na de las mejores pistas sobre la evolución futura de la economía mundial está en los índices de capacidad productiva instalada en la industria. Este es un indicador clave al que se presta poca atención a pesar de su gran importancia. Y hoy día, por países y por industrias, el panorama no es muy alentador.
Cuando se toman decisiones de inversión en una nueva planta industrial normalmente se deja un margen de seguridad: la capacidad de la planta rebasa los pronósticos sobre crecimiento de la demanda final del producto. Esto permite enfrentar las fluctuaciones de la demanda y es un importante mecanismo de competencia en el interior de la industria.
La situación es distinta cuando los niveles de capacidad instalada ociosa aumentan más allá de esos parámetros normales. Eso revela que las decisiones de inversión del pasado calcularon mal la evolución de la demanda agregada. Eso puede sucederle a un capitalista en lo individual: tendrá que enfrentar sus inventarios no vendidos como pueda (o irse a la quiebra). Pero cuando los niveles de capacidad ociosa aumentan para todas las ramas de la industria, la señal es clara: hay un problema macroeconómico. La crisis es la única salida para destruir parte del capital instalado y volver a recomenzar. Sólo que aquí la destrucción de capital es real, a diferencia de las pérdidas de riqueza de papel
típicas de las crisis en los mercados financieros. La lógica de la economía capitalista es tan inexorable como destructiva.
Los altos niveles de sobreinversión (y su espejo, la capacidad ociosa) tienen varios efectos negativos. El primero pesa sobre la rentabilidad: los costos fijos pesan más dentro del costo total de producción. Esos costos fijos no dependen de la cantidad producida y la empresa incurre en ellos por el solo hecho de haber invertido en la planta. Se produzca o no, hay que pagarlos.
Un reflejo típico es reducir los costos variables disminuyendo el número de turnos y la duración de la jornada de trabajo. Los despidos técnicos se multiplican, lo que significa que la demanda agregada se ve afectada y eso agrava el ciclo: la reducción en la masa salarial reduce más el poder de compra y eso implica crecimiento de inventarios no vendidos, y se llega a otra vuelta en la tuerca de la represión económica. La crisis se profundiza.
Cuando hay exceso de capacidad instalada una reacción típica consiste en reducir precios para vender más, pero eso descorazona las nuevas inversiones. Y si la inversión se reduce, la demanda agregada se desploma y la crisis se agudiza. Si todo esto se acompaña de una postura de austeridad fiscal, la recesión se agrava y su duración se prolonga. Las perspectivas de recuperación se hacen cada vez más débiles. Es exactamente lo que ocurre hoy en la economía mundial.
¿Cómo se presenta hoy en día el panorama de la capacidad instalada? Los últimos datos de las encuestas de la Reserva federal en Estados Unidos muestran que el primer trimestre de 2013 el nivel de capacidad utilizada en el conjunto de la industria manufacturera en ese país fue de 70 por ciento. Se trata del nivel más bajo desde octubre de 2012, lo que indica que la economía estadunidense continúa perdiendo dinamismo. Lo más serio es que este desempeño mantiene la tendencia negativa que ya se observa en la economía estadunidense desde 1990.
Claro, hay una gran disparidad en los niveles de capacidad ociosa en las distintas ramas de la industria manufacturera: un análisis más detallado de la matriz insumo-producto permitiría desentrañar los efectos interindustriales de estas disparidades.
El récord histórico (desde 1960) muestra una tendencia secular negativa en los niveles de capacidad utilizada en la industria manufacturera de Estados Unidos. Y después de cada una de las siete recesiones importantes sufridas por la economía estadunidense (comenzando con la de 1960-61), los niveles de capacidad utilizada se han ido reduciendo; es decir, las recuperaciones son cada vez más débiles. El nivel de capacidad utilizada hoy corresponde al de los baches de las tres recesiones anteriores.
Los altos niveles de capacidad ociosa (o de sobreinversión) no se limitan a Estados Unidos. Casi todas las industrias importantes en el mundo muestran señales de sobreinversión: cemento, acero, vidrio, química pesada, maquinaria para construcción, automotriz, naval, semiconductores, hotelería y la metal-mecánica muestran bajos niveles de capacidad utilizada. Y la experiencia es compartida por los principales países europeos y China. Los datos del FMI sobre China indican una dramática caída en los niveles de capacidad utilizada: de un pico de 89 por ciento en 2000 a un alarmante 60 porciento en 2011. Los problemas crónicos de sobreinversión han marcado a la economía china desde hace más de una década y ahora con la caída en la demanda en Europa y Estados Unidos, las cosas tenderán a empeorar.
Este indicador olvidado revela que la recuperación tardará mucho y que la crisis, con todas sus secuelas, será más larga de lo que esperan las esferas oficiales.