15 de junio de 2013     Número 69

Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER

Suplemento Informativo de La Jornada

Distrito Federal

Hortalizas en las chinampas de Xochimilco

José Genovevo Pérez Espinosa Cronista del Pueblo de San Luis Tlaxialtemalco


FOTO: Hernán García Crespo

A poco más de 20 kilómetros en línea recta del Zócalo capitalino se encuentran las chinampas de Xochimilco, testimonio de una agricultura prehispánica vigente que se practica desde hace poco más de mil años.

Xochimilco no es únicamente el paseo en las coloridas trajineras. Visitar Xochimilco -que es Patrimonio Cultural de la Humanidad desde 1987- es adentrarse a la cultura antigua de México, compuesta por esos rasgos de historia lacustre donde señorearon los viejos lagos de Chalco, Texcoco, Xaltocan, Zumpango y Xochimilco, con sus caudalosos manantiales y ríos, hoy casi desaparecidos de la geografía.

El agua de esos manantiales con la precipitación pluvial y el agua proveniente de los volcanes de Amecameca hicieron florecer una horticultura muy especializada en el agroecosistema chinampero, con características especiales.

El hombre de las chinampas, el chinampero, es creador de estos suelos antropogénicos y de una agricultura muy refinada y nada simple, la producción de alimentos, de verduras u hortalizas.

Con almácigos o semilleros, con la extracción de lodo del fondo de las zanjas o apantles o en los acalotes o canales, con la canoa, el zoquimáitl o cuero, con la fuerza natural del chinampaneca y con esa habilidad ancestral se ensemilla y echan a nacer múltiples plantas para ser comercializadas y expendidas en los diferentes tianguis y mercados de la ciudad.

Se extrañan esos productos chinamperos que podían comprarse en los mercados como el elote, epazote, chilacayote, calabaza (redonda, japonesa y de castilla), cilantro, perejil, apio, brócoli, lechuga (orejona, francesa y escarola), rábano, pepino, acelga, betabel, col, col de Bruselas, colinabo, coliflor, haba, frijol, chile, jitomate, romero, tomate, yerbabuena, quelite y otros del enorme repertorio de plantas que se cultivaron en esas parcelas con esa vieja técnica agrícola que hoy vemos que está desapareciendo a pasos agigantados en aras de una falsa modernidad. Productos que tuvieron su fama por ser de una calidad muy singular apreciada por los capitalinos y que a pesar de muchos avatares se siguen produciendo y vendiendo ahora en todos los mercados de la gran metrópoli.

Durante mucho tiempo las verduras de Xochimilco fueron expendidas en el mercado de Jamaica; llegaban allí trasladadas en canoas a lo largo del canal de la Viga.

En manojos amarrados con tule, grandes y pequeños, al mayoreo y menudeo, eran solicitados por los consumidores o por los revendedores de la ciudad. La lechuga en pentones o canastos podía comprarse en cantidades mayores. El chinampero presumía sus grandes manojos de apio amarrados con varios tules, les llamaban rollos, lo mismo de cilantro que de espinaca, entre otros.

En el devenir histórico de la producción de verduras en las chinampas, tengo que hacer mención de los estudios realizados por la antropóloga Teresa Rojas Rabiela, investigadora del Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social (CIESAS), en especial “Evolución histórica del repertorio de plantas cultivadas en las chinampas de la cuenca de México”, donde nos lleva a conocer las plantas nativas mesoamericanas y luego, a partir de la conquista española, la diversidad de plantas introducidas.

El nombre Xochimilco significa: en el lugar de la sementera de flores, el campo florido, donde también se dieron flores, maíz, uauhtli o alegría, árboles frutales tanto en chinampas como en terrazas.

Hortalizas-flores es el binomio que aún caracteriza a Xochimilco como el gran abastecedor de la Ciudad de México a pesar de tantos problemas ambientales; ya antes fue el gran sostén de México-Tenochtitlan.

Teresa Rojas dice que las hortalizas mesoamericanas fueron los cultivos más importantes en la época prehispánica, después del maíz, los cuales dominaron el paisaje agrario chinampero durante toda la Colonia, el siglo XIX y hasta principios del XX. Las plantas del viejo mundo fueron adoptadas por los chinamperos a partir de la invasión colonial, que amplió y diversificó el repertorio de plantas.

