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Michoacán Guardias de la Costa,
Eugenio Bermejillo Detrás del escándalo del los choques entre narcos que se hacen llamar policías comunitarias en Tepalcatepec y Buenavista Tomatlán, en Michoacán, hay un proceso de organización comunitaria para generar mecanismos de seguridad frente al crimen. Con menos notas periodísticas, pero más policías, los nahuas de la costa, los purépechas de la Meseta y los mazahuas y hñahñúdel oriente del estado están buscando en la tradición centenaria de las rondas bases para instituciones de autodefensa propias. Algunos hablan de entre 20 y 30 comunidades indígenas con organizaciones policiales. En los recuentos se menciona a Ostula en la costa; Chilchota, Cherán, Nahuatzen, Paracho, Urapicho, Ocumicho, Turícuaro, Comachuén, Capácuaro Pamatácuaro y Charapan en la Meseta; se dice de Cherato, Cheratillo, Oruzcato y 18 de Marzo, en Los Reyes, y de once comunidades de la zona mazahua-hñahñú, que se han coaligado bajo un esquema coordinado.
Cada una con antigüedad, estilo, fuente de financiamiento y arraigo comunitario diferente, pero todas con una base, a veces más cercana, a veces más lejana con la tradición comunal de origen prehispánico. Ni siquiera tienen al mismo nombre, pueden llamarse rondas, guardias o policías. Son organizaciones recientes y armadas. Quizá la fecha que abre esta nueva camada sea el 2009 con Ostula, aunque ahí, dice Abundio Marcos Prado, dirigente del Movimiento Indígena Nacional (MIN) y de la Nación Purépecha, “no se habló de policía comunitaria, sino simplemente de comunidad organizada para la defensa de sus recursos”. Está, por supuesto, la organización que surgió de las barricadas que como retenes improvisaron las valientes mujeres de Cherán. Y que ahora, después de las sentencia del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, que sancionó su autodeterminación en la forma de elegir a sus autoridades, ha equipado e institucionalizado sus rondas. El caso de Cherán sirvió de ejemplo para muchas comunidades de la Meseta Purépecha, pero es atípico. Al ser cabecera municipal, recibe los recursos de ley que le corresponden como ayuntamiento, que han servido para equipar y mantener su seguridad. Este elemento es suficiente, según Alejandro Avilés Reyes, de la Secretaría de Pueblos Indígenas michoacana, para dejar de catalogarla como policía indígena y comunitaria y considerarla una “policía municipal”. Sin embargo, el salario de los guardias de Cherán no impidió que esta comunidad fuera incluida en la comisión de pueblos indígenas que surgió de la reunión de policías comunitarias, que se celebró el 16 de marzo en la comunidad de Urapicho del municipio de Paracho. Quizá el elemento que más se repite entre las comunidades asistentes es el hartazgo ante el descarado robo de madera y la percepción de que las policías institucionales eran cómplices del saqueo. A esta reunión asistieron 32 autoridades comunitarias, además de representantes y organizaciones campesinas e indígenas. En este encuentro se creó un órgano indígena responsable de dar seguimiento a la creación de policías comunitarias y apoyar a las que ya existen. “Todas las comunidades indígenas de la Meseta Purépecha están armadas, todas incluyendo mi comunidad”, dice Marcos Prado; “eso se creó desde que la Reforma Agraria empezó a medir las tierras, cuando nos confrontó con otras comunidades” Y bromea: “yo las únicas armas que conozco son las de siete milímetros, yo no sé si es uso exclusivo de los indígenas”. El dirigente del MIN afirma que los calibres han crecido. Recuerda el ejemplo de una comunidad que tenía un corral especial para guardar el ganado robado a las vecinas. “Imagínate un abigeo no trae cualquier arma, no es una 22, las armas de policías municipales quedan chicas”. Abundio Marcos destaca un caso michoacano que no aparece en la prensa nacional, el de la zona mazahua y hñahñú en el oriente del estado: “Ahí son 11 comunidades, cada una aportó su número de guardias. Son pagados por su propia comunidad. Nadie, ni federales ni estatales entran y yo creo que no se animan porque las comunidades pueden agarrar a la ciudad de México por los cuernos, le pueden cortar el agua del Sistema Cutzamala”. Marcos Prado añade que fue el robo de la madera y la afectación de las ricas huertas aguacateras lo que motivó las guardias. ”En una sola noche no aparecía un fruto en toda la huerta, imagínate de toda una temporada de trabajo, y la inversión que hay”. Ya se realizó un encuentro michoacano de policías comunitarias, ya se han reunido con representares de la Coordinadora Regional de Autoridades Comunitarias (CRAC). Está en la agenda de las guardias michoacanas un evento nacional antes del 30 junio. “Tenemos pensado invitar a por lo menos experiencias de San Luis Potosí, Tlaxcala, Chiapas, Oaxaca, Jalisco y, por supuesto, Guerrero”, concluyó Abundio Marcos.
