l presidente de Estados Unidos, Barack Obama, anunció el pasado 2 de abril la puesta en marcha del proyecto Brain (cerebro). La importancia de esta iniciativa rebasa las fronteras de ese país, pues con ella se reconocen los avances y la relevancia que han adquirido los estudios sobre el sistema nervioso en el mundo, y ratifica lo que será (o lo es ya) una de las principales tendencias del desarrollo científico a escala global en el siglo XXI, en la que se coloca en un lugar privilegiado a las neurociencias. El nuevo programa, al que se destinarán inicialmente 100 millones de dólares, ha sido recibido con gran entusiasmo en los círculos científicos, y se le ha llegado a comparar en algunos con otros programas de gran envergadura, como el proyecto sobre el genoma humano que permitió descifrar, a finales del siglo pasado, la estructura completa del ácido desoxirribonucleico.
El cerebro ha sido y es uno de los mayores retos para las ciencias de la vida. Formado por billones de células que establecen conexiones entre ellas mediante un complejo sistema de señales eléctricas y químicas, es el centro en el que se recibe y se integra toda la información que nos llega del medio ambiente por medio de los órganos sensoriales. Controla todos nuestros movimientos y nuestras acciones y es el sitio en el que se integran funciones como la memoria, los sentimientos y las emociones. Es lo que a través de miles de años en el proceso evolutivo nos hace humanos.
Hay un enorme misterio en espera de ser develado. La iniciativa va a cambiar eso dando a los científicos las herramientas necesarias para obtener una imagen dinámica del cerebro en acción y entender mejor cómo pensamos, cómo recordamos y cómo aprendemos
, dijo Obama. Lo expresado por el presidente de Estados Unidos es muy significativo, pues implica que las motivaciones del proyecto incluyen el avance general del conocimiento acerca del cerebro, lo que es un reconocimiento a la investigación básica orientada a la comprensión de las funciones del sistema nervioso.
También se refirió a las posibles aplicaciones en el campo de la salud, pues en Estados Unidos el tratamiento de las patologías del sistema nervioso representan un gasto de 500 mil millones de dólares al año. Obama imaginó a un amputado tocando el piano o lanzando una pelota de béisbol, personas recuperándose de una lesión traumática o de apoplejía, el autismo o la enfermedad de Alzheimer.
Es importante señalar que se trata de una iniciativa gubernamental en la que los fondos básicos provienen de agencias del propio gobierno, como el área de investigación avanzada del Departamento de Defensa, los Institutos Nacionales de Salud y la Fundación Nacional de Ciencia, que en conjunto aportarán inicialmente 100 millones de dólares, aunque el proyecto tendrá un costo de miles de millones de dólares durante más de una década. Por eso en algunos círculos se ha comparado a esta iniciativa para indagar las funciones del cerebro, con la búsqueda de Estados Unidos por poner a un hombre en la Luna.
Además de las fuentes gubernamentales de recursos, la Casa Blanca señaló que se buscará colaborar con fundaciones privadas, como el Instituto Allen para las Ciencias del Cerebro, el Instituto Médico Howard Hughes, la Fundación Kavli y el Instituto Salk, los cuales han comprometido ya aportaciones anuales superiores a los 100 millones de dólares. Lo anterior es interesante, pues muestra un esquema de cooperación para un megaproyecto entre instituciones públicas y privadas bajo la dirección de un gobierno.
El anuncio se produjo unos días antes de que se publicara en la revista Nature el trabajo de un grupo científico de la Universidad Stanford, encabezado por Kwanghun Chung en el que se muestra por primera vez una técnica que permite hacer transparentes diversas zonas del cerebro para el estudio de la estructura y funciones moleculares de ese órgano. El método, denominado Clarity, es una muestra de la revolución que ya está en marcha.
Afortunadamente, contamos en México con instituciones y grupos científicos del más alto nivel en el área de las neurociencias (de los más productivos en el país) y puedo asegurar, que gracias a ellos, nuestro país podrá estar al tanto en tiempo real de los progresos que se vayan produciendo en programas como Brain y otras iniciativas a escala mundial… Pero no basta con ser espectadores.
Tenemos la tradición, científicos de reconocido prestigio, contamos con las bases para un auténtico despegue en esta área, pero hacen falta las decisiones, los apoyos económicos. Es necesario multiplicar los esfuerzos para formar recursos humanos en los principales centros mundiales, y ser partícipes de la revolución que se avecina en este campo del conocimiento, para no lamentarnos luego de que éste ha sido otro tren que se nos fue.