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Ver día anteriorMartes 21 de mayo de 2013Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Paradojas del ascenso del Sur
E

l Informe sobre el índice del desarrollo humano es un documento cada vez más refinado, más preciso, más detallado, en todos sentidos; un documento de calidad creciente que empezó a formularse en 1990 por el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD). Lo es por sus propios méritos, pero también, como lo explica una nota contenida en el informe, por las muchas fuentes de información en que se apoya que han hecho un trabajo permanente de mejoramiento de la calidad de su información. Algo análogo ocurre con los numerosísimos estudios de docenas de centros de investigación que existen hoy en el mundo, y que son también referentes sustantivos del cada vez más útil y preciso informe del PNUD.

El referido a 2013 subraya como tema central, el ascenso del Sur. Hay un Sur renaciente, especialmente notorio en China e India, donde el progreso del desarrollo humano es evidente, un crecimiento sostenido sólido hasta ahora, y perspectivas de reducción de la pobreza alentadoras, que hoy conviven con un Norte en crisis, donde las políticas de austeridad y la consecuente ausencia de crecimiento económico mantienen a millones de personas en el desempleo, mientras los viejos pactos sociales se desmoronan.

Pero también hay problemas muy profundos, compartidos por el Norte y el Sur. Lo peor: la creciente desigualdad en casi todos los países, tanto desarrollados como subdesarrollados que amenaza la recuperación mundial y la sostenibilidad del progreso futuro.

El Norte requiere cada vez más del Sur; el Sur continúa necesitando del Norte. Un número aún pequeño pero creciente de países del Sur van en ascenso, pero la desigualdad creciente, tanto en el Norte como en el Sur, amenaza el futuro de todos.

Uno de los capítulos más notables del informe es el que muestra los cálculos sobre cuánto pierde el índice de desarrollo humano (IDH) por la desigualdad en sus tres componentes de educación, vida larga y saludable, e ingresos; esa corrosiva fuerza polariza a las sociedades, hace crecer el odio a su interior, desgarra la gobernabilidad, destruye los lazos humanos de solidaridad, y derruye las bases del crecimiento.

En la inmensa mayoría de los países la tasa de crecimiento del IDH ha venido cayendo por el efecto adverso de la desigualdad en sus tres componentes y por el impacto de la crisis.

Los noruegos son el mejor ejemplo del mundo. Salvo en un año que ocupó el tercer lugar, en todos los demás años, desde que se elabora el IDH, ocupan el primer lugar, de 180 países incluidos en el informe. Noruega mantiene uno de los ingresos per cápita más altos del mundo a la par que sostienen uno de los coeficientes de Gini (que mide precisamente la desigualdad) más bajos del planeta.

He tomado sólo cuatro países, muy distintos entre sí, dos desarrollados y dos latinoamericanos, para hacer algunas comparaciones: Noruega, Estados Unidos, Chile y México.

El IDH de Noruega es 0.955; si este índice se pondera por la desigualdad global (la que toma en cuenta los tres componentes), se convierte en 0.894. Si sólo se pondera por la desigualdad en esperanza de vida, se vuelve 0.928; si se pondera por la desigualdad en educación, sube a 968 (mostrando el alto y creciente nivel educativo de la sociedad), y si se le pondera por la desigualdad en ingresos per cápita, cae a 0.797 (lo que muestra la desigualdad en la distribución de los efectos de la crisis). En Noruega el 10 por ciento más rico del país es 3.9 veces mayor que el 10 por ciento más pobre. Su coeficiente de Gini es 0.258.

El IDH de Estados Unidos es 0.937; ocupa el tercer lugar (el segundo es Australia). Ponderado por la desigualdad global es 0.821. Ponderado por la desigualdad en esperanza de vida es 0.863; ponderado por la desigualdad educativa es 0.941, y ponderado por la desigualdad de ingresos cae hasta 0.681. En este país el 10 por ciento más rico es 8.4 veces mayor que el 10 por ciento más pobre. Hoy sabemos que el decil de los más ricos, a su vez, es acentuadamente desigual. Su coeficiente de Gini es 0.408, increíblemente cercano al de México. Un país, en efecto, fuertemente polarizado.

El IDH de Chile es 0.819. Ocupa el lugar 40. Su IDH ponderado por la desigualdad global se vuelve 0.664. Si se pondera por la desigualdad de esperanza de vida, es de 0.871. Si se lo hace por la desigualdad educativa, su IDH es de 0.689, y si se pondera por la desigualdad de ingreso, cae a 0.488. En Chile el 10 por ciento más rico es 13.5 veces mayor que el 10 por ciento más pobre. Su coeficiente de Gini es 0.521. Uno de los países más desiguales de América Latina, superado en desigualdad sólo por Colombia, Brasil, Bolivia, Paraguay y Guatemala.

El IDH de México es 0.775 y ocupa el lugar 61. Ponderado por la desigualdad global es de 0.593; ponderado por la desigualdad de esperanza de vida sube a 0.801; ponderado por la desigualdad educativa cae hasta 0.564, y si se pondera por la desigualdad de ingresos se hunde hasta 0.463. El 10 por ciento más rico es 11.3 veces que el 10 por ciento más pobre. Su coeficiente de Gini es 0.483. Es clara la pésima distribución del ingreso, muy vinculada a la fuerte desigualdad educativa.