Primero fueron maíz, frijol, chía, tomate, jitomate, chiles, calabaza, chilacayote, quelites y la alegría o amaranto (uauhtli) las plantas que señorearon con la creación de las chinampas. La llegada de semillas traídas por los españoles, fue favorable. El innovador chinampero supo adaptar a ese suelo lacustre la espinaca, cilantro, acelga, apio, coliflor, betabel, brócoli, rábano, pepino, col, alcachofa, colinabo, lechuga e incluso el trigo, la cebada, avena y hasta los árboles de olivo, plantados principalmente en el pueblo de Santiago Tulyehualco.

Las flores por las cuales Xochimilco es importante para la ciudad de México, tanto nativas como introducidas, son amapola, chícharo, nube, espuela de caballero, cempasúchil, alhelí, pincel, imperial, aretillo, nardo, pensamiento, alcatraz, dalia, violeta, crisantemo, mercadela, agazania, tuberosa, amapola japonesa, petunia, clavel, ester, chino, vara de San José, panalito, aretillo, rosa, se complementan con la yerbabuena, manzanilla, hinojo, ruda, romero y albahaca.

En las orillas de las chinampas, como en el caso del pueblo de San Luis Tlaxialtemalco, era común observar plantados algunos árboles de membrillo, durazno, chabacano y ciruelo, además de chícharo aromático y alcatraz, los ahuejotes (árboles típicos de las chinampas) con ese frijol enredador llamado ayocote, todavía hasta los años 70’s del siglo XX. Este paisaje chinampero único en el mundo debe recrearse para las futuras generaciones.

Las verduras fueron comercializadas durante las primeras décadas del siglo XX en el mercado de Jamaica; se les trasladaba por medio de canoas en los canales de Ameca, Chalco, Nacional y el famoso canal de La Viga. La góndola del tranvía que llegaba hasta el pueblo de Tulyehualco jugó un papel importante en el traslado de las mercancías de los pueblos chinamperos; quienes lo conocieron nos narraron que el tranvía llevaba unos percheros donde los chinamperos colgaban sus ramos de flores y en la plataforma viajaban costales, chiquihuites (pontón, lavador, shundi), canastas y manojos de verduras.

Hubo una época del siglo XX en que los chinamperos produjeron árboles frutales como tejocote, durazno, chabacano, capulín, higo y ciruelo que fueron echados a nacer por medio de la técnica del almácigo y vendidos en chapín o terrón a la gente de Huexotzingo y Huauchinango, estado de Puebla.

Los embarcaderos lacustres fueron importantes para la producción y comercialización de las hortalizas de los pueblos chinamperos, uno de los más importantes fue el de Atenco en el pueblo de San Gregorio Atlapulco, adonde llegaban cientos de canoas repletas de las verduras del mismo pueblo de Atlapulco incluyendo los de Tlaxialtemalco, lugar donde ya los esperaban varios camiones de redilas, para ser trasladados al mercado de Jamaica, luego a la Central de Abastos(desde la década de los años 70’s), se oye decir que alguien tuvo oportunidad de vender a los supermercados inclusive.

Habrá que reconocer una especialización productiva de los diferentes pueblos chinamperos. Xochimilco, como reina de las comunidades chinamperas, se especializó en la producción de hortalizas o verduras, lo mismo que los pueblos de San Gregorio Atlapulco, Tláhuac y San Andrés Mixquic.

Para el caso de Tlaxialtemalco San Luis, casi todos sembraban maíz, ya sea en las chinampas o en el cerro, y producían verduras y plantas de ornato. Las principales calles del pueblo se llaman Floricultor, Horticultor y Agricultor, que eran las tres principales actividades económicas en el pasado. Hoy, pese a los cambios ambientales ocasionados principalmente por el cambio de agua de los manantiales a agua proveniente de las plantas tratadoras, los tlaxialtemalquenses se han especializado en la producción de plantas de ornato, de flores, que orgullosamente venden en el mercado de plantas de San Juan Acuexcomatl, y en los mercados del Palacio de la Flor, de Madreselva y de Cuemanco.

Los profundos cambios ambientales ocurridos a partir de la intensa explotación de los mantos acuíferos del sur de la cuenca, especialmente los de la zona de Xochimilco y Tláhuac, provocaron en forma más o menos directa el abandono de algunos cultivos tradicionales (nativos o introducidos) por falta de agua suficiente como el jitomate, pepino, lechuga y tomate, y la generalización de otros (hortalizas europeas y asiáticas) así como nuevas plantas de ornato.

