Desde torres de huacales, locatarios y público presenciaron los combates
Luis Zaragoza quiere ser profesional; debo perder el miedo escénico
Domingo 14 de abril de 2013, p. a14
Gaudencio Tapia nunca ha visto una pelea de boxeo. Ni en vivo ni por televisión. Ha escuchado el nombre de Saúl Canelo Álvarez y de Juan Manuel Márquez, pero no sabe nada de sus estilos.
Sin embargo, eso no le importa porque este sábado estaba emocionado. Montado en una torre de huacales vio por primera vez un combate sobre el cuadrilátero, en la zona de descarga de la Central de Abasto, conocida como la subasta, donde todos los días camiones atiborrados de verduras improvisan un mercado bursátil de comestibles.
La rampa de descarga es una especie de grada donde los diableros, cargadores y encargados de bodega alientan y escupen burlas a los contendientes sobre la lona, en el primer torneo de boxeo amateur de la Central de Abastos. Todos los participantes trabajan en el centro de distribución más importante del mundo, informa Julio Serna Chávez, director del lugar, y da una cifra escalofriante: 350 mil personas acuden diariamente al mercadeo.
Este torneo es porque el boxeo es el deporte natural en la Central de Abasto, porque es de gente guerrera y disciplinada. Esperamos que de este certamen, que concluirá en diciembre, salga un campeón del mundo
, dice con entusiasmo Serna.
La disciplina que exige el boxeo es incomparable con el esfuerzo del trabajo en la Central, refiere Gaudencio, quien todos los días empieza su jornada de diablero a la una de la madrugada. La gente de ahí labora por las noches y descansa una cuantas horas durante el día; no hay días de descanso.
Está duro aguantar los trancazos en el cuadrilátero, pero aquí en la chamba