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Marco Zamudio exhibirá por primera vez sus cuadros en un espacio museístico

Respeto el arte conceptual como postura, pero no la charlatanería

Debemos rescatar el oficio pictórico, el buen dibujo y las técnicas antiguas, dice a La Jornada

Adelanta que el 8 de agosto abrirá su muestra Sublimes irredentas, en el Museo de El Carmen

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Marco Zamudio, en su estudio, durante la charla con La JornadaFoto Mónica Mateos-Vega
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Dos de las obras de Marco Zamudio, que mostrará en el Museo de El Carmen a partir del 8 de agostoFoto cortesía del artista
 
Periódico La Jornada
Martes 23 de julio de 2013, p. 4

El pintor Marco Zamudio (DF, 1973) se asume como parte de una generación de artistas entre los que hay un hartazgo respecto del arte conceptual y apuntan sus pinceles hacia los buenos tratamientos, hacia el arte reconocible, es decir, a rescatar el oficio, el buen dibujo, las técnicas antiguas. Hay una apuesta por un re-renacimiento.

Egresado de la Escuela Nacional de Artes Plásticas de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), con dos décadas de vivir de y por la pintura, es autor de los murales El andén de los Ouróboros, inaugurado el pasado marzo en la estación Tlatelolco de la línea 3 del Metro, y El usuario, que pintó en 2010 en la estación Insurgentes de la línea 1 de ese Sistema de Transporte Colectivo.

Después de una relevante carrera y de exponer obra en diversas galerías, a final de cuentas, espacios que pertenecen a un círculo a veces cerrado, por primera vez exhibirá en un museo con acceso al gran público: el Museo de El Carmen, en San Ángel. La muestra se titula Sublimes irredentas y reúne poco más de 80 cuadros, creados de 1992 a la fecha.

Avidez del público

En entrevista con La Jornada, Marco Zamudio reitera: “Respeto al arte conceptual como postura, pero no la charlatanería que se escuda tras él, ni a esos clanes de mafiosos del arte que se han apoderado de esa tendencia que lo único que tiene es choro.

“Ahora, en los museos no se va a ver obras ‘manuales’, por llamarlas de alguna manera. Los recintos se han convertido en salas de lectura. No está mal, qué bien que existan teóricos y críticos del arte, pero se le da más importancia a los curadores y a los museógrafos que a los propios artistas”.

Luego de su experiencia pintando durante varios meses sus murales en estaciones del Metro, donde tuvo oportunidad de convivir con usuarios de ese sistema de transporte, el artista afirma que el público en general está ávido, hambriento por ver cosas reconocibles, nuevas posturas dentro de los mismos lenguajes. Por eso considero que la pintura no ha muerto, ni la escultura ni el arte figurativo ni el abstracto.

Marco Zamudio lamenta que escuelas como la Nacional de Pintura, Escultura y Grabado La Esmeralda se hayan perdido en labores conceptuales y se haga de lado la enseñanza del oficio, pues pintar es todo un rito, desde la preparación de las telas, cosa que yo hago. No preparo los óleos, porque ya sería demasiado, pero trato de ser lo más artesanal posible.

Lo básico, insiste, “es el dibujo. Lo fijo en el lienzo, modelo los elementos con una grisalla es-

pecífica y al terminar comienzo con las veladuras de color. Eso ya casi no se hace, pocos pintores rescatan esta técnica. Lo hago porque me gusta mucho la factura antigua, que se vea el trabajo del pintor en cada capa. Ese ha sido mi motivo de estudio.

“Ahora se ven obras que a los tres o cuatro años ya están destruidas, lo cual refleja una falta de oficio, pero como estamos enrollados con el arte conceptual a muchos les vale un comino.

“Ahí tenemos al tiburón de Damien Hirst, que se echó a perder a dos años de haberlo vendido en 22 millones de dólares, y volvieron a cazar otro. Eso es parte de la polémica de esas tendencias que no son tan nuevas, pues el arte conceptual de Marcel Duchamp está a punto de cumplir cien años, pero ahora son de mucho bluff.