El crecimiento demográfico de la Ciudad de México sobre las mejores tierras de cultivo agrícola, incluso sobre las mejores chinampas, y la creación de empleos no agrícolas en los servicios urbanos y la industria han hecho que disminuya la producción de hortalizas.

Pero por otra parte el aumento de la demanda urbana de productos chinamperos puede ser un poderoso e importante estímulo para la ampliación de las áreas de cultivo en las zonas chinamperas existentes. La población necesita alimentos y Xochimilco se los puede proporcionar.

Xochimilco está en aptitud de competir con los productores de hortalizas de Morelos y Puebla, como desde tiempos inmemoriales lo ha demostrado, ofertando su mejor calidad y variedad de verduras.

Los apoyos a los chinamperos son escasos e insuficientes, los subsidios no llegan, pero los que sí están presentes y nunca faltan son las heladas, las granizadas, las plagas, el exceso o abundancia de agua, la falta de comercialización...

Alimentos urbanos, un testimonio


FOTO: Lourdes Rudiño

Anahí Martínez Encinas es una mujer joven que hace 15 años, cuando aún la agricultura urbana resultaba un concepto poco conocido, comenzó a explorar las fórmulas para allegarse de alimentos sanos, animada por el hecho de que estaba embarazada.

Eso la condujo a producir sus propias lechugas, acelgas, jitomates, fresas y otros productos más en una azotea de dos pisos en una casa del rumbo de Niños Héroes. Hoy día ella ha trascendido esa fase personal, pues como integrante de la organización Gaia, y estando al frente de la asociación Azoteas Verdes desde hace algunos años, transmite su conocimiento y capacita a otros, y más aún, está en una transición: dado que ya hay mucha gente en la ciudad involucrada e interesada en la producción en azoteas, patios y balcones, ella está buscando acercarse al campo para ayudar a los agricultores, para apoyar la reforestación y para defender al maíz frente a las amenazas de los transgénicos y su daño a la diversidad.

“Estoy en un proceso de reflexión: ¿cómo es posible que la ciudad reverdezca y el campo siga en lo mismo?”.

Anahí platica que su transitar por la agricultura urbana inició hace tres lustros. “A raíz de que iba a tener un bebé, me surgió una preocupación muy grande por la alimentación (sabía los riesgos de los transgénicos). Empecé a buscar y promover los productos orgánicos, y comencé a ir al mercado de orgánicos de Chapingo, a estar con los productores, a distribuir sus productos entre mis amigos, y me dije ‘bueno, está muy bien, algunos productos son muy caros, algunos muy accesibles’. Allí comenzó mi inquietud sobre qué voy a comer y demás. A la par empecé mis primeras prácticas: quería por lo menos producir mi lechuga, y en la casa donde estaba, en una hermosa casa vieja de techos altos, donde había un asram (un lugar de meditación y práctica de yoga) me puse a producir lechugas en la azotea y a tener mis hierbas y me di cuenta de que era muy sencillo. Lo hice de manera autodidacta y luego me empecé a unir a gente que hacía lo mismo. Nos encontrábamos en alguna feria por allí, reunimos esfuerzos y fue así que entré a capacitarme, a hacer trabajo de organización y luego a dar talleres formalmente”.

Su capacitación fue, en principio, “en el clásico taller de hidroponía y hongos” de la Universidad Nacional Autónoma de México, y luego en varios talleres más.

En la casa donde estaba producía lechuga pero también jitomate, jitomate cherry, cebollas, brócoli, acelga, rábanos, hierbas medicinales de muchas especies, algunas orquídeas y fresas. “La azotea era de dos pisos. Iba avanzando y cada vez me daba más tiempo y ponía esto y lo otro y así. En la superficie de abajo tenía como cinco metros cuadrados, no usaba todo, sólo unos dos metros cuadrados y utilizaba huacales; en la parte de arriba tenía las lechugas, usaba sólo tres de un total de cinco metros cuadrados”.

Ahora hay más inquietud de la sociedad por la agricultura urbana, pero en ese entonces, la gente que entraba y salía de clases de yoga, que era mucha, se mostraba apática. “Subían a ver las lechugas a la azotea, pero no me ayudaban ni se interesaban en el trabajo”. Eso sí, todas las lechugas de Anahí, que sumaban 80 a la semana, se agotaban. Se usaban para ensaladas en el asram, y Anahí las regalaba o las vendía a las mamás de compañeros de escuela de su hijo. “Antes de tener la producción de lechugas, ya estaban encargadas. Por eso empecé a tener más producción... En realidad sí hay interés de las personas por comer mejor”.

