Jueves 13 de junio de 2013, p. 9
A las aladas almas de las rosas,
del almendro de nata te requiero,
que tenemos que hablar de muchas cosas,
compañero del alma, compañero.
Miguel Hernández
Acaba de morir de tanto amar,
en la indolencia de un país sin sueños,
el que arriesgó la vida en sus empeños
del amar riguroso sin penar.
Nadie habrá de quedarse en su lugar,
ni arderá entre cenizas de los leños,
con acerados ojos aguileños,
en las almas del tiempo y de la mar.
Semilla de buen ser, simiente de
hombre
que nunca concedió nada de nada,
porque siempre fue así,
no importa el nombre.
Todo lo reflejaba tu mirada.
Te espero hoy en la noche,
no te asombre,
con la primera copa, camarada.
Óscar Chávez
Junio de 2013