La mayoría de los artistas conceptuales de hoy día no tienen un trasfondo siquiera vivencial, se trata de puro niño rico que hace dos o tres lecturas, se va al extranjero y piensa que al regresar puede hacer mil tonterías, pero están apoyados por esa mafia que al final cumple su objetivo: enriquecerse.

Contra el egoísmo

Además de pintar, Marco Zamudio se dedica con ahínco a la enseñanza: “Hago lo que no hicieron conmigo, pues me la pasé siguiendo maestros como mujer loca por su novio, tratando de aprender todas las técnicas, y me di cuenta de que existe un egoísmo brutal en el medio. Se privilegia el yoísmo.

“Los pintores todo se lo guardan, no comparten porque los que vienen detrás se convierten en competencia y como es un medio tan cerrado, lo es más el círculo de los compradores. Algunos de mis colegas se convierten en jauría que se pelea por un pedazo de carne.

En lo personal, trato de evitarlo. Tuve varios ayudantes cuando hice los murales en el Metro, y en mi estudio imparto talleres a jóvenes, tratando de compartir todo lo que he aprendido, porque hasta la fecha sigo padeciendo el encontrar buenos maestros que no sean envidiosos.

Zamudio fue aprendiz, colaborador y asistente en el taller del pintor Arturo Rivera. También reconoce como uno de sus grandes mentores a Jorge Albarrán, quien le enseñó el buen dibujo.

Aunque en su obra plasma elementos reales, es renuente a que le digan que pertenece al género del hiperrealismo. Mis propuestas son más por un sentido del placer visual que por estar apegado a algún ismo, explica el artista.

La exposición Sublimes irredentas incluye una muestra de sus primeros cuadros elaborados en 1992 hasta los recientes, no pretendía ser una retrospectiva, pero sin querer se dio, gracias a los organizadores y a seis o siete coleccionistas que tienen obra mía, la que considero menos comercial y que es la que me interesa mostrar: esa tendencia oscura, ese dramatismo, los claroscuros, la preocupación por la muerte, además de mi conflictiva relación con las mujeres. Esos dos símbolos están presentes en mis pinturas.

Zamudio también tiene en puerta la realización de otro mural en la estación Tlatelolco del Metro. Respecto de sus experiencias previas señala: “Descubrí que los muralistas somos al mismo tiempo una suerte de rockstars y voceros de todo el público. Durante mis jornadas laborales escuché a muchas personas. En el Metro Insurgentes estuve cuatro meses, pero puedo decir que sólo trabajé uno, el resto del tiempo fue una suerte de labor social, conocer las penas, miserias y felicidades de todo mundo. De esas charlas salieron dos o tres personajes que incluí en el primer mural.

“Por ejemplo, conocí a 44 homosexuales que reclamaron su personaje, a madres que perdieron a sus hijos, prostitutas, personas de Tepito o de la colonia Morelos que se presentaron como asesinos a sueldo, también a los que se creen ricos y no merecedores de andar en el Metro. En general, creo que 95 por ciento de las personas que traté quedó satisfecho con mi trabajo.

“Los murales siguen siendo la manera más efectiva de hacer arte público. Me preguntaban dónde ir a ver mi obra, o si los iban a dejar entrar a una galería. Si bien esos recintos son a veces círculos cerrados, deberían estar abiertas para todos. Me he peleado con muchísimos galeristas porque considero que mi obra la puede ver y tener cualquiera. Por eso hice los murales, cada uno costó alrededor de un millón de pesos, pero 50 por ciento vino de mi bolsa, porque desde que decidí ser pintor adquirí el compromiso social de generar cultura.

Claro que me interesa tener fortuna y fama con lo que hago, pero no es mi primera preocupación, sino adquirir el reconocimiento como promotor cultural, y que quede constancia de que cualquier pintor con ganas de aprender puede venir a mi estudio, con la certeza de que le intentaré enseñar bien, concluye el artista.

La exposición Sublimes irredentas, de Marco Zamudio, será inaugurada en el Museo de El Carmen (avenida Revolución, esquina Monasterio, San Ángel), del Instituto Nacional de Antropología e Historia, el jueves 8 agosto, a las 18:45 horas.