Opinión
Ver día anteriorViernes 19 de julio de 2013Ver día siguienteEdiciones anteriores
Servicio Sindicado RSS
Dixio
 
Chihuahua: autoritarismo de compadres y abstencionismo
L

uego de las elecciones del 7 de julio, en Chihuahua se consolida un modelo que podríamos llamar de autoritarismo de compadres, combinado con una baja participación ciudadana, lo que va generando un círculo vicioso para la población y virtuoso para la oligocracia política.

El PRI con sus aliados obtiene el triunfo en 51 municipios. El PAN gana 15 municipalidades de las 24 que tenía, retiene Delicias y gana Cuauhtémoc al PRI. De las 22 diputaciones locales uninominales, la coalición priísta gana 18, y Acción Nacional, cuatro. Gracias a, o por culpa de, según se quiera ver, la transferencia de votos del PRI a sus aliados de la chiquillada, el tricolor contará sólo con 16 de 33 diputaciones, por siete del PAN, tres del Panal, dos del PVEM, el PRD y el PT y uno del Movimiento Ciudadano.

No puede decirse que fueron elecciones limpias, hay varias impugnaciones del PAN. Volvieron las formas tradicionales de acarreo, sobre todo de indígenas, la compra de votos ahora combinada con presencia de golpeadores del PRI en varios municipios. En la zona occidental del estado, donde el terror se ha enseñoreado estos últimos años, en algunas partes se amedrentó a los votantes mediante la presencia de exagerados operativos policiacos, en otros, mediante la ausencia total de los elementos de seguridad.

El PRI gobernará ahora en más municipios, y si es que sus aliados electorales no se venden a otro mejor postor, mantendrá su hegemonía en el Congreso. Sin embargo, para el gobernador, quien deseaba el carro completo, no deja de ser una victoria raspada, pues además varias de las derrotas se deben a la división que provocó en su partido al imponer candidatos. El PAN no logró levantarse de la debacle de 2012 como hubiera querido, pero es un pequeño triunfo no haber retrocedido más. Indudablemente los grandes ganones de estas elecciones fueron los verdes, panales, perredistas y petistas, pues podrán colocar a los miembros de sus dinastías dominantes en el Congreso, colgados de su apoyo al PRI.

En cuanto a la participación electoral, Chihuahua se sigue manteniendo entre las entidades con más alto nivel de abstencionismo: alrededor de 60 por ciento en estas elecciones. A pesar de un gasto de más de mil 200 millones de pesos en tres años, el Instituto Estatal de Elecciones sólo incrementó marginalmente la asistencia a las urnas. Los más altos índices de abstencionismo se dan en las ciudades más grandes del estado: Juárez, con 70 por ciento; Cuauhtémoc, con 63.75 por ciento, y Chihuahua, con 61.17 por ciento. Otras ciudades como Delicias, Parral y Nuevo Casas Grandes se cuentan también entre los 10 municipios más abstencionistas. Del otro lado del espectro, hay ocho municipios en los que la participación electoral superó 70 por ciento, todos rurales. En cuatro de ellos ganó el PAN solo, y en otro, aliado con el PT. Este partido ganó uno más.

Parece, pues, que la población más informada, más expuesta a los grandes medios, la urbana, es la que muestra más rechazo a participar. Por otro lado, es claro que en los municipios pequeños, cuando hay una competencia cerrada entre partidos o coaliciones, la población se vuelca a votar en mucha mayor proporción y logra vencer al PRI en varios casos. Llama la atención el alto número de votos nulos: en el PREP de diputaciones por distrito llegó a 53 mil 359, mucho más que cualquiera de los partidos que no sea el PAN o el PRI.

A pesar de todo, el PRI y el gobernador César Duarte Jáquez mantienen su hegemonía en Chihuahua. Seguirán sin contrapesos fuertes, lo que permitirá que en la entidad siga operando el autoritarismo de compadres, es decir, un conjunto de prácticas autoritarias ejercidas desde el Poder Ejecutivo avaladas por los partidos de la chiquillada –aquí el PRD se hizo chiquito– a cambio de curules, sindicaturas, regidurías, privilegios y otros favores, y también por el sindicalismo charro.

Este autoritarismo pactado por la mayoría de los actores políticos hace que la democracia funcione a medias y la población no vea su trascendencia para resolver sus problemas cotidianos. Se produce así un divorcio drástico entre el sistema de partidos y elecciones y las y los ciudadanos. Éstos se alejan de las urnas, desilusionados por la colusión entre los partidos y el gobierno, los enormes privilegios que se otorgan entre ellos y los trucos para lucrar, como las coaliciones en torno al PRI y el mercadeo del sufragio para dar respiración artificial a los partidoides aliados. Hay un fuerte rechazo pasivo de la ciudadanía, que se expresa en los votos nulos y el abstencionismo; el sistema de representación política está en crisis.

Sin embargo, el abstencionismo o la crisis de representación preocupan a analistas y académicos, no a los partidos ni al gobierno. Ellos se sirven con la cuchara grande y malgobiernan así tengan el apoyo del total o del 10 por ciento del electorado. Así se consolida en Chihuahua y en varios otros estados el gobernadorismo, el poder desproporcionado de los gobernadores, producto del debilitamiento del presidencialismo y a la vez terrible rémora de la consolidación de la democracia.

Tampoco el abstencionismo o la crisis de representación parecen preocuparles a sus protagonistas, a los ciudadanos que se alejan de las urnas o a quienes anulan su voto. Están muy desilusionados y totalmente descreídos del sistema político, pero no pasan a un hartazgo activo.

Tal vez algo de la explicación de esta pasividad se deba al deterioro de las condiciones de vida y a la inseguridad, pues impiden a la gente preocuparse más allá de lo inmediato. Seguramente si estuviéramos en un momento de ascenso económico para las mayorías, como en Brasil o en Turquía, Chihuahua y todo México estarían en ascuas.

A mayor pobreza y mayor violencia, mayor autoritarismo, sería la fórmula perfecta para muchos años de PRI.