La cruzada contra el hambre
Mejor cruzada contra la carestía
Jauja en el GDF
í, creemos que Enrique Peña Nieto tiene razón. La llamada Cruzada Nacional contra el Hambre nada tiene que ver con el control electoral que pretende el PRI; tampoco es verdad que existieran las tarjetas Monex, y menos aún los plásticos que la gente llevó a las tiendas Soriana para canjearlos por artículos de primera necesidad, después de emitir su voto favorable al mexiquense. Todo eso ya nos quedó claro; no es más que otro invento de la gente, que trata de expiar sus pecados electorales.
Por eso, cuando uno piensa en la tan sonada cruzada, sería bueno que las autoridades federales pusieran atención en el aumento de la inflación, es decir, en los incrementos que día a día se dan en el mercado, que, esos sí, dejan sin sustento a miles de familias en el Distrito Federal, y en todo el país.
Lo malo es que por ahí no toca la orquesta. Si de lo que se trata es de controlar a quienes especulan con la comida, la cruzada se queda en una trompetilla para la gente. Controlar los precios de los alimentos frente a las alzas constantes, sería desafiar al verdadero poder; por eso es mejor arrojar galletas alimenticias
a quienes ya no pueden comprar nada, para mantenerlos –eso sí, con el dinero de los impuestos de los que sí pagamos– controlados por esos supuestos benefactores.
Y es que, si de verdad se quisiera construir una cruzada, de esas que nos quieren vender, muchos serían los flancos que atacar. Escribir leyendas en los envoltorios de la comida chatarra que dejen explícito el daño que causa en los niños sería una buena forma de combatir la obesidad que padecen los menores; controlar el abuso en los precios de los alimentos sería otra muy buena forma de combatir el hambre, y desde luego, impedir que se sigan extendiendo los monopolios en esos artículos, porque ahora, por ejemplo, en el caso del llamado pan de caja, aunque las marcas son diferentes, todas pertenecen al mismo capital.
Total, hay muchas formas de luchar contra el hambre, pero la peor, eso sí, es hacer creer a los más pobres que todo aquello que se les da es debido a la bondad de unos gobernantes que si en verdad trataran de acabar con la miseria, estarían preocupados en obligar a los grandes empresarios a invertir en este país para crear los empleos productivos que les permitan obtener los ingresos económicos que requieren, para alimentarse como se debe.
Pero no, esa no es la historia. Un ejemplo claro nos lo ofrece el gobierno de la ciudad de México. Hace unos días, confiados en que las arcas del DF están plenas, les regalamos –y decimos les regalamos
porque el obsequio proviene de los impuestos de los ciudadanos– 40 millones de pesos al Teletón. Ninguna mejor muestra de la abundancia de ese obsequio. Claro que habrá quien diga que se trata de una buena obra, pero bueno es recordar que atender, sobre todo en el plano de la medicina, a los que lo requieren, es obligación del Estado.
Por eso es importante que el gobierno de Miguel Ángel Mancera rechace las ayudas que propone la Cruzada Nacional contra el Hambre. En el Distrito Federal se tiene de todo. Y entre ese todo cerca de 200 programas de ayuda a los más necesitados, y todavía sobra para regalar a los más ricos, y que ellos ejecuten tareas que debería ser parte importante del quehacer del gobierno.
Y no crea usted que esos dineros que ya se dieron son los únicos. Marcelo Ebrard les regaló un terreno en Iztapalapa, donde ahora se asienta otro centro de ese tipo, que incluso estaba en litigio, pero el mandatario local pretendió que contra esos ricos nada. Y ahora Miguel Ángel Mancera, que aprendió la lección, les regala 40 millones. ¡Qué bueno que aquí sobra!
De pasadita
Ahora resulta que el perversor Bejarano acusa una campaña que desde este medio se levanta para que se efectúe el cambio de presidencia en el PRD-DF, como si los tiempos no estuvieran vencidos para la dirigencia local de los amarillos. Pero como será de perverso el perversor, que a falta de argumentos políticos lo que mejor encuentra es echarle la culpa a otros de sus propios errores.
La última
Nos dicen que a la hora de calificar las delegaciones, la de Coyoacán, en manos de Mauricio Toledo, es calificada como la delegación de 10
. Sí, 10 por ciento por cada obra... 10 por ciento por cada trámite. En fin, de 10 por ciento. No más, pero tampoco menos.