Opinión
Ver día anteriorLunes 13 de mayo de 2013Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Aprender a Morir

La familia como enemiga

E

l problema más grave que enfrenta hoy la familia como célula básica de la neurosis de la sociedad no es, al decir del lugar común, la pérdida de valores –quizá inculcados, no testimoniados–, sino el reconocimiento unánime que recibe de los gobiernos, las religiones, la academia, los medios y demás instancias de poder. Como consecuencia de ese aval manipulador, la familia no se cuestiona y menos es puesta en tela de juicio por los poderes fácticos, empeñados en promover su multiplicación precisamente para seguir explotándola.

Hijitos obsesionados por sus madres o padres y viceversa, permisividades, dictaduras recíprocas, supersticiones, celos, envidias, bandos, complicidades, simulaciones, complejos, resentimientos, chantajes, manipulaciones, dependencias, miedos, inseguridades, hipocresías e incomunicación y, el colmo de las violencias intrafamiliares, su ancestral falta de herramientas ante el deterioro o proximidad de la muerte de uno de sus miembros.

Es el caso, entre millones, de Ofelia, quien a sus 90 años, instalada hace dos en un asilo, se ve a merced de sus cuatro hijos y 17 nietos, si bien sólo la visitan eventualmente dos o tres parientes. Médicos de profesión uno de sus hijos y un nieto, como hace tres semanas no la oyeron bien, decidieron sedarla en exceso, prohibiéndole además las salidas y el alcohol.

Otros hijos fueron de la opinión de que la siguieran sacando a dar la vuelta y que se tomara sus tequilas al mediodía, pero ante la engolada advertencia de los parientes especialistas, nadie quiso hacerse responsable de lo que pudiera ocurrirle, y decidieron imponerle más cantidad de vida sedada que calidad de vida gratificada. Una anciana a la que le gusta conversar, salir, y estar alegre, ahora debe plegarse a lo que sus hijos-verdugos decidan, en una lucha de poderes y de protagonismo no por amedrentado menos inhumano.

Cuando a la hija menor se le ocurrió llevarla con un geriatra y éste sólo prescribió un analgésico y el somnífero de toda la vida, y que podía seguir tomándose sus tequilas, los familiares piadosos que pagan el asilo determinaron que la hija no volviera a tomarse atribuciones que no le correspondían, y menos llevarla a un consultorio o a una cantina. Queremos lo mejor para ella, repiten para convencerse los celosos vigilantes, independientemente de lo que ella quiera, les faltó agregar.