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Criminalización del movimiento Antiminero Neftalí Reyes Méndez y Armando de la Cruz Cortés La defensa contra la minería en México es una cuestión de vida o muerte, así lo manifestó la Red Mexicana de Afectados por la Minería en un comunicado emitido en el aniversario del asesinato de Bernardo Vásquez Sánchez, quien desde 2008 denunció las violaciones a derechos humanos y la contaminación ambiental de la empresa minera Fortuna Silver Mines, en el estado de Oaxaca. Actualmente las empresas mineras instaladas en México cuentan con los recursos legales, políticos y mediáticos para la imposición de proyectos en territorios de comunidades indígenas, campesinas y rurales. Existe en México un marco legal que favorece la inversión privada en detrimento de los derechos colectivos de dichas comunidades. Los actores que se encuentran en legítima oposición se enfrentan a un aparato burocrático judicial lento e ineficiente, lo cual no garantiza el acceso a un debido proceso y a la administración de justicia. No encuentran canales institucionales a nivel federal, estatal o municipal para la resolución de conflictos, sobre todo en los impactos derivados de la implementación de proyectos mineros en las dos décadas recientes. El aparato gubernamental encargado de respetar, promover y garantizar los derechos de las comunidades existentes en el territorio nacional favorece los intereses privados de empresas extranjeras, que en complicidad con los gobernantes, criminalizan las acciones de defensa de los pueblos y defensores del territorio, fabricando calumnias y delitos, y con hostigamientos, detenciones arbitrarias, torturas y asesinatos. En México se registra un sinfín de actos de criminalización de movimientos. En San Luis Potosí han recibido agresiones físicas y amenazas de la empresa minera New Gold, en Puebla indígenas totonacas son amenazados por negarse a vender sus terrenos a Grupo México y en Chiapas la minera Black Fire es acusada de haber asesinado a Mariano Abarca en 2009. También está la situación de Chihuahua, donde fueron asesinados Ismael Solorio Urrutia y Manuela Solís en 2012, y se sabe de los asesinatos de Bernardo Méndez y Bernardo Vásquez Sánchez en Oaxaca. En todos estos casos hay evidencias contundentes de violaciones sistemáticas a los derechos humanos, donde el común denominador es que están directamente relacionados con proyectos mineros.
En el caso de Bernardo Vásquez Sánchez, originario de una comunidad zapoteca en Oaxaca, ingeniero agrónomo de profesión y preocupado por la contaminación del medio ambiente, por el territorio y por el deterioro del tejido social en su comunidad, fue nombrado por su asamblea como portavoz para denunciar las violaciones a sus derechos perpetradas por la empresa minera. A partir de ese momento, levantó su palabra a nivel estatal, nacional e internacional; Bernardo se enfrentó con un marco legal ineficiente marcado por la complicidad de las autoridades estatales y municipales con la empresa minera, y resistió una serie de calumnias, difamaciones y amenazas. Tuvo que realizar una doble defensa: la de su pueblo y la de su vida. La criminalización es una práctica de las empresas para despojar a las comunidades de sus territorios con los menores costos económicos posibles. Consiste en deslegitimar a los movimientos en resistencia, colocando a las y los defensores como opositores al desarrollo, y a las compañías mineras como redentoras de los pueblos y comunidades con proyectos “de avanzada”, impulsados para promover el empleo en las regiones y combatir las condiciones de pobreza en las comunidades. Sin embargo, sus prácticas se caracterizan por generar divisiones y confrontaciones comunitarias, rompimiento del tejido social, represiones, incremento de violencia, desalojos forzosos, contaminación del medio ambiente, actos de corrupción, hostigamientos, agresiones y asesinatos. A cambio, las dádivas otorgadas por las empresas a las comunidades, representan entre uno y tres por ciento de sus ganancias totales. No existen mecanismos de protección para defensoras y defensores de derechos humanos. Las amenazas, agresiones y asesinatos en la mayoría de los casos son perpetrados por grupos armados contratados por las empresas mineras; en Chiapas, Oaxaca, San Luis Potosí, Puebla, entre otros, se ha documentado la presencia de grupos de choque y/o armados con el objetivo de amedrentar y confrontar con actos de violencia a movimientos, organizaciones y comunidades que se oponen a los proyectos mineros. Las autoridades estatales y federales argumentan que los problemas han sido generados por intereses políticos locales, religiosos, municipales y agrarios, pero los problemas tienen su raíz en la imposición de proyectos de extracción de recursos minerales. En este contexto, las amenazas contra defensores y defensoras del territorio no cesan, por el contrario, en el años 2012 se incrementaron. La acción del Estado en materia de derechos humanos es cada vez más ausente. Justicia para las comunidades afectadas por proyectos mineros. Ante este panorama, las exigencias de las comunidades afectadas, organizaciones civiles y sociales, estudiantes, campesinos, indígenas y académicos, continuamos exigiendo justicia. Mientras las autoridades federales sigan autorizando concesiones a las empresas mineras que despojan a los pueblos de sus territorios, las violaciones a los derechos humanos irán en incremento.
