Rodolfo Gaona XVIII
ya nadie pudo con él.
Rodolfo Gaona, entre los suyos, renació, recuperó la confianza y se remontó, una vez más, a las grandes alturas y para pelearle las palmas vinieron a vérselas con él, entre otros, los peninsulares Antonio Fuentes, Rafael El Gallo, Juan Belmonte, Marcial Lalanda, Torquito, Larita, Manolo Bienvenida, Maera, e Ignacio Sánchez Mejías, a quien brevemente nos referimos en la anterior entrega.
Este último no era ningún tonto; al contrario, era un hombre inteligente y para corroborar lo dicho, baste señalar que hasta dos obras de teatro escribió y al llegar a México se dio perfecta cuenta que muchos de sus paisanos radicados aquí lo habían tomado como bandera para enfrentarlo con El indio grande con la aureola
de ser cuñado de El Gallo y Gallito para lo cual, taurinamente hablando
, no estaba ni remotamente capacitado. Tenía valor y conocía los terrenos de los toros, a los que banderilleaba de cualquier forma y a los que lidiaba a base de parones y muletazos de castigo, sólo que esto no era suficiente para competir con el arte, la galanura, la gallardía, la elegancia y el dechado de facultades del leonés, quien era mucha pieza.
Así que, al comprender que no podría con Gaona, se dio a meterse con los partidarios del leonés –especialmente con la famosa porra– que le chillaba de continuo y él, muy avispado, asumía el papel de víctima y de esta manera fue como alcanzó cierto cartel entre nosotros, pero nada más.
Y por si fuera poco, tiraba sus ventajitas
: a las primeras de cambio, dejaba que el toro le diera una voltereta y así se refugiaba
en la enfermería dejándole el peso de la corrida a Gaona, en tanto él convalecía
presa del dolor.
Pero…
De listo a listo, Gaona lo era más y al darse cuenta de las mañas del peninsular, hizo saber a la empresa que por cada toro que le dejara vivo Sánchez Mejías, él lo cobraría aparte.
Y se aceptó.
+ + +
El burlador, burlado.
Como era costumbre en aquellos años, los matadores al contratarse tenían derecho a una corrida para su beneficio y cuando el hispano toreaba de capa a su primero, el animal lo prendió y le propinó una cornada, por lo que Gaona tuvo que vérselas con el morito que sabía para que tenía los pitones y, a poco, envió al leonés por los aires fracturándole la clavícula derecha.
Gaona tenía firmada la corrida del domingo siguiente y no se sentía en condiciones de torear, pero Sánchez Mejías dijo que sí, que él lo haría aunque la herida no había cicatrizado. Gaona consideró que el hispano podría cojear y retirarse, en tanto que él no podía cojear con la clavícula y que si al peninsular le salía un toro a modo, se consideraría como una hazaña y si, por el contrario, le salía un toro difícil, el público lo trataría con indulgencia.
Vaya situación.
Gaona dio instrucciones a su apoderado para que consultara con el empresario si Sánchez Mejías estaba en condiciones y que si no era así, que entonces lo dejara para mejor ocasión, pero si el hispano aceptaba y recurría al numerito
de irse para la enfermería, tendrían que pagarle el sobreprecio previamente acordado.
El leonés bien sabía que iba en total desventaja ya que si pinchaba a uno de sus toros la fractura de la clavícula podría resentirse.
El representante de Gaona, habló con el juez de plaza, a quien entregó un parte médico en el que constaba la lesión de Gaona y que, en caso de resentirse, se le permitiera retirarse a su domicilio aun antes de terminado el festejo.
Salió el toro Bordador, de Piedras Negras, un dechado de bravura y nobleza y al que Gaona inmortalizó y cuando se dio cuenta que la gente de Sánchez Mejías estaba ya preparando el numerito de cajón
, con permiso de la autoridad se retiró a su casa, en tanto el hispano, con todo y la cogida, tuvo que cargar con el peso de la corrida.
Lo burlaron.
+ + +
Y hasta la próxima.
Volveremos.
(AAB)