Hidalgo Guardianes comunitarios huastecos: proteger y ser protegido Mauricio González González y Sofía I. Medellín Urquiaga Cedicar/ENAH En la Nueva España los pueblos de indios, a diferencia de los pueblos sujetos, se caracterizaban por tener un cabildo indígena independiente y electivo, un consejo que representaba a la colectividad ante autoridades coloniales. Su jerarquía estaba encabezada por un gobernador, alcaldes, regidores y un escribano, además de algunos cargos menores que trascendieron la normatividad colonial, como el de topil, tekitlato, kalpixke y chinampixque, formando híbridos que incluían también nombramientos religiosos como mayordomías y fiscales de iglesia. Hoy en día, en las comunidades nahuas de la Huasteca hidalguense y veracruzana se pueden encontrar diversos tipos de autoridades (totekiuaj, totekichiuanimej o totekiuijmej), cuyo número varía en función de los cargos y barrios de cada comunidad (aunque 25 o 30 es la media). Estas autoridades tienen la característica de mantenerse en dos esferas, lo que impone constante tensión: por un lado participan de las decisiones colectivas propias del máximo órgano de decisión comunitario, la Asamblea General; por el otro, se les delegan responsabilidades municipales como la impartición de justicia y vinculación con ayuntamientos, donde la donación de trabajo y dinero no es excepción. La estructura de las autoridades comunitarias en Hidalgo está constituida por un Jues Primero o Delegado primero y un Jues segundo, un Mayor (suplente del Delegado primero) y un Mayor segundo (suplente del Delegado segundo), además de un número variable de policías (topilmej o pitsatekuijmej), dentro de los cuales suele contarse con un Comandante y un Comandante segundo. Su periodo comprende un año y les es asignado por medio de la Asamblea General. En el municipio de Xochiatipan, Hidalgo, ésta se efectúa cerca de Xantolo o Todos Santos, pues la norma impide que exista autoridad que no cuente con la aprobación de todos los integrantes de la comunidad, incluyendo a los pasados, con cuerpo o sólo en tonalij (sombra), que en ese tiempo rondan las comunidades, lo que explica por qué anteriormente muchas Asambleas se efectuaban en campo santo, ocurriendo aún en poblados como Ohuatipa. En otras comunidades, como Tenexhueyac, la elección de autoridades se realiza por Asamblea de “Delegados Pasados” (Ueuetlakamej), la cual se hace después de un convivio que organiza el Jues en turno. Al finalizar el evento sólo quedan los ex Delegados, quienes en la madrugada deciden quiénes llevarán los cargos. Las funciones de los topilmej comprenden resguardar el orden en la comunidad, protegerla y asistir a las autoridades en los trabajos comunitarios, como “ranchear” para dar notificaciones y convocar a Asambleas. En materia de impartición de justicia, el marco de decisión es la tradición, caso por caso, aunque recientemente se han incluido contenidos sobre derechos humanos con el fin de evitar excesos. Las principales acciones punitivas son multas y cárcel por un día en delitos como el escándalo público, riñas, agresiones a mujeres y brujería. Las multas económicas en delitos como robo son para resarcir daños, reponiendo el bien usurpado. Cuando el delito lo amerita se da parte al municipio, que canaliza al presunto responsable a la policía estatal si así se requiere, sea por lesiones graves, asesinato o violación. La cualidad de la decisión colectiva de estas comunidades hizo que la recuperación de tierras por mano campesina en los años 70s y 80s fuera asamblearia, lo que hacía que muchos de los comisionados se convirtieran en topiles que resguardaban los terrenos tomados, ejerciendo la multifuncionalidad característica de la producción rural en beneficio de la reforma agraria maseual, recuperación que de inmediato participaba de la siembra en faena de frijol y maíz después de haberse cumplido el correspondiente protocolo ritual a la Tierra. Y este aspecto no ha de obviarse, pues si se presta oídos a la mitología regional, se constata en la cosmogonía que después de la anulación de la humanidad anterior por un diluvio, se efectuó una Asamblea de los “Patrones”, donde se asignaron Comisiones que hoy día dan la principales cualidades a las potencias, dentro de las que destacan los tlamokuitlauijketl, Testigos o Guardianes cuyos recortes antropomorfos de papel suelen colocarse tanto en las ofrendas al Viento, como en el xochimekatl, cordón de flores por donde llegan las deidades al altar de todo ritual vernáculo. Pero el guardián principal del pueblo es, además del Santo Patrón, el Cerro Patrón, quien funge a la manera de un municipio en el cuidado comunitario. Proteger es ser protegido en la Huasteca, función que resguarda en su hacer la costumbre y condición de posibilidad de su existencia.
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