Opinión
Ver día anteriorDomingo 28 de julio de 2013Ver día siguienteEdiciones anteriores
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El cuadrante de la soledad
M

añana lunes se darán a conocer las cifras sobre pobreza y desigualdad que el Consejo Nacional de Evaluación de la Política Social (Coneval) calcula con base en la Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos de los Hogares (ENIGH) que el Inegi dio a conocer en días pasados. El retrato del México de hoy que esa información dibuja es del todo distinto a la que se dieron a divulgar los publicistas oficiales y la miríada de oficiosos “ spin doctors” que hizo emerger el cambio de gobierno y el ascenso del PRI a la Presidencia de la República.

Junto con los datos difundidos el martes sobre el empleo, lo que el Coneval nos dirá completa el cuadrante de la soledad a que nos ha llevado la crisis global que se esparce sin darle cuartel a nadie pero, sobre todo, el mantenimiento de la estrategia de desarrollo basada en el crecimiento hacia fuera ligado a las exportaciones. Somos igual de desiguales que hace dos años, tenemos más pobres conviviendo con nosotros, no sólo en el sombrío mundo rural sino en las otrora presuntuosas urbes del centro y el norte de México, donde la mayoría de nuestros trabajadores viven una circunstancia dolorosa de vulnerabilidad, falta de protección y seguridad social, además de los bajos o mediocres salarios.

Nos guste o no esta deforme modernidad que se desplegó con el nuevo milenio, es imperioso admitirla como el dique principal que impide siquiera pensar en la recuperación del sueño secular de la Grandeza Mexicana que nos pintó Bernardo de Balbuena y que Salvador Novo quiso reditar en el siglo anterior.

Insistir en que esa grandeza está a la vuelta de la esquina, como se empeñan en hacerlo el gobierno y su coro de aficionados a la invención de expectativas, no hará sino enturbiar el panorama, acentuar el encono de muchos grupos y comunidades desamparadas y acabar de sofocar el clima de mutismo que impera en la vida pública para volverlo abierto y destructivo autismo, lo peor que le puede acaecer a una democracia como la que tenemos, sostenida en castillos de arena con cimientos de desigualdad social y económica inicuos.

La tentación de proclamar que el modelito ha tocado fondo, sin embargo, se estrella contra el escenario lúgubre de Europa y la incertidumbre que embarga a la patria de Lincoln. El margen de maniobra para actuar en contra del ciclo recesivo y en pro del empleo digno se ha estrechado aún más, pero es razonable todavía imaginar que con base en la población y su juventud podría echarse a caminar la máquina productiva con que contamos y abrir senderos para otro curso de evolución económica y social.

Para esto se requiere algo más, mucho más, que la paciencia inveterada del pueblo, la elocuencia desatada de los que mandan o la insolencia de los ricos que no cesan en su acoso chantajista con un gobierno solícito y atento a sus designios.

Se hace camino al andar, dice el poema; lo malo es que la maleza insolente de la rutina en que han caído los grupos dirigentes no deja ver los muchos baches que más de dos décadas de necedad han creado, no sólo al pasar sino para adelante.

El ruido y la furia vendrán, porque después de todo no somos tan singulares. Mas consolarse con eso no sirve para imaginar y diseñar la invención de auténticas estructuras de oportunidad para un tránsito prometedor. Pero así y con lo que tenemos, hay que abrirse paso, sin prisa pero sin pausa.