El trabajo, la experiencia y las relaciones de Anahí la condujeron a hacerse cargo de la coordinación de Azoteas Verdes. “Ya surgió entonces un trabajo más establecido y más de organización y de difusión de las azoteas, pero no tanto como roof garden, sino para que la gente tuviera alimentos propios y no sólo en las azoteas, en todo lugar. Se da uno cuenta de que hay muchas maneras de ir avanzando en hidroponía, organoponia, otras muchas alternativas. Pero de todo lo que aprendí en la práctica, me di cuenta de que hay muchos retos a nivel local, a nivel de uno mismo, de qué tanto tiene uno el tiempo y el interés. Te van surgiendo varias reflexiones sobre lo que está pasando, sobre el deterioro del campo, y de por qué estamos en una situación de alimentación así, con productos excesivamente industrializados, caros y chatarra”.

“He pasado por varias experiencias, pero siento que ante el problema que hay (de campo, alimentación y salud), lo importante  es que todos observemos eso y tengamos proyectos de largo plazo. Sí a la producción en azoteas y que tengamos nuestra propia comida; eso hace una diferencia, pero en este nivel las personas se deben estar reuniendo por localidad para poner propuestas como bancos de semillas o como hacer brigadas para ayudar a los campesinos a la cosecha de maíz y resguardarlo. Situaciones que rompan el estatus actual de comida chatarra y procesada, de alimentos contaminados”.

Anahí ya no vive en el asram. De hecho su trabajo de producción urbana no tuvo seguimiento allí. Ella habita en otra casa donde comenzó a hacer agricultura en su patio, “pero los animales se lo han comido todo”. Sin embargo, al frente de Azoteas Verdes (la cual deriva de otras dos organizaciones más grandes, Gaia y Orgánica) ella ha impulsado y dado seguimiento a huertos urbanos. También, como personal administrativo de Gaia, ella sigue impulsando proyectos verdes en la ciudad; Gaia hoy día está enfocada en establecer ecotecnias en escuelas. “Mi plan personal, dice Anahí, es inducir a que la gente cultive su jardín interno, para que a partir de allí entonces cultive y cuide con visión de largo plazo los huertos comunitarios” (LER).

Prioritario extender la agricultura
urbana en el DF: Hegel Cortés


FOTO: Jesús Villaseca / La Jornada

Lourdes Rudiño

El interés por la siembra urbana de hortalizas, hierbas medicinales e incluso plantas ornamentales ha crecido de forma significativa, y eso lo registran muy bien las cifras de proyectos apoyados por el gobierno del Distrito Federal, que sumaron 426 entre 2007 y 2012, y donde hay ahora una sobredemanda: “mientras en 2007 hubo 20 solicitudes para apoyo a proyectos, este 2013 hay 290, de los cuales serán aprobados alrededor de 150”, pues para eso alcanza el presupuesto.

De acuerdo con Hegel Cortés Miranda, titular de la Secretaría de Desarrollo Rural y Equidad para las Comunidades (Sederec) del gobierno de la Ciudad de México, la situación evidencia la búsqueda de los capitalinos por tener una forma alternativa de autoabasto y alimentación, y de parte de las autoridades, un interés de impulsar el autoempleo, y de fortalecer la seguridad y la calidad alimentaria de las personas, pues la agricultura urbana –en azoteas, balcones, patios, terrenos que fueron ociosos y hoy aprovechan grupos de vecinos, etcétera- busca que tengan alimentos sanos en su canasta básica, reduciendo costos.

Pero ahora la Sederec busca dar un salto: pretende que la agricultura urbana –que produce lechugas, pepinos, jitomates, zanahorias, calabazas hierbas medicinales, y un sinfín de productos- tenga una mayor difusión; impulsar no sólo los proyectos individuales o de grupos pequeños de vecinos (que han obtenido apoyos cada uno de hasta cien o 120 mil pesos), sino trabajar sobre todo en espacios públicos amplios, donde además se realice capacitación, dijo en entrevista.

