Opinión
Ver día anteriorMartes 21 de mayo de 2013Ver día siguienteEdiciones anteriores
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México SA

PND: séptimo al hilo

Promesas y descrédito

De la oferta al fracaso

P

or séptimo sexenio consecutivo, los mexicanos han sido enterados del futuro venturoso que les construye el gobierno (en turno), por medio del Plan Nacional de Desarrollo, ese treintañero que todo promete y nada cumple, o si se prefiere un inventario que acumula más de tres décadas de buenas intenciones y bonitos discursos, pero que, como un saco roto, todo carga pero nada sostiene.

Boato obligado, el séptimo Plan Nacional de Desarrollo (PND) fue presentado ayer en sociedad, ante el generoso aplauso de los 800 invitados (muchos de ellos testigos y aplaudidores de las seis entregas previas) que se congregaron en Palacio Nacional para conocer el detalle de la nueva oferta de beneficios a repartir, adornada –como Dios manda– con la más depurada técnica del prócer de los discursos motivacionales, Miguel Angel Cornejo. Como siempre, pues, se escuchó qué se quiere lograr, y otra vez nadie explicó cómo se logrará.

¿Novedades? Tal vez tres: a) de los siete conocidos (el primero fue el Plan Global de Desarrollo 1980-1982 de JLP, y a partir de Miguel de la Madrid adopta el nombre de Plan Nacional de Desarrollo) el de Enrique Peña Nieto es el primer PND que no ofrece ni compromete determinado porcentaje de crecimiento económico a lo largo del sexenio, y no se arriesga por el bamboleante panorama económico global, aunque en campaña perfiló 5 por ciento anual; b) se quita la máscara y abiertamente menciona que pugnará por un nuevo marco institucional (léase apertura al capital privado y modificación constitucional) en materia energética para detonar nuevos proyectos de inversión en campos no convencionales, como los de aguas profundas y gas shale, dada la capacidad limitada que el gobierno tiene en esas áreas, y c) tampoco se enreda con un mínimo de empleos formales a generar a lo largo de su estancia en Los Pinos, aunque sí aclara que la recuperación del poder adquisitivo del salario (estará) vinculada al aumento de la productividad (trabajen más y mejor y algún día, tal vez, les mejoren el ingreso).

Lo demás es lo de menos, porque la oferta de bienestar, desarrollo y futuro venturoso se ha repetido hasta el exceso a lo largo de 33 años y seis planes de desarrollo presentados en ese periodo. Y no es que se desconfíe de las buenas intenciones de nuestros carismáticos gobernantes, sino una muestra fehaciente que de creer, lo que se llama creer, no les creen absolutamente nada, porque al final de cuentas las mismas promesas incumplidas a lo largo de seis sexenios ahora se pretenden materializar con el mismo modelo económico que provocó el citado incumplimiento.

En el balance de los seis planes de desarrollo (incumplidos, obviamente) apuntamos –como hemos hecho en ocasiones anteriores– la diferencia entre lo prometido y lo alcanzado en materia de crecimiento económico: José López Portillo se comprometió a lograr un tasa de crecimiento de 8 por ciento anual entre 1980 y 1982, pero sólo logró 5.75 (si se compara con el resto, este porcentaje fue una maravilla); en el mismo orden, Miguel de la Madrid garantizó 5.5 por ciento, pero a duras penas reportó 0.34; Carlos Salinas de Gortari presumió 6 por ciento, pero concretó 3.9; Ernesto Zedillo aseguró que sería de 5 por ciento, y no pasó de 3.5, Vicente Fox ofreció 7 por ciento, para en los hechos registrar 2.3, y Felipe Calderón ofreció 5 por ciento anual y de milagro reportó 1.8 por ciento.

Lo anterior, desde luego, adornado con todo tipo de ofertas y compromisos de mejoría social, empleo formal, recuperación del poder adquisitivo del salario, aumento del ingreso, reducción de la pobreza, oportunidades por doquier, y lo que quiera agregar, porque parece que el cuento de la lechera fue el único que leyeron o les platicaron cuando todos esos próceres de la patria eran niños.

Así, en la kermés del PND para concretar el México mágico siempre prometido, y sempiternamente incumplido, vale el siguiente recuento (no limitativo, desde luego):

José López Portillo estableció tres reformas fundamentales: política, que fortalece y acelera el proceso de democratización del país; administrativa, que adecua las instituciones a nuestro tiempo y las capacita para servir mejor a los objetivos de una política integral de desarrollo, y económica que, a través del esfuerzo concertado de los factores reales del país, persigue promover, en la independencia nacional, un crecimiento alto y sostenido para dotar a todos los mexicanos de empleo y los mínimos de bienestar que una nación bien organizada puede proveer.

Miguel de la Madrid subrayó la capacidad del país para dejar atrás los aspectos más graves de la crisis; se pretende conservar y fortalecer las instituciones democráticas, vencer la crisis, recuperar la capacidad de crecimiento e iniciar los cambios cualitativos que requiere el país en sus estructuras económicas, políticas y sociales.

Carlos Salinas de Gortari anunció que, en breve, los mexicanos accederán a un horizonte de progreso personal y familiar que no sea efímero; en ningún momento hemos perdido de vista el destino final de nuestras acciones y esfuerzos: la calidad de vida de nuestros compatriotas y, especialmente, de aquellos entre nosotros que viven el intolerable estado de la miseria.

Ernesto Zedillo ofreció bienestar para la familia (no dijo cuál), porque en el México de hoy nadie puede estar satisfecho con el desigual desarrollo del país, ni con la pobreza en que viven millones de hombres y mujeres. Hay que combatir el desigual desarrollo del país.

Vicente Fox prometió, como siempre, “conducir la transición democrática hacia una sociedad más justa y humana, y una economía más competitiva e incluyente. Se trata de cumplir con los compromisos de equidad e igualdad… promoveremos todas las reformas necesarias para que la economía funcione mejor, los mercados sean más eficaces y se reduzca el poder de mercado de monopolios y oligopolios”.

Felipe Calderón: “asumo como premisa básica la búsqueda del desarrollo humano sustentable, el proceso permanente de ampliación de capacidades y libertades que permita a todos los mexicanos tener una vida digna sin comprometer el patrimonio de las generaciones futuras… un instrumento para que los mexicanos mejoren sus condiciones de vida”.

Desde luego que los 60 millones de mexicanos en pobreza aplauden a rabiar cada que se acuerdan de todo lo anterior, y se acuerdan seguido.

Las rebanadas del pastel

Y mientras Ernesto Cordero no encuentra ungüento que le alivie el ardor, ¿qué ofrece el séptimo PND al hilo? Sencillo: “es hora de remover los obstáculos del crecimiento y el desarrollo… el objetivo es llevar a México a su máximo potencial en un sentido amplio”.