ace casi 20 años el maestro José Luis Moreno escribió un importante ensayo donde exponía los problemas del agua en Sonora. Sostenía que el preciado líquido era escaso, estaba mal utilizado, contaminado y constituía uno de los conflictos más importantes de la historia contemporánea de esa entidad. Con la mayor parte de su territorio desértico, había que proporcionar líquido de buena calidad a una población y una economía que no cesaban de crecer. En diversas regiones lo contaminaban residuos de agroquímicos y las aguas negras de las poblaciones, la industria y los servicios. Además, se utilizaba con altos índices de ineficiencia agravando los problemas sociales, económicos y políticos entre los usuarios.
En Sonora el agua de lluvia es la mitad del promedio nacional, 13 veces menos que en Chiapas y, como anota Moreno, con una alta evaporación. No faltó el líquido cuando sus principales asentamientos humanos estaban en la región serrana. Pero con los grandes proyectos hidroagrícolas establecidos en la planicie y la costa a partir de los años 40 del siglo pasado, crecieron aceleradamente Hermosillo, Obregón, Guaymas-Empalme, Nogales, San Luis Río Colorado, Navojoa. También las maquiladoras en la frontera con Estados Unidos. Hoy dos terceras partes de la población de Sonora vive en regiones donde existe menos de un tercio de la disponibilidad hidrológica, aportada por los caudales de siete cuencas. Todas severamente contaminadas y con sistemas de tratamiento insuficientes.
Para el investigador de El Colegio de Sonora, la crisis del agua se originaba en su explotación intensiva por el sector agrícola, muy importante, pues brinda alimentos a la población nacional y cosechas para el mercado internacional. A más exigencias del mercado, sobrexplotación de los mantos freáticos (tres veces mayor que su recarga), con un abatimiento anual de los acuíferos de entre uno y dos metros y la consecuente salinización y abandono de áreas de siembra, como en Guaymas, Hermosillo y Caborca. Por lo que vemos ahora, no sirvieron los programas para reducir el abatimiento y la salinización en base al uso racional del líquido y el cambio de cultivos. En 1994 los mantos estaban a profundidades que rebasaban los 50 metros bajo el nivel del mar. ¿Hoy?
En Sonora 97 por ciento de toda el agua se destina al sector agrícola. Apenas 2 por ciento es para usos urbanos y el resto para la ganadería y la industria. Pero en la agricultura se pierde 40 por ciento en conducción. Mientras, la demanda de líquido crece en las ciudades, todas deficitarias y que tampoco lo utilizan racionalmente. Como en Hermosillo, la capital, donde los habitantes de las zonas pobres pagan mucho más por tener agua que los estratos medios y altos.
Ahora el problema ocupa la atención nacional por la construcción del acueducto Independencia para llevar a Hermosillo líquido que se utiliza en el Valle del Yaqui. Un acueducto al que, sin escuchar a los que serían afectados, dio el visto bueno el anterior titular de la Secretaría del Medio Ambiente y Recursos Naturales. Tampoco a escala local y federal se hicieron las cosas bien, pues los estudios existentes, como anota Moreno en su ensayo, mostraban que el trasvase de agua entre regiones no es la mejor solución por su alto costo económico, ecológico y social. Y menos cuando continúa el mal uso del líquido y no hay programas para evitar su desperdicio.
Las instancias gubernamentales sabían de los enfrentamientos que traería el acueducto. Pero tenían estudios donde se planteaban soluciones viables en el campo social, económico y ecológico para paliar los desajustes que ocasiona la falta de agua. Mas, nuevamente, faltó la política de Estado para hacerlos realidad. Su lugar lo ocupó el autoritarismo más rancio que pronto tuvo airada respuesta de quienes se sienten despojados de un recurso que, por principio, pertenece a la Nación. El de Sonora no será el último conflicto por el agua que veamos en México. Pero sí un nuevo aviso de lo que vendrá.
El estudio de Moreno y otros más sobre los problemas del agua en otras regiones pueden consultarse en el libro Agua, salud y derechos humanos, editado por la CNDH en 1995.