Opinión
Ver día anteriorLunes 15 de abril de 2013Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Desde el otro Lado

Paradoja

L

o dicho, el Presidente Obama quedó entre dos aguas con su propuesta de presupuesto. En su intento por llegar a un acuerdo con los conservadores, propuso una disminución en las partidas destinadas al pago del seguro social y al de los servicios de salud conocidos como Medicare que subsidia a los adultos mayores de 65 años. Casi de inmediato, congresistas liberales consideraron tal propuesta como un atentado en contra de los programas diseñados por Roosevelt y Johnson para la protección social de quienes más necesitan el apoyo del Estado. Por su lado, los conservadores más acérrimos expresaron su desacuerdo, porque la propuesta no era lo suficientemente austera para recortar el déficit fiscal. No fueron muchos los que se sumaron al presupuesto diseñado por Obama. Entre los moderados de uno y otro partidos, el apoyo fue tibio y con reservas.

Una conclusión que se deriva de estos desacuerdos crónicos es la imposibilidad de una solución de largo plazo a un problema que yace en la base del sistema. Hay una contradicción inherente entre los propósitos de una economía que descansa en el libre mercado más salvaje que la historia de EU haya conocido, y la necesidad de acotarlo como un remedio para darle un cariz más civilizado. Esto es lo que Obama ha intentado durante más de cuatro años.

Cualquiera se da cuenta de que la discusión inventada por el ala más radicalmente conservadora del partido republicano sobre el socialismo de Obama es un espantajo que sólo asusta a los ignorantes. En todo caso, la discusión debiera ser si éste será capaz de dar un respiro al sistema, en esta fase de su salvajismo, sin cambiar las bases de su diseño. Por lo visto no ha sido, y parece que no será posible hacerlo.

El liberalismo a ultranza de una sociedad como la estadunidense ha sido capaz de elevar el nivel de vida sobre el de muchas otras sociedades. El problema es que esa capacidad se ha erosionado aceleradamente en cuatro décadas, y no se ve cómo pueda detenerse ese proceso. La cruel paradoja del sistema es que mientras se castiga el presupuesto de apoyo a los más necesitados para compensar el déficit fiscal, las ganancias y la acumulación de riqueza de unos cuantos es la más alta y desproporcionada en la historia del país. La señora Thatcher, curiosamente redescubierta ahora que murió, y Reagan, arquitectos de esta criatura, se sonrojarían ante tal desproporción.