18 de mayo de 2013     Número 68

Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER

Suplemento Informativo de La Jornada

La muerte tiene permiso (Extracto)

 

Edmundo Valadés

 

Sobre el estrado los ingenieros conversan. El tema de su charla son esos ejidatarios congregados en asamblea y que están frente a ellos. Los de abajo se sientan con solemnidad, con el recogimiento del campesino que penetra en un recinto cerrado: la asamblea o el templo.

 

El presidente los invita a exponer sus asuntos.

 

–A ver ése que pidió la palabra…

–Quiero hablar por los de San Juan de las Manzanas. Traimos una queja contra el presidente municipal que nos hace mucha guerra y ya no lo aguantamos. Primero les quitó sus tierritas a Felipe Pérez y Juan Hernández, porque colindaban con las suyas. Telegrafiamos a México y ni nos contestaron. Pensamos que era bueno ir al Agrario, pa’ la restitución. Pos de nada valieron las vueltas y los papeles. Y como nos vio con rencor, nos acusó quesque por revoltosos. Parecía que nosotros le habíamos quitado sus tierras.

“Se nos vino entonces con eso de las cuentas; lo de los préstamos, señor, que dizque andábamos atrasados. Y el agente era de su mal parecer que teníamos que pagar hartos intereses. Crecencio, el que vive por la loma, y que le intelige a eso de los números hizo las cuentas. Y no era verdad: nos querían cobrar de más. Pero el presidente municipal trajo unos señores de México, que con muchos poderes y que si no pagábamos, nos quitaban las tierras. Como quien dice, nos cobró a fuerza lo que no debíamos.

“Pos luego, lo de m´ijo, señor. Se encorajinó el muchacho. Viera usted que a mí me dio mala idea. Yo lo quise detener. Había tomado y se le enturbió la cabeza. De nada me valió mi respeto. Se fue a buscar al presidente municipal pa’ reclamarle… Lo mataron a la mala, que dizque se andaba robando una vaca. Me lo devolvieron difunto con la cara destrozada…

“Después lo del agua. Como hay poca, porque hubo malas lluvias, el presidente municipal cerró el canal. Y como se iban a secar las milpas y la congregación iba a pasar un mal rato, fuimos a buscarlo; que nos diera tantita agua, señor, para nuestras siembras. Y nos atendió con malas razones, que por nada se amuina con nosotros. No se bajó de su mula pa’ perjudicarnos…

“Por si todo esto fuera poco, está lo del sábado. Salió el presidente municipal con los suyos, que son gente mala y nos robaron dos muchachas: a la Lupita, la que se iba a casar con Herminio, y a la hija de Crecencio. Como nos tomaron desaprevenidos, que andábamos en la faena, no pudimos evitarlo. Se las llevaron a fuerza al monte y ahí las dejaron tiradas. Cuando llegaron las muchachas, en muy malas condiciones, porque hasta golpes les dieron, ni siquiera tuvimos que preguntar nada. Y se alborotó la gente de a de veras, que ya nos cansamos de estar a merced de tan mala autoridad…

“Y como nadie nos hace caso, que a todas las autoridades hemos visto y pos no sabemos por dónde andará la justicia, queremos tomar aquí providencias. A ustedes que nos prometen ayudarnos, les pedimos su gracia para castigar al presidente municipal de San Juan de las Manzanas… Solicitamos su venia para hacernos justicia por nuestra propia mano…”

El presidente y los ingenieros, mudos, se miran entre sí. Discuten.

–Es absurdo, no podemos sancionar esta inconcebible petición Somos civilizados, tenemos instituciones… Sería justificar la barbarie…

–¿Y qué peores actos fuera de la ley que los que ellos denuncian?… Yo exijo que se someta a votación la propuesta.

–Será la asamblea la que decida… Se pone a votación la proposición de los compañeros de San Juan de las Manzanas. Los que estén de acuerdo en que se les dé permiso para matar al presidente municipal, que levanten la mano…

Todos los brazos tienden a lo alto. También los de los ingenieros.

–La asamblea de permiso a los de San Juan de las Manzanas para lo que solicitan.

Pos muchas gracias por el permiso, porque como nadie nos hacía caso, dese ayer el presidente municipal de San Juan de las Manzanas está difunto.

Tomado del libro La muerte tiene permiso, Fondo de Cultura Económica, 1959.
Adaptación de La Jornada del Campo.

Jonotla

Esa familia tenía dominado al pueblo. Se adueñaba de todo: de terreno, de ganado y hasta de mujeres. Nombraba autoridades y las mangoneaba a su antojo. Y mataba a la gente que no se le sometía.

A las siete de la noche se cerraban las puertas de las casas y no volvían a abrirse. La gente tenía miedo. Los jóvenes no eran libres de salir a platicar porque los espantaban tirando balazos al aire.

Si al cacique le gustaba un terreno, decía: “Me gusta tu tierrita. ¿Cuánto quieres?”. O, si no, él mismo le ponía precio. Y si la persona no quería vender, la hacía desterrarse. Le decía: “Tienes tantas horas para irte”. Y la gente se iba por miedo a que la mataran.

Así era la ley de ellos: que todo el mundo se les hincara. No había respeto, la gente vivía amenazada. Estaban muy seguros y nadie les tomaba el punto. Porque tenían pistoleros, armas de alto poder… Por ellos hubo en Jonotla muchas muertes y por su causa familias completas abandonaron el pueblo.

Una vez, cuando el candidato del PRI a gobernador andaba en campaña, visitó Jonotla. Y como estábamos seguros que iba a ser gobernador, pensamos que sería bueno que supiera lo que pasaba en el pueblo… Así llegó el día y mientras unos gritábamos: “¿Qué quiere Jonotla…?”, otros contestábamos: “¡Quiere paz! ¡Queremos Paz!”.

–¿Por qué están tan desesperados pidiendo paz? Quiso saber el candidato.

Entonces aprovechamos para decirle de los López.

–¿Pues qué, aquí no hay hombres? Preguntó.

Días después se formó el grupo que debía salvar a Jonotla. Y empezaron las muertes del lado de los López. Primero cayó quien era el cerebro de ellos. Después mataron al padre. Uno de los pistoleros también cayó y los demás mejor huyeron.

Eso pasó.

Quienes ajusticiaron a la familia López son los nuevos caciques de Jonotla. Como hicieron los ajusticiamientos, creen que toda la gente se les debe rendir. Agarraron el poder para ellos…

En Jonotla las cosas no han cambiado mucho de cómo eran con los López. Lo bueno es que los nuevos caciques ya están muy ancianos. Capaz y un día se mueren solos.

Transcripción de Armando Bartra, Rosario Cobo y Lorena Paz Paredes.

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