u ¡Basta ya! llegó con un tren, que los ayudó a inventarse y a caminar con los nuevos vientos que corren por el mundo, los vientos de revolución.
Val de Susa es un pequeño valle de belleza impresionante, en el norte de Italia, en el cual viven unas 80 mil personas. Son campesinos, profesores, trabajadores de pequeñas industrias, empleados de comercios pequeños y servicios turísticos y personas que viajan diariamente a Turín para trabajar. Están en 37 comunas, la unidad básica de administración municipal. Algunos son descendientes de familias asentadas por siglos en este valle, pero la mayoría llegó después de la Segunda Guerra.
No surgieron de la nada. Me tocó llegar el día de un concurrido evento: la conmemoración anual de la lucha armada contra el fascismo. Las luchas actuales, se dijo ahí, son siempre una batalla de la memoria contra el olvido, particularmente cuando allá arriba quieren suprimir el pasado para repetirlo. Recuerdan con orgullo a los trabajadores que se negaron a producir partes de armas en una pequeña fábrica del valle. Recuerdan con pesar sus fracasos: no pudieron impedir la línea de alta tensión ni la autopista, contra la cual lucharon por más de 20 años. Es que nunca prendió
, me dicen; fue una lucha elitista en que unos cuantos hablaban de daños al ambiente. Y nada más.
En una reunión sobre la autopista, en 1989, Claudio supo del proyecto de un tren de alta velocidad que cruzaría los Alpes y el valle y circuló rápidamente la información. De una manera que nadie podría explicar, el movimiento empezó.
Hay momentos claves que todos identifican. Por ejemplo, el 6, 7 y 8 de diciembre de 2005, cuando la policía agredió a un grupo de manifestantes pacíficos y en unas horas bloquearon por completo el valle: la gente salió a cerrar carreteras, la vía del tren, todo, hasta que liberaron a sus compañeros.
Alberto, Leonora, Claudio, Sandra, Nicoletta, Bruno… Hay nombres de algunas personas que quizá son más visibles que otras. Pero no hay héroes ni líderes. Es la gente, los hombres y las mujeres ordinarios, que se plantaron radicalmente ante el poder y en el camino inventaron al sujeto social que comienza en todas partes a formar una nueva sociedad.
El Comité del Hábitat fue durante mucho tiempo un núcleo de información y gestiones. Pero se han multiplicado los comités, que se pueden formar en cualquier momento por iniciativas diversas. Periódicamente realizan asambleas comunales, enteramente abiertas, en que todas y todos pueden participar. De vez en cuando organizan una asamblea de todo el valle. Abierta. Sin controles. Sin votaciones. Basada siempre en la búsqueda cuidadosa del consenso.
El NO TAV
, no al tren de alta velocidad, es sólo el símbolo generalizado de una lucha muy compleja. Se rechaza mucho más que el tren. Se quiere detener la locomotora enloquecida del progreso científico-tecnológico
, de la velocidad, de las obras inútiles, del autoritarismo. Se quiere salir del lodo social y político en el cual, como en México, no es posible distinguir el mundo del crimen del mundo de las instituciones. Todo mundo sabe de los intereses de la mafia involucrados en el proyecto y cómo los miles de toneladas de cemento de la autopista sirvieron para lavado de dinero…
Me llevaron a un presidio y me mostraron varios. Con ese nombre peculiar designan ciertos puestos de control
de la sociedad civil. Son pequeñas construcciones en que se instalan a observar lo que pasa –por ejemplo con las máquinas para la obra protegidas por la base militar. O bien se asientan ahí algunos para empezar a vivir de otra manera, más allá del individuo y la mercancía, y mostrar el sentido de la lucha.
Se olfatea zapatismo en todo el valle. Aquí manda el pueblo y el gobierno obedece
, hizo grafitear un síndico en toda su comuna. Se extiende la afirmación de dignidad. Se cuida la red de relaciones, la fiera autonomía, la solidaridad, la interacción social. En Túnez, en el Foro Social Mundial, se acaban de unir a la Red Europea contra las Obras Inútiles. Aunque el rechazo radical a estas obras es motor de movimientos bien localizados, en Val de Susa saben bien que la lucha no es por los metros que se expropiarían para el tren o por los daños al ambiente. La defensa del territorio es un acto de soberanía popular en que se defiende mucho más que la tierra. Y la resistencia, que dura ya un cuarto de siglo, se asienta claramente en el intento de crear una nueva sociedad. En una revolución.