En los nuevos planes de la Sederec está un rescate de barrancas en la delegación Álvaro Obregón. “En el río San Borja, que es una parte del Río Becerra se va a generar la producción de una especie endémica ornamental, la echeveria, en mil 650 metros lineales. Vamos a recuperar así una zona que ha estado contaminada y llena de toneladas de basura. Va ser agricultura protegida, con infraestructura de invernadero, con la capacitación de cien personas y va a haber producción de 20 a 25 mil plantas en cada ciclo de seis a ocho meses. La inversión total será de 2.4 millones de pesos, de los cuales 1.6 millones serán puestos por la Sederec”.

Afirmó: “Son programas integrales que permiten la capacitación de la sociedad, ya no como una cuestión eminentemente personal, sino como política pública de gobierno”.

Asimismo, en la delegación Magdalena Contreras la Sederec impulsará la creación de nueve huertos urbanos en varias colonias y barrancas (con un recurso de 250 mil pesos), y en la delegación Cuahutémoc se desarrollarán 16 proyectos de rehabilitación y fortalecimiento de infraestructura de agricultura urbana en Centros de Desarrollo Infantil (Cendis)

Y “vamos a firmar un convenio con la Procuraduría Social (PS) para entrar a todas la unidades habitacionales; en un primer momento lo haremos en Cuajimalpa, Miguel Hidalgo y Cuauhtémoc, para desarrollar un proyecto integral donde habrá una asamblea ambiental en la cual todos los vecinos definirán qué cultivos tendrán en espacios públicos como jardines y plazoletas y cuál va a ser la comercialización que van a tener (si van a estar a la venta, si van a tener un precio inferior, si serán de autoconsumo o si se regalarán entre los vecinos de la delegación). Y es que hay muchos espacios subutilizados en estas unidades, unidades que son cada una un microcosmos y donde hay miles de personas”. La inversión en estos proyectos será tripartita (de la PS, Sederec y delegaciones) e implicará organización social, infraestructura y capacitación.

“Buscamos que la agricultura urbana sea prioridad de los ciudadanos del Distrito Federal. Y necesitamos que la Asamblea Legislativa apruebe mayores presupuestos, porque realmente hay un interés por recuperar los traspatios, utilizar azoteas, aprovechar espacios públicos, con verdaderos  esquemas de producción y calidad alimentaria, con todo tipo de hortalizas, como jitomates y lechugas, cuya compra genera un gasto fuerte para las familias”.

En su programa de apoyo a la agricultura urbana, la Sederec ha contado en el pasado con asesoría del gobierno cubano; actualmente se evalúan los términos de su continuidad, pero también la Sederec firmó un convenio de colaboración con el estado de Illinos, para intercambiar experiencias exitosas en materia de agricultura urbana (considerando que la capital de esa entidad, Chicago, es una ciudad de vanguardia en el tema) “y ver de qué manera la tecnología que se aplica en el extranjero puede impactar positivamente en la Ciudad de México”.

Hegel Cortés dijo que la Sederec tiene también planes para orientar la producción que se genere en la agricultura urbana a la comercialización. Esto es, “tener centros de acopio y distribución de alimentos a bajo costo para la población, pues es necesario pasar del autoconsumo en un primer momento a circuitos de economía que permitan la venta de las hortalizas”. Y es que, comenta, los precios de mercado de productos como el jitomate y la calabaza “están estratosféricamente caros. Con la producción urbana y sistemas de comercialización propios, se abaratarían, pues habría bajos costos de transporte”. La Sederec trabaja aún en forma incipiente en esta idea, por ejemplo ha entrado en contacto con restaurantes italianos que están buscando un encuentro con productores urbanos, “para ver qué tanta producción genera y a partir de eso comenzar a desarrollar esquemas de compra-venta”.

En este tema de comercialización entrará por supuesto la producción de ornamentales que se está programando en las barrancas de Álvaro Obregón, donde intervendrán cien o 200 personas que venderán las plantas a quien quiera adquirirlas para proyectos de reforestación o para arreglo de hogares.

Destacó que el propósito de la Sederec es que la agricultura urbana no sea sólo una moda o un interés de algunas familias o individuos, sino que la Ciudad de México pueda acercarse al perfil de metrópolis como Bogotá, “donde nos dicen que hay una visión más integral respecto de huertos urbanos, su comercialización, sus mercados locales, el autoempleo y la alimentación sana”. Asimismo, la Sederec quiere visibilizar estos esfuerzos, difundirlos, que la sociedad los conozca, “pues no se sabe mucho de ellos. Queremos que el tema agropecuario no sea sinónimo de asistencialismo, sino de productividad y que dejemos de ver al campo como un problema, verlo como una solución, en este caso el campo urbano”.

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