de Cuba, en 1858, donde se desempeñó como pagador y almacenero de Obras Públicas, como ya dijimos. Para ese entonces mueren sus dos hijos más pequeños, quedando solo Miguel Orfilio, el mayor. A los 32 años a de edad, a finales del 1861, el poeta desaparece misteriosamente y nunca más se tuvo noticias de él. Este hecho dio lugar a varias leyendas y supuestos, pero siguiendo al investigador tunero Carlos Tamayo, quien ha estudiado exhaustivamente la documentación del Archivo Histórico de Santiago de Cuba, ha develado que mientras que El Cucalambé trabajaba como pagador de Obras Públicas lo acusaron de robarse tres mil 98 pesos. Esto permitió considerar que el poeta fue hecho desaparecer por quienes sustrajeron el dinero.

Sobre la imagen de El Cucalambé también ha existido debate, pero hay un retrato (litografía) autenticado en el Archivo Nacional de Cuba.

A pesar de que su vida fue interrumpida a una joven edad, su obra ha llegado hasta nuestros días como una muestra de cubanía, identidad y patriotismo. Actualmente se conserva la finca El Cornito, en Las Tunas; que es la sede de una de las fiestas más importantes que se celebran en Cuba: la Jornada Cucalambeana. Este “guateque supremo del campesinado cubano”, como se le reconoce, se celebra cada año en la fecha de natalicio del poeta, y es el pretexto para confluir las danzas tradicionales, el repentismo, las tonadas, acompañadas del tres, las ferias de artesanía popular y la comida típica cubana, junto a otras manifestaciones artísticas como la literatura, la plástica y las artes dramáticas.


Cuba: entre la décima y el repentismo

Alexis Díaz-Pimienta
Escritor y repentista; director de la Cátedra Experimental de Poesía Improvisada de La Habana, Cuba


Alexis-Díaz Pimienta FOTO: Manuel M. Mateo

Es la improvisación poética un arte universal y es la décima una estrofa con una curiosa historia de supervivencia y resistencia, que hoy –cuando dominan las nuevas tecnologías y el reino de la no-voz (SMS, chats, whasaaps y otras hierbas)–, tan imperiosas como imperiales sonríen a dúo, no sabemos si irónicas o satisfechas, pero, eso sí, ambas adaptadas a los nuevos soportes sin renunciar a su volátil, efímera, marca de la casa: la oralidad y el canto.

En Cuba, “repentismo”, “punto cubano” o “punto guajiro”, es como se le denomina al arte de la improvisación poética, un ejercicio de estilo agonal (canto amebeo) que se ha convertido con el tiempo en la más importante manifestación poética popular de la isla, fundamentalmente en ámbitos rurales.

A diferencia de otros países en los que se improvisa con distintas estrofas (cuartetas, quintillas, sextillas, octavillas, décimas), en Cuba la improvisación es monoestrófica: sólo se improvisan décimas y para su acompañamiento se usa el “punto”, una forma musical en que se emplean básicamente instrumentos de cuerdas: laúd, tres y guitarra, acompañados por la clave y el güiro (aunque el güiro actualmente se usa menos).

El “punto” mantiene casi invariable su forma primaria, siendo la más notable variación en su desarrollo la velocidad ejecutiva de los músicos, apoyada en virtuosismos personales. Incluso, ante la invasión tecnológica y la electrificación de guitarras, treses y laúdes en los grupos y conjuntos profesionales, los poetas repentistas guardan un tácito recelo; prefieren los instrumentos “de cajón” para sus performances. Y de todos éstos, es el laúd el que comanda y guía el acompañamiento, sirviendo el tres y la guitarra como apoyatura musical. El toque del laúd es punteado, floreando e improvisando el laudista dentro del mismo punto: es él quien marca todos los cierres y las entradas de los interludios musicales. En cierto modo, el laudista comparte el protagonismo con los improvisadores, siendo mayor el vínculo que existe entre el laudista y los poetas que entre los poetas y los otros músicos.

Existen tres formas de cantar y de tocar el punto guajiro: el punto fijo, el punto cruzado y el punto libre. El punto fijo se caracteriza porque el poeta tiene que cantar sus versos a un ritmo fijo dentro de la música, o sea, “a tiempo”, sin variaciones de su medida ni su aire. Y en el punto cruzado la relación entre el canto y la música es contrapuesta, es decir, la melodía forma síncopas con el acompañamiento musical que marca el tiempo. El punto libre, también llamado “pinareño” o “vueltabajero” por ser originario de Pinar del Río, en el occidente del país, es, como su nombre indica, un punto en el que el intérprete tiene plena libertad para cantar, y es, por excelencia, el empleado para la improvisación en controversias. Es en el punto libre en el que el poeta repentista se siente más cómodo para improvisar, ya que le permite la enunciación del texto libremente, sin la obligatoriedad dictada por la música. Para ello se utiliza la llamada “tonada libre”, que aunque es siempre la misma, cada poeta la adorna o modifica según su gusto y capacidad interpretativa.

La tonada libre es actualmente la que usan la mayoría de los poetas para la improvisación, porque en ella, como dijimos, pueden acomodar y modificar su canto a la vocalización particular, velocidad interpretativa, inflexiones y timbre de cada uno. El empleo generalizado de la tonada libre ha hecho que en el plano musical el repentismo sea una especie de ‘canto’ monótono, poco variado.

En Cuba, las dos formas o variedades más importantes de la improvisación son: la controversia y el pie forzado. La controversia es la esencia misma de la improvisación cubana y la más conocida y universal de sus formas, mientras el pie forzado es canto individual, monologal, con participación del público. En todo caso, el repentismo es un arte dialógico y de competencia que, no sin justicia, fue declarado en 2012 como Patrimonio Inmaterial de la nación cubana, y Cuba es, hoy por hoy, un hervidero de improvisadores de todas las edades, sexos y estatus sociales, con una Cátedra en la Universidad de las Artes (hace 13 años) y más de 70 escuelas de repentismo infantil, que así lo corroboran. Un país donde la tradición tiene futuro.

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