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Retrospectiva de Ventura Pons
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Fotograma de la cinta Año de gracia, del cineasta catalán Ventura Pons, de quien la Cineteca Nacional presenta este mes una ambiciosa retrospectiva con 18 largometrajes
U

na cinematografía a la deriva. Luego del reciente anuncio de la dimisión de Pedro Pérez, presidente de la Federación de Aso- ciaciones de Productores de España (FAPAE), gran negociador y defensor del cine ibérico, y la desaparición de la distribuidora Alta Films, responsable mayor de importar cine de autor a la península, a lo que se suma una insensible alza de impuestos a las salas de cine en España que ha pasado del 8 al 21 por ciento afectando seriamente al sistema de exhibición y dejando salas hoy semivacías, el futuro del cine español es, por decir lo menos, incierto. Esto explica su escasa representación actual en los grandes festivales y también el desánimo o el recurso a la seguridad y a las rutinas por parte de los cineastas más reconocidos.

Un caso emblemático es el de Pedro Almodóvar, cuya cinta más reciente, Los amantes pasajeros, no es ni la pálida sombra, y sí la muy estridente reverberación, de aquellas comedias deliciosas del inicio de su carrera.

Ante este panorama desolador resulta afortunada la revisión de la trayectoria del realizador catalán Ventura Pons, figura apenas conocida en México, pero dueño de una de las trayectorias más estimulantes del cine español posterior a la dictadura franquista.

La Cineteca Nacional propone este mes una ambiciosa retrospectiva de su trabajo, con 18 largometrajes donde hay dramas costumbristas, azarosas reflexiones metafísicas, elogios irrefrenables a Barcelona, su ciudad natal, y a una cultura y una lengua catalanas que con este cine gana una visibilidad por largo tiempo escamoteada.

Domina, entre las comedias irreverentes, una trilogía minimalista (El porqué de las cosas, Caricias y Morir (o no), con historias yuxtapuestas donde los personajes transitan de un episodio a otro, hasta sumar a veces 15 viñetas, como ilustraciones de alguna sensación determinada, Dolor, Fe, Sumisión, Celos, Deseo, Pasión, como estaciones también de un martirologio pagano, o como el inventario lúdico y mordaz de las ortodoxias sexuales y su contraparte obligada, ese conformismo burgués que Ventura Pons fustiga maliciosamente.

Cada una de esas historias habla de alguna fractura en el discurso amoroso, de la súbita y dolorosa conciencia del autoengaño pasional o de aquella tiranía del sexo que sustituye precariamente a una legítima necesidad de afecto.

Resulta curioso y afortunado que en la Cineteca Nacional coincidan este mes las retrospectivas del autor de Anita no pierde el tren y la de Jaime Humberto Hermosillo. Algunos títulos del reciente cine digital de éste último (Amor, Rencor, El Edén) podrían en efecto remitir al cine de Ventura Pons y a su exploración de una cartografía sentimental donde coexisten el azote pasional y el desenfado humorístico. Aunque de manera abusiva se suele asociar el cine de Hermosillo con el de Pedro Almodóvar, en realidad los vasos comunicantes y la complicidad esencial son más precisos con las inquietudes siempre vivas y rebeldes del cineasta catalán.

Tómense por ejemplo las dolorosas solicitaciones de cariño y los expiatorios rituales de la culpa en El malogrado amor de Sebastián, de Hermosillo, y el universo atormentado que describe Ventura Pons en Amic/Amat (1998), prefiguración de la sulfurosa novelística de un Álvaro Pombo (Contra natura, Anagrama, 2005). ¿Qué encontramos en esta última cinta? Mendicidad afectiva de un profesor maduro hacia un joven prostituto, constatación patética de que el objeto amado sólo puede ser representación de la crueldad y del suplicio. Radiografía del amor no correspon-dido en sus vertientes más extremas y melodramáticas. Abyección sin límites que es también provocación y narcisismo insolente (Dice el prostituto al profesor: Me retiraré de este oficio cuando mi cuerpo provoque la mitad de asco que provoca el tuyo). Réplica airosa del sentimentalmente derrotado: Un profesor universitario; un dependiente en una tienda de señoras; así se resume mi presente y tu futuro).

Cabe decir que este pesimismo radical no es la característica mayor del cine de Ventura Pons, aunque sí una de sus facetas más novedosas. Hay otros aspectos interesantes: el humorismo y desenfado de Actrices y Año de gracia; el tributo a una época, una disidencia sexual y una ciudad predilecta en Ocaña, retrato intermitente, y Barcelona (un mapa); la disección de nuevo implacable de las miserias humanas en Mil cretinos o en Forasteros; y la arriesgada y venturosa adaptación de la novela Food for love (Manjar de amor), de David Leavitt, en la primera cinta del barcelonés en lengua inglesa.

Ventura Pons sigue filmando, al margen de modas y frivolidades, una larga comedia de costumbres citadinas y herejías sexuales en una época de crisis de la que bien pudiera ser hoy el cronista privilegiado, pues como su personaje Anita (Rosa María Sardà, su actriz fetiche), el gran aventurero del cine catalán tampoco pierde el tren.

Twitter: @CarlosBonfil1