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La nueva versión de la obra Misericordia.2 se escenifica en el Jiménez Rueda

Espejean el teatro con una sociedad resquebrajada por el dolor y la violencia

Actores de la CNT rinden homenaje al Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad

En una atmósfera de ineludible intimidad, los espectadores se ven involucrados en la trama

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Escena del montaje de Misericordia.2, propuesta del dramaturgo Hugo Alfredo Hinojosa, con actores de la Compañía Nacional de Teatro, bajo la dirección de Emma DibFoto Francisco Olvera
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Escena del montaje de Misericordia.2, propuesta del dramaturgo Hugo Alfredo Hinojosa, con actores de la Compañía Nacional de Teatro, bajo la dirección de Emma DibFoto Francisco Olvera
 
Periódico La Jornada
Sábado 29 de junio de 2013, p. 5

El teatro como espejo de una sociedad resquebrajada y dolida, un espacio que confronta, que impele a reflexionar y a sentir, que critica y sacude, y del que nadie puede salir indemne, eso plantea la obra Misericordia.2, de Hugo Alfredo Hinojosa.

A un año de su estreno, en el Teatro Casa de la Paz, la Compañía Nacional de Teatro (CNT) presenta desde la noche de este viernes una nueva versión de esa cruda pieza, ahora en el Teatro Julio Jiménez Rueda, donde desarrollará temporadas del 28 de junio al 28 de julio y del 17 de agosto al 14 de septiembre.

Dirigida en esta ocasión por Emma Dib –el anterior montaje estuvo a cargo de Daniel Giménez Cacho–, en la obra se aborda el desquiciante dolor y la impotencia que prevalecen en la sociedad mexicana ante las miles de víctimas inocentes dejadas por la absurda guerra que el anterior gobierno federal encabezado por Felipe Calderón emprendió contra el narcotráfico y el crimen organizado.

Se trata de un homenaje que el grupo de actrices que forman parte del laboratorio actoral de la CNT rinden al Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad, liderado por el poeta Javier Sicilia.

La obra, según ha dicho el joven dramaturgo tijuanense, está inspirada en un texto del propio Javier Sicilia y se basa en motivos de Esquilo, Eurípides y Cormac McCarthy, así como en testimonios de las víctimas de la violencia en México. Su propósito, de acuerdo con la agrupación teatral, es contribuir a la búsqueda de nuestra humanidad en medio del violento torbellino que ha lastimado al país.

Después de aquella primera temporada, en la que se ofrecieron 18 funciones, esta pieza de dos horas de duración fue rescrita, corregida y restructurada por su autor con la finalidad de fortalecer la dramaturgia y, con ello, resaltar el carácter de los personajes, así como el funcionamiento de cada uno.

Proceso, el anterior, que fue enriquecido con los comentarios y las observaciones de las integrantes del elenco: Julieta Egurrola, Rocío Leal, Teresa Rábago, Éricka de la Llave, Ana Ligia García, Gabriela Núñez/Mariana Giménez, Carmen Mastache/ Laura Padilla y Renata Ramos.

La puesta toca fibras sensibles del espectador desde el momento mismo de ingresar al recinto, más aún por la proximidad física que se tiene con las acciones, toda vez que el público es dispuesto sobre el escenario, con lo que se crea no sólo una atmósfera de ineludible intimidad, sino que se le hace parte de la trama.

Infierno en vida

Ocho cuerpos yacen tendidos sobre el piso desnudo, inmóviles y colocados en semicírculo, cubiertos con un lienzo blanco; es imposible no relacionarlos con cadáveres. La piel se eriza. Todo es silencio y penumbras, sólo rotas por la mortecina luz emitida por un foco que cuelga al centro de esa figura geométrica.

Una grabación en off marca el comienzo de las acciones. En ella se reproducen fragmentos de noticiarios que informan sobre secuestros, asesinatos, narcofosas, descuartizados y enfrentamientos armados en México, datos que se entremezclan con despiadadas amenazas de secuestradores y estériles discursos políticos que hablan sobre los avances de la lucha contra el crimen y la violencia.

Esos ocho cuerpos se levantan, son mujeres que participan en la caravana por la paz, cuyos esposos, hijos, hermanos o amigos fueron secuestrados, mutilados, asesinados o están desaparecidos, que claman justicia a unos gobernantes que las ignoran y se regodean en indignantes promesas y muy cuestionables logros.

Historias cotidianas de cómo era la vida de esa familias antes de que fueran rotas por la tragedia se entremezclan con el desasosiego, la impotencia, la lucha y la dignidad de esas dolientes que alzan la voz y arriesgan la vida, aunque eso signifique compartir el destino de los seres que han perdido.

La propuesta del montaje es sobria y austera. Todo está concentrado en la parte actoral. No hay escenografía, excepto los lienzos blancos, que habrán de servir como cubiertas o sábanas mortuorias o que de forma simbólica serán utilizadas para representar decapitaciones o descuartizamientos.

Hay pasajes en los que es difícil entender si esas ocho mujeres están vivas o muertas. Aunque finalmente, dada su trágica situación, es prácticamente lo mismo. Nadie puede asumirse vivo en tales condiciones. Más aún, están peor que muertas, el suyo es un infierno en vida.

De acuerdo con Hugo Alfredo Hinojosa, la principal diferencia entre esta nueva versión y cuando fue estrenada la obra, hace un año, en lo que respecta a la situación de México, es que ahora las cosas han cambiado de tal manera que pareciera que vivimos en un silencio donde nada ocurre.

Estamos en un momento histórico enrarecido donde la pasividad nos inunda y obliga a que las voces del dolor se apaguen, pero no por haber encontrado la paz, sino porque sencillamente nadie desea escuchar, escribe el dramaturgo en el programa de mano de la obra, cuyas funciones en el Teatro Julio Jiménez Rueda (avenida de la República 154, colonia Tabacalera) son jueves y viernes, a las 20 horas; sábados a las 19 y domingos a las 18 horas.