l grupo de personas que el viernes pasado tomó de forma violenta la torre de la rectoría de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) debe desocuparla cuanto antes. Esta es una exigencia que comienza a tomar fuerza no solamente entre el cuerpo directivo de la institución, sino en un sector amplio de investigadores, profesores, alumnos y trabajadores de una de las más importantes universidades de Iberoamérica.
Como ha sido ampliamente difundido en los medios de comunicación, el pasado viernes por la noche un pequeño grupo de personas irrumpió de forma violenta en el edificio universitario –invirtió cerca de 45 minutos en romper con un mazo uno de los cristales–. Esto ocurrió al final de una marcha pacífica convocada por integrantes del Colegio de Ciencias y Humanidades (CCH), a la que se adhirieron algunas organizaciones sociales.
La marcha sirvió de especie de escudo humano para que un reducido grupo de personas con los rostros cubiertos, cerca de 15 según algunas notas periodísticas, brincaran el pequeño barandal que está en la cara norte del edificio de gobierno, rompieran el grueso vidrio y se introdujeran a la torre, ante el repudio de otros participantes en la caminata que se sintieron utilizados… Y ahí se quedaron.
En un primer momento, las actividades académicas y de investigación no se han visto afectadas. Yo di una clase al día siguiente en la Facultad de Medicina, que trata sobre los debates actuales en esta disciplina, en la que se discutieron textos preparados por los estudiantes a partir de trabajos de investigación recientes sobre los criterios médicos y científicos para el uso terapéutico de la mariguana. Doy este ejemplo, porque las actividades en Ciudad Universitaria, y en general en todas las instalaciones de la UNAM, se desarrollan hasta ahora con normalidad, y esta institución sigue siendo un espacio para la libre discusión de las ideas en el que no hay temas prohibidos.
El ejemplo sirve también para ilustrar que la acción de los jóvenes (y algunos no tan jóvenes) que se posesionaron de la rectoría es un hecho aislado, pues la comunidad universitaria trabaja normalmente, lo que permite afirmar que no estamos ante un movimiento estudiantil universitario, sino ante un acto de provocación orquestado por alguien.
Pero si bien la toma de la rectoría no ha tenido efectos inmediatos sobre la vida universitaria, los tendrá en poco tiempo si la torre permanece ocupada por ese grupo. El edificio de gobierno es el centro neurálgico de la institución, en el que se coordinan y realizan todas las funciones académicas y administrativas, algunas de las cuales ya están siendo afectadas, como las actividades del Consejo Universitario y sus comisiones, los trámites para el pase reglamentado del bachillerato a la licenciatura, el manejo de las nóminas y los pagos a proveedores. Es además donde se encuentran las oficinas del rector, que es la cabeza de la institución y de otros importantes funcionarios universitarios. Por si fuera poco, es un edificio que es propiedad de la nación, es decir, de todos los mexicanos, y forma parte del patrimonio cultural de la humanidad.
La toma de la rectoría por un pequeño grupo de personas tiene como antecedente inmediato la ocupación violenta de las instalaciones de la dirección general del CCH, y lleva a pensar si es posible que cualquier persona o grupo político al margen de la comunidad universitaria pueda posesionarse de instalaciones universitarias cada vez que lo decida.
¿Qué hacer? Ayer el doctor José Narro Robles ofreció una conferencia de prensa en la que pidió actuar con inteligencia, evitar la violencia y conducirse dentro de los marcos legales. Narro llamó a los universitarios a opinar y pronunciarse sobre la actual situación que vive la UNAM.
En este marco, estoy convencido de que el grupo o los grupos que están detrás de la toma de rectoría sirven finalmente a las fuerzas más conservadoras del país, a pesar de su disfraz o máscaras seudoprogresistas. Creo también que todos los universitarios debemos analizar y pronunciarnos sobre estos hechos, pero sobre todo expresar nuestro repudio a los responsables de los mismos y exigir a los ocupantes de la rectoría y a los grupos políticos que los respaldan que la abandonen de inmediato. También creo que los universitarios debemos dar nuestro respaldo al rector de la UNAM, José Narro Robles.