Ahora las miradas se dirigen a las fuerzas armadas y el papel que jugarán a partir de ya
Lunes 15 de abril de 2013, p. 3
Caracas, 15 de abril.
Final electoral de infarto. El chavismo sin Chávez ganó, pero quedó severamente tocado, cimbrándose sobre sus cimientos. Nicolás Maduro llega a la presidencia de Venezuela con uno por ciento de ventaja sobre su rival Henrique Capriles, a quien apenas le sacó 235 mil votos de ventaja.
Media hora después de las palabras de Maduro, el candidato opositor compareció ante la prensa para anunciar que no aceptaba los resultados difundidos por el Consejo Nacional Electoral, al que advirtió que la paz del país, su futuro, está en que se conozca la verdad.
Pese a no reconocer el resultado, Capriles omitió anunciar sus planes, pero sí exigió el conteo voto por voto, algo que Maduro, previamente, ya había propuesto. Tal vez por nervios propios del momento, o porque no consultó con sus asesores, Maduro puso de ejemplo de civilidad las elecciones en las que en México un candidato ganó la Presidencia con 0.50 por ciento sobre su rival
. En una de esas Capriles le toma la palabra.
El resultado llevó al chavismo a la unidad de terapia intensiva, pero el presidente electo tranquilizó a sus seguidores desde el Balcón del Pueblo, en el Palacio de Miraflores, asegurándoles que la oposición no tenía cómo dar otro golpe de Estado.
Algo falló en la maquinaria electoral que armó Chávez a lo largo de 14 años. Para empezar, los cálculos de Maduro, que pasaban por lograr 10 millones de votos, quedaron en agua de borrajas.
El tiempo dirá si Maduro es capaz de mantener unido el movimiento chavista o si, por el contrario, su escuálida victoria desata las apetencias de poder de los barones del Partido Socialista Unificado de Venezuela. En tres años se celebrará un referendo revocatorio. Si la oposición es inteligente, algo que está por verse, le apostará al desgaste político de Maduro, que deberá enfrentar una complicada situación económica y una crisis de seguridad que, además, no tuvo empacho en reconocer durante la campaña.
En este delicado cuadro político social, con una Venezuela claramente partida en dos, las miradas se dirigen hacia el conjunto de las fuerzas armadas y el papel que jugarán a partir de ya.
De hecho, poco antes de que el Consejo Nacional Electoral anunciara el triunfo del hijo de Chávez
, corrió el rumor de que ambos habrían sido llamados por el alto mando de las fuerzas armadas a fin de atemperar los caldeados ánimos. Fuentes cercanas al presidente electo, que tomará posesión el 19 de abril, aseguraron que sí hubo encuentro, pero sólo con Capriles.
Sea como fuere, los resultados dan a Maduro un estrecho margen de maniobra de cara a la sociedad. Deberá andar con pies de plomo, porque si el estado emocional causado por la muerte de Chávez no galvanizó a quienes se pretendía, los votos conseguidos por Capriles significan una clara advertencia. Maduro no dispondrá de un cheque en blanco.
Promesa de campaña
El lado bueno de la victoria es que el futuro presidente deberá cumplir pronto con una de sus promesas de campaña más celebradas por sus huestes: tendrá que casarse con su compañera de vida, Cilia Flores –mujer clave en el entramado chapista–, pero no será llamada primera dama
, sino la primera combatiente
.
Anécdotas aparte, justo cuando se cumplen 11 años del regreso al poder del presidente Chávez, una vez las masas y los militares leales neutralizaron el golpe de Estado que duró tres días, Maduro, el hombre que fue operario de metrobús en Caracas y que antes de ser canciller y presidente encargado fue escolta de Chávez, tiene ante sí un país dividido y enconado.
Fue la cuarta elección presidencial ganada por el chavismo en 14 años y la decimoctava en ese periodo contando referendos y comicios presidenciales, estatales, parlamentarias y municipales. Del total, el chavismo perdió una: el referendo constitucional de 2007, con diferencia de 100 mil votos. Chávez aguantó el chaparrón y aceptó la derrota sin vacilar.
Los candidatos votaron en sus respectivos colegios electorales con escasa diferencia de tiempo, entre una a dos de la tarde. Primero fue Capriles en el municipio caraqueño que gobernó, Baruta. No se mostró muy seguro de su triunfo porque llamaba una y otra vez a sus seguidores para que fueran en avalancha
a las urnas. Unos pocos periodistas lo esperaban a su salida. El candidato basó su estrategia en un voto gota a gota en la mañana, para que sufragaran las personas de la tercera edad, y en la tarde llamó a votar en avalancha
, centrando su llamado en los estudiantes.
Maduro votó en medio de una nube de periodistas en la alcaldía de Sucre, bastión del chavismo, como la mayoría de los barrios ubicados en los cerros caraqueños. En otro barrio bravo se ubica el Cuartel de la Montaña, donde reposan los restos de Chávez, ubicado en el combativo 23 de Enero, parroquia donde siempre votaba el comandante supremo
, como se refieren a él sus fieles, comenzando por su elegido. Ahí se dirigió Maduro después de votar: ahí se concentrará el mando político hasta que se conozcan los resultados
, anunció el hombre que en la década de los ochenta estudió un año en la Escuela Nacional de Cuadros Juan Antonio Mella, en Cuba.
Al filo de las 6 de la tarde, coincidiendo con el cierre de los colegios electorales, las televisoras estatales mostraron la imagen de Maduro, junto con su compañera, al pie del mausoleo de Chávez. El nuevo presidente posó sus manos sobre el mármol, inclinó la cabeza y se puso a hablar mientras en el cintillo de la pantalla chica se leía: Misión cumplida
.
Todo en el marco de un domingo electoral que más bien parecía un día de campo por lo tersa que transcurrió la jornada. Unos pocos incidentes que a duras penas fueron esbozados por Capriles en su comparecencia de prensa casi a pie de urna. Acompañado de su madre, este abogado que para la burguesía criolla es el soltero más codiciado de Venezuela
puede presumir de haber derrotado en contienda electoral a dos pesos pesados del chavismo: Diosdado Cabello, actual presidente de la Asamblea Nacional, y a Elías Jaua, canciller. El domingo estuvo a medio paso de derrotar al delfín de Chávez, el comandante supremo
.
Dato curioso, Maduro y Capriles comparten pasado: sus padres, ya fallecidos, fueron emigrantes judíos sefardíes que llegaron a Venezuela procedentes de la vecina Curazao. Ahí acaban las coincidencias porque lo demás es una relación belicosa, cargada de invectivas que van y vienen sin cesar.
Parece evidente que si el chavismo no emprende una profunda y severa revisión de lo hecho, las próximas elecciones podrían servir para escribir su epitafio.