La obra es de Ángeles González Gamio, Eduardo Matos Moctezuma y Vicente Quirarte
testimonio multifacético de edificios y habitantes
“Es una biografía de la ciudad, una invitación a gozar de ésta, a disfrutar de su historia, de su diaria existencia… No investigamos: todo surgió con base en la pasión de cada uno por esta urbe”
Jueves 23 de mayo de 2013, p. 8
¿Se puede leer a una ciudad? ¿Entenderla desde sus significados y significantes? ¿Desde su identidad, su evolución, sus instituciones y los bellos edificios que alojaron o alojan a éstas?
Un humanista lo supo hacer con sabiduría 30 años luego de la caída de la gran Tenochtitlán: Francisco Cervantes de Salazar, quien realizó la primera crónica de la que por Cédula Real del 4 de julio de 1548 fue declarada como Muy Noble, Insigne y Leal Ciudad de México.
Cuatro siglos y medio después, tres destacados mexicanos: Ángeles González Gamio, Eduardo Matos Moctezuma y Vicente Quirarte ofrendan en lúdica manera su sapiencia respecto de esta metrópoli –sobre todo del ahora llamado Centro Histórico–, tras emprender el mismo recorrido que hizo por esas calles y edificios su antecesor Cervantes de Salazar.
1554 México 2012 es un libro que recopila tres formas de comprender a esta urbe tan enigmática como predecible.
Se trata de un diálogo como el que realizó Cervantes de Salazar (que usó ese formato para avivar su testimonio sobre la incipiente ciudad de México), que deviene metafísico viaje por calles, edificios y espacios. Es generosa invitación de los tres a inmiscuirse como observadores no participantes en erudita charla plasmada en tinta y papel.
Es una llamativa descripción desde tres puntos de vista: el de una escritora, conferencista y cronista quien, como pocas, conoce a la mal llamada Ombligo de la Luna; el de un arqueólogo que ha tatuado su nombre y apellido en el rescate de nuestra historia, un buscador del tiempo perdido
, así como el de un poeta, ensayista e investigador insaciable.
Para culminar esta jornada, los tres realizaron dos caminatas. Siguieron la ruta que hizo Cervantes de Salazar. Luego se reunieron y platicaron sobre lo que había sido la vida en este lugar durante siglos, para testimoniarlo en este texto que edita Joaquín Mortiz.
“Es una biografía de la ciudad de México, una invitación a gozar de ésta, a disfrutar de su historia, de su diaria existencia… No investigamos: todo surgió con base en la pasión de cada uno por esta ciudad”, dijo el miembro de la Academia Mexicana de la Lengua Vicente Quirarte, la semana pasada, en otra de las presentaciones que ha tenido esta obra, que ya brilla con autonomía.
El acto, en el contexto del Festival de México en el Centro Histórico, tuvo lugar en el tradicional restaurante El Cardenal (sucursal Alameda), donde los autores regalaron riquísimos aperitivos de anécdotas relacionadas con el contenido del libro, tan sabrosos como los suculentos antojos que Marcela Briz ofreció al final de la charla.
Tres visiones
Los presentes no supieron cuál de los dos degustar con mayor enjundía: si una interesante experiencia no conocida sobre Fray Servando Teresa de Mier, o los tacos de escamoles con flor de maguey, las tostadas de trucha ahumada, el agua de chía con limón… o el tinto de Casa Madero, entre otras de-li-cias.
Son tres visiones de un mismo lugar que se van complementando
, dijo González Gamio, colaboradora de esta casa editorial, autora de títulos como Crónicas gozosas de la ciudad de México y quien ofreció mayor amenidad a la vista de los presentes.
Los tres, en la coloquial descripción de su trabajo, provocaron que las alrededor de 80 ejemplares que se llevaron para su venta el día de la presentación, fueran vorazmente adquiridas por los asistentes, quienes quedaron impregnados subliminalmente con sus experiencias sobre la capital.
Hablaron de lo que está y estuvo, de lo que fue y puede ser; de su plenitud y su decadencia. Las experiencias llevan a las anécdotas, a los hechos curiosos, históricos, a lo intangible.
Desde su perspectiva, los autores también pudieron leer su ciudad.
Lo hemos hecho con el testimonio multifacético de sus construcciones, que son la piel viva de la ciudad, cambiante como las estaciones y los diversos estilos que sus habitantes y arquitectos han concebido para hacer de la casa una pequeña ciudad y de la ciudad una gran casa; mediante la exploración de sus entrañas, donde duermen dioses que llevamos en la sangre y despiertan de manera sucesiva; a través de testimonios de sus hombres, de letras y sus artistas plásticos, sus peatones y metronautas, sus merolicos y fotógrafos. Nos une la pasión por una herencia viva que demuestra que amar a la ciudad es un oficio que demanda memoria y conocimiento
, afirman en la presentación del libro, que tiene además lindas ilustraciones de Rafael Guisar.