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Mauricio González González ENAH / Cedicar Los comunicados del Comité Clandestino Revolucionario Indígena-Comandancia General del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) y, en particular, los firmados por el Subcomandante Marcos, han llamado la atención desde el 94 no sólo por la potencia de su contenido, sino también por su estilo. Mucha tinta corre señalando su polifonía, multivocidad que hace de su grafía un pastiche donde figuras retóricas a maneras de oxímoron, de aparentes contradicciones, subvierten órdenes hegemónicos acuerpando en un mismo escrito un manifiesto, un mito indiano, una denuncia, un ensayo político y una propuesta antisistémica al fuego de la ironía de quien sabe hacer de la montaña bastión de mundos posibles. La palabra es una de las principales armas del EZLN, poética cuyo discurso no sólo interpela a los subalternos, también organiza. Es el caso de quienes dieron respuesta a la rebelión zapatista haciendo de su música instrumento de difusión. No es extraño entonces que sobre todo géneros de fusión hayan emulado musicalmente el estilo de los comunicados. Dentro de los paradigmáticos está Manu Chao, quien en su primer disco solista intercaló diferentes samplers con la Cuarta Declaración de la Selva Lacandona: “Nuestra lucha es por el respeto a gobernar y gobernarnos y el mal gobierno impone a los más la ley de los menos. Nuestra lucha es por la libertad para el pensamiento y el caminar y el mal gobierno pone cárceles y tumbas. Nuestra lucha es por la justicia y el mal gobierno se llena de criminales y asesinos. Techo, tierra, trabajo, pan, salud, educación, independencia, democracia, libertad. Estas fueron nuestras demandas en la larga noche de los 500 años. Estas son hoy nuestras exigencias”. En esa tesitura –de la llamada música mestiza– la banda madrileña Amparanoia sacará en la portada de su cuarto LP, Somos viento (2002),el rostro de una mujer zapatista. La canción que da título al disco evoca La Marcha del Color de la Tierra: “No voy a pedir permiso para ser libre. Sí, yo estaba allí, cada palabra sentí, el 12 de marzo en Distrito Federal, esperanza y abrazo, ‘liberta’ y ‘dignida’. No estamos de paso. No somos fracaso. No estamos de paso. No somos fracaso”. Emblemático también ha sido el trabajo de Fermin Muguruza, ex integrante de Kortatu y Negu Gorriak (del rock radical vasco), que en su álbum Brigadistak Sound System (1999), ofrecía un llamado solidario al “tercer hombro”. Al inicio de Brigadistak se oye una voz femenina que dice: “Compañeros del mundo, por favor sigan viniendo a las comunidades indígenas en resistencia, les pedimos que no cejen en sus esfuerzos y solidaridad. Su presencia es imprescindible para evitar la barbarie. Llamamos a todos y a todas a no soñar, sino a algo más simple y definitivo: los llamamos a despertar”. Muguruza, haciendo eco autogestivo, fundó Esan Ozenki Records, donde ha promovido a bandas como Hechos contra el Decoro, quienes en 1998 produjeron la canción Un mundo donde quepan muchos mundos, compañera de innumerables actos neozapatistas. Esa fusión que combina hip-hop, rap, funk, ska, rock, punk y reggae empujó a colectivos como Radio Raheem (cuyo nombre es el de una canción de Negu Gorriak), grabando en 1999 el tema EZLN. Pero el rock duro también hizo lo suyo. En los años 90’s Rage Against the Machine, y en particular su vocalista Zack de la Rocha, no obvió la afinidad con los encapuchados del sureste. En 1996 lanzaron como primer sencillo del álbum Evil Empire la canción The people of the sun, cuyo video mostraba la relación entre la lucha indígenas con el negocio de la guerra estadounidense. Por su parte, la banda de punk alemana Die Goldenen Zitronen grabó en pleno 1994 Mexico e. EZLN, dando a conocer la afronta contra el gobierno de Carlos Salinas de Gortari. En México han sido muchos los que hicieron de los sin voz su letra. Destacan Los Nakos con el disco Va por Chiapas, donde graban la que quizá sea la versión más popular, junto a la de Rita Guerrero, del Himno zapatista. Sobresaliente son también Tijuana No!, banda de ska, rock y hip-hop que en 2002 produjo Transgresores de la ley, cuyo coro retoma el revolucionario “¡Tierra y libertad!” mezclado con demandas neozapatistas. Rodrigo López, bajo el pseudónimo de lenguAlerta, en el disco Resonante (2010) incluye un fragmento de La historia de los sueños para inducir a Somos, tema en que se escucha la voz del Sup evocando al Viejo Antonio: “(…) Tiene la tierra, nuestra madre grande, dos pechos para que los hombres y mujeres aprendan a soñar. Aprendiendo a soñar aprenden a hacerse grandes, a hacerse dignos, aprenden a luchar. Por eso cuando los hombres y mujeres verdaderos dicen ‘vamos a soñar’, dicen y se dicen ‘vamos a luchar”’. Este recurso es el de La Calzada de los Muertos, que en Revolución (2006), a ritmo de ska comienza con el Sub recordando cómo “La guerra zapatista es sólo una parte de esa gran guerra que es la lucha entre la memoria que aspira a futuro y el olvido con vocación extranjera”. Una voz cuyo color ha servido incluso para hacerle solista: Vive el ¡Ya Basta! o La selva son canciones donde Marcos aparece con una base rítmica que le hace “rappear”. Y es P18 que incluye la bienvenida de la Mayor Ana María al Primer Encuentro Intercontinental por la Humanidad y contra el Neoliberalismo de 1996, en La lucha sigue. Pero la música zapatista es plural como su fuente, y las bases de apoyo lo constatan en la composición de corridos, unos de cepa chiapaneca que bailan a la voz de “En un lugar de la Sierra, año del 94, San Cristóbal de las Casas y otros pueblos aledaños, los cuales fueron tomados por el Comandante Marcos (…)”. Por último, vale la pena destacar el soundtrack de la película Corazón del tiempo (2008), de Alberto Cortés, donde se escuchan composiciones de Kelvis Ochoa y Descemer Bueno interpretadas por Cecilia Toussaint y Marina Abad, La Canillas, de Ojos de Brujo. Así, las poéticas zapatistas aparecen con fuerza no sólo en significación, pues si de poiesis se trata, es decir, de producción, el territorio zapatista lo encarna sin metáfora, con color de la tierra.
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