Opinión
Ver día anteriorDomingo 28 de abril de 2013Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Foro de la cineteca

La gloria de las prostitutas

E

l epígrafe de la película es sugerente: Ciertamente Dios es una divinidad celosa. No soporta que en lugar de jugar con él, juguemos entre nosotros (Emily Dickinson). La gloria de las prostitutas (Whore’s glory, 2011), del austriaco Michael Glawogger, es la tercera parte de una trilogía iniciada con el documental Megacities (1998), seguido de La muerte de un trabajador (2005), trabajos de factura impecable. Lo que ahora presenta es una exploración novedosa, políticamente incorrecta, del mundo del trabajo sexual basado en la explotación material, pero también en un placer abiertamente asumido por clientes y trabajadoras, y capturado en tres regiones del planeta: Bangkok, ultramoderna urbe tailandesa; Faridpur, una población paupérrima en Bangladesh; y Reynosa, ciudad fronteriza mexicana, donde se confunden prostitución y tráfico de drogas en una espiral de permisividad corrupta.

El acuario. Así se conoce en Bangkok a este modernísimo burdel de lujo, verdadero escaparate de la carne, donde las mujeres son rentadas como mercancías selectas, en categorías y tarifas diversas, de acuerdo con la frescura o los estragos de la edad y la fatiga de los cuerpos. Las prostitutas hacen una breve plegaria a Buda antes de iniciar la faena, mientras los clientes evocan el inestimable valor moral de la esposa en casa, pero la ventaja de procurarse varias veces a la semana dos horas de una dicha novedosa e irrenunciable. El comercio aquí es higiénico y al abrigo de peligros, una atmósfera VIP en las antesalas aterciopeladas de un sexo pasajero.

La ciudad de la alegría. El nombre es irónico en el barrio miserable de Faridpur, transformado en burdel laberíntico, donde niñas púberes son vendidas por sus familias, administradas lue- go por matronas, convertidas ellas mismas con la edad en relevo de las meretrices, para inculcar en sus propias hijas las estrategias de la supervivencia diaria. No tienen ilusión alguna sobre la lógica de la demanda y oferta de la carne: Afuera damos asco, aquí nos buscan. Los clientes razonan a su vez sobre las ventajas del comercio: Contribuye a evitar las violaciones en la calle, pues la libido masculina es incontenible.

La zona. Sin duda el episodio de mayor franqueza verbal y alarde exhibicionista. La prostituta de Reynosa hace el inventario de sus proezas y sofisticaciones eróticas. Pide permiso a la Santa Trinidad para encomendar su suerte a la Santísima Muerte, patrona de un lugar que rinde culto por igual al narcotraficante Valverde y a la Virgen de Guadalupe. El crack circula libremente y las prostitutas reivindican a gritos su goce, con los senos al aire por las calles, poseídas por el mismo delirio con que los hombres escupen sus fanfarronadas.

El realizador ha elaborado cuadros muy contrastados de la prostitución en lugares emblemáticos, esfumado la presencia a travestís y transexuales, evitando todo juicio moral y comentarios y narraciones a cuadro. El comercio sexual equiparado a la cópula animal parece aquí deprimente, pero la mujer cobra un relieve inesperado al dejar de ser víctima de la fatalidad o las circunstancias y volverse agente y objeto de un placer sexual que ella administra y manipula a su libre antojo.

Se exhibe en la sala 10 de la Cineteca Nacional (14 y 18:30 horas)

Twitter: @CarlosBonfil1