Encuentro Mesoamericano: Kendy Hernández Luna El fortalecimiento de las estructuras comunitarias como las asambleas y autoridades comunitarias, mantener el control del territorio comunal y el fortalecimiento de la memoria histórica, han sido los hilos principales con los que tejen la resistencia los pueblos herederos de Mesoamérica que luchan contra un modelo extractivista basado en el despojo y la extracción acelerada de los bienes comunes como los minerales, agua, bosques, petróleo, aire, gas, carbón y conocimientos por medio del despojo y la mercantilización de nuestros territorios ancestrales. Tal es el fundamento de las más de 400 voces reunidas en Capulalpam de Méndez, Sierra Norte de Oaxaca, el pasado enero de 2013, cuando se realizó, del 17 al 20, el Encuentro de Pueblos de Mesoamérica, cuyo eje aglutinador es el Sí a la vida, no a la minería. Los pueblos, comunidades, organizaciones, colectivos y redes que se encontraron en esta comunidad representaron a 12 naciones, entre las que destacan Honduras, Guatemala, El Salvador, Puerto Rico, Argentina, Canadá y México, que padecen el proceso hegemónico trasnacional de destrucción, traducido en problemáticas relacionadas con la minería en sus territorios. Como lo reza la esencia de este encuentro, ha sido la estructura y organización comunitaria, así como la urdimbre de redes a nivel local y global, lo que ha hecho posible la realización del evento. Con varios meses de anticipación, el pueblo de Capulalpam determinó la realización del encuentro, mediante acuerdo de asamblea de ciudadanos y comuneros. Se comprometieron y colaboraron en la organización logística, la coordinación corrió a cargo de las autoridades municipales y comunales, y se establecieron más de 15 comisiones de al menos 15 integrantes cada una para cubrir necesidades de alimentación, hospedaje y espacios de reunión, así como equipo técnico y artístico, teniendo así el involucramiento total de la comunidad en todo el desarrollo del encuentro. Destaca que los integrantes del consejo fueron los representantes permanentes del pueblo de Capulalpam en las actividades del encuentro como paneles, plenarias y mesas de trabajo. Por otro lado el trabajo de enlazar y hacer posible la reunión de otros pueblos, organizaciones y medios de comunicación en este encuentro, fue coordinado por la amplia red de organizaciones y colectivos involucrados, que junto con el pueblo de Capulalpam fueron convocantes, tales como el Colectivo Oaxaqueño en Defensa de los Territorios, la Red Mexicana de Afectados por la Minería (Rema) y el Movimiento Mesoamericano contra el Modelo Extractivista Minero (M4). Transcurridos ya dos meses, ha habido por lo menos 46 publicaciones que han difundido los resultados del encuentro a nivel local y global, vía periodismo escrito, radial, fotográfico y audiovisual, pues estuvieron presentes más de 20 medios de comunicación, en su mayoría libres y alternativos. Los participantes, afectados y afectadas por la minería, discutieron las causas y los efectos de esta actividad en sus territorios, y plantearon proponer y construir estrategias y planes de acción colectivos para hacerle frente. Los ejes temáticos fueron los impactos de la minería en la salud, el ambiente, el tejido social comunitario y el territorio; se discutieron propuestas de acciones jurídicas, de organización, articulación, movilización e incidencia a nivel local, nacional e internacional, y de alternativas desde los pueblos para el Buen Vivir. Vale la pena recordar el llamado que se hizo desde la plenaria de este encuentro a los pueblos y comunidades de Honduras, Guatemala, El Salvador, Puerto Rico, Argentina, Canadá y México para fortalecer las redes de resistencia y generar alianzas amplias basadas en los saberes, donde la defensa del territorio constituye la base de la articulación. Además, en busca de la defensa de la vida, de espacios sagrados, bosques, ríos, montes, manantiales, y de generaciones futuras, exigieron: –El cambio del modelo económico y político actual que permite la depredación de los territorios. El respeto a las decisiones de los pueblos deberá ser parte fundamental en una nueva relación con los Estados-gobiernos. Esto significa el ejercicio del derecho a la libre determinación de los pueblos indígenas, campesinos y rurales. –La cancelación de todos aquellos proyectos mineros donde las comunidades están en desacuerdo con el modelo extractivista en la región mesoamericana. –Que se respeten los procedimientos de consulta comunitaria, que constituyen una práctica ancestral de los pueblos para la participación y toma de decisiones; asimismo que sus resultados sean considerados vinculantes. –Justicia para todas las defensoras y defensores de los territorios que han sido criminalizados, amenazados, agredidos y asesinados en la región mesoamericana. En la declaratoria final se enfatizaron las demandas más sentidas y urgentes de los participantes, tales como “la cancelación de las concesiones mineras y el reconocimiento a la ratificación del NO a la minería por parte de la asamblea general de comuneros y ciudadanos/as de Capulalpam de Méndez, Oaxaca, asimismo el cierre definitivo de la compañía minera Natividad y Anexas. La cancelación del proyecto minero ‘San José’, en el municipio de San José del Progreso, Oaxaca; castigo a los responsables de los crímenes cometidos contra la Coordinadora de Pueblos Unidos del Valle de Ocotlán desde 2006. Alto a la violación de derechos humanos por parte de la compañía minera canadiense Excellon Resources Inc. a ejidatarios de La Sierrita y trabajadores mineros de la sección 309 del Sindicato Minero en Durango. Solución al conflicto del ayuntamiento de Tlacolula. Castigo a las agresiones en contra de las y los integrantes de la Coordinadora para la Defensa de los Recursos Naturales del Valle de Tlacolula, Oaxaca. Cancelación del proyecto hidroeléctrico Paso de la Reina en la costa de Oaxaca. Solución al problema municipal de San Mateo del Mar, en el Istmo de Tehuantepec. Cese al hostigamiento contra las comunidades en resistencia al megaproyecto eólico del istmo de Tehuantepec por el gobierno estatal de Oaxaca y la empresa Mareña Renovables, empresa española”. Finalmente la propuesta del pleno enfatizó que el tiempo en que el gobierno representaba un poder absoluto es un asunto del pasado; es necesaria una nueva relación con el gobierno, en donde los pueblos indígenas decidan el destino de sus territorios.
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