Sábado 15 de junio de 2013, p. a16
El nuevo disco de Hugh Laurie es la segunda cuenta gloriosa del juego de abalorios que está tejiendo en forma de una sorprendente carrera musical.
Didn’t it rain, se titula este cd que inicia de manera deliciosa: notas desnudas en guitarra acústica, luego apoyadas en eléctrica, trazan bosquejos del tema principal de Summertime, de George Gershwin, para enseguida convertirse en una lánguida percusión cabaretera, una atmósfera sensual, candente: notas lentas y sinuosas, sensuales y sabrosas, de clarísima incitación a la danza y al placer. Enseguida, el piano desparrama un compás inconfundible: tango.
El clarinete retoma el tema de Gershwin, mientras un sax hace valsecitos roncos, la percusión escancia aromas, el piano percute notas de la misma manera que maestros del tango-baile se deslizan en nuestra mente sobre la pista: humito, música, música sensual, ¡qué música!
Si alguien lee en el track listing de la contraportada el nombre de esta pieza inicial, no daría crédito a lo que escucha: The St. Louis Blues: a partir de la versión original, Hugh Laurie bromea, desliza, juguetea. Dice en las notas al programa, en el cuadernillo del disco: “la tablet de piedra original, igual esculpida que descubierta por W.C. Handy, en algún momento por allá del año 1900, ha sido grabada por más músicos que palabras hay en esa canción, y ahora tienes en tus manos una versión a cargo de la Copper Bottom Band, que demuestra que no tenemos miedo a nada ni a nadie”.
Y, en efecto, la versión no solamente es arrojada, sino exquisita.
Después de un blues clásico, de tema nada constructivo por cierto: Junkers Blues (que algunos maliciosos dicen que le viene bien al personaje del Doctor House: adicto), viene una de las muchas cerezas que trae este pastel: Kiss of fire, que es la versión anglo de un tango clásico: El Choclo, escrita en español con lunfardo por don Enrique Santos Discépolo, con Juan Carlos Marambio y música de Ángel Villoldo.
Kiss of fire fue globalizada (por utilizar, con ironía, el terminajo de moda) por Louis Armstrong, quien la grabó en 1955, así como también hizo una versión de otra reliquia: Adiós muchachos, con el título de I get ideas. Ambas son canciones de letra diferente que conservan la música original.
Mientras Louis, enormísimo cronopio, canta y sopla el tango, pues sus solos deslumbrantes en ambos tangos suenan a lunfardo, el Doctor House, mejor conocido como Hugh, enormísimo cronopio, Laurie, también hace lucir la magia de la música bonaerense de la siguiente manera: en una primera parte, la guatemalteca Gaby Moreno entona la poesía de ese tango en español y lunfardo (luna en los charcos/ canyengue en las caderas/ y un ansia fiera en la manera de querer...
) y enseguida Hugh Laurie hace que las damas se derritan mientras él canta (muy sepsi) ese tango en la versión en inglés (Kiss of fire) para, en una tercera parte y final, ambos cantan en voces superpuestas, no precisamente en dúo, sino las voces entrepiernadas, como bailando tango. Gran hallazgo musical.
Como en su disco anterior, que dio a conocer en México el Disquero (http://goo.gl/n5kWw, y también: http://goo.gl/nzZLn), Hugh Laurie conjunta una serie de joyas gospel, blues, jazz y otros géneros: músicas de su querencia más íntima que cobran vida en su entrega apasionada.
Destaco, entre los momentos sublimes de este disco espléndido, la participación de Taj Mahal (Tash Majao, como dicen en Manaos), quien se suelta un bluesesazo maravilloso (Vicksburg Blues), una dama excelsa del gospel: Jean McClain y una versión escalofriantemente bien lograda, en el más profundo espíritu del blues, de Hugh Laurie al clasiquísimo de clásicos: Careless Love.
El Doctor House estaba de gira en Buenos Aires cuando quedó encantado, para siempre, de la magia del tango-baile y en este disco rescata el tango-canción con su muy particular, fresca e incisiva manera de hacer de la música una manera de la felicidad.
