ué? Jazz. ¿Dónde? En la nueva Sala Telefónica inaugurada hace poco en terrenos de la SACM. ¿Quién? Wycliffe Gordon y su cuarteto. ¿Alineación? El propio Gordon en trombón, trompeta y voz, Ehud Asherie en piano, Yasushi Nakamura en contrabajo, Alvin Atkinson Jr. en batería. (Nada mejor que una banda multiétnica para darle sabor al caldo). ¿Contexto? La serie de presentaciones que bajo el rubro NY Jazz All Stars organiza y difunde en México el trompetista y promotor Eugenio Elías. ¿Conexión institucional? La mejor posible: el proyecto Jazz at Lincoln Center que preside Wynton Marsalis. ¿Primeras referencias sonoras de la velada? El swing y el dixieland. ¿Homenaje particular? A Louis Satchmo Armstrong, a través de buenas aproximaciones a su voz y a su trompeta a cargo de Gordon. ¿Ornamento específico de estilo? Un skat muy bien trabajado, que funciona especialmente bien en ciertos episodios a manera de responsorio entre el trombón y la voz. ¿Otra referencia destacada? A la música inmortal de Edward Kennedy Duke Ellington. ¿Por ejemplo? Una gran versión de It don’t mean a thing, en la que el uso de las sordinas (incluyendo la infaltable bomba destapacaños) lleva la música a estratos sonoros cercanos a la legendaria Sequenza V para trombón solo de Luciano Berio. ¿Alguna sorpresa notable? Varias. Entre ellas, por ejemplo, el vasto repertorio de efectos sonoros y modos de producción a cargo de Atkinson Jr., destacando el sistemático y eficaz uso del rim shot y la asombrosa creación de melodías en… ¡la tarola! Por si fuera poco, Atkinson Jr. también canta, y su alucinante dueto vocal con Wycliffe Gordon resulta una de las cimas de la noche. ¿Algunas otras referencias memorables? El ragtime, por ejemplo, y la música indispensable de Fats Waller. Sus African ripples brillan intensamente en el piano solo de Ehud Asherie, quien va y viene con gran flexibilidad entre sus propias contribuciones estilísticas y el homenaje al stride piano, la marca personal de la música de Waller. ¿A quién más se refiere Wycliffe Gordon a lo largo de la noche? A su ilustre colega y antecesor Jack Teagarden, un grande del trombón. La interpretación de su Black & Blue, formidable pieza contestataria y polisémica cuyo texto es una poderosa declaración política, deviene ejemplar lección de coherencia instrumental. ¿Alguna otra cosa que deban ustedes saber? Un par, al menos. Wycliffe Gordon toca brevemente un mini-trombón que es el soprano de la familia, del que extrae todas las virtudes del trombón y algunas más asociadas con la trompeta, instrumento del que también es un sólido ejecutante. Y en la sabrosa ejecución de la legendaria Caravan de Ellington, el otro trombón de Gordon, el grande, comienza sonando como un didjeridoo, dándole kilométrica amplitud al rango sonoro del cuarteto.
Dicho lo cual me bajo de esta especie de ejercicio de estilo de escuela periodística de otros tiempos para comentar que, por lo visto y escuchado esa noche, es evidente que esta serie jazzística viene a paliar un poco, en buena hora, la evidente y ya añeja carencia de espacios para el buen jazz en esta metrópoli y en esta nación. La Sala Telefónica es un espacio muy adecuado para el quehacer musical, y exhibe la virtud de tener el tamaño idóneo para colocarse a medio camino entre la Sala Carlos Chávez (chica) y la Sala Nezahualcóyotl (grande), que buena falta hacía por estos rumbos. Sería formidable que se programara allí buena música de cámara, desde recitales a solo hasta una sinfónica mediana tipo Mozart-Haydn, que permitieran calibrar en condiciones más exigentes (léase unplugged) las buenas cualidades acústicas de la sala. Por lo pronto, lo que hay en el futuro de este espacio es jazz, jazz y más jazz: la serie se reanuda el 7 de septiembre con Vincent Gardner, y las presentaciones siguientes serán protagonizadas por John Ellis, Matt Wilson y Ali Jackson. Resumen y conclusión: hay pocas experiencias musicales tan energizantes y potentes como una buena sesión de jazz. La de Wycliffe Gordon y sus cómplices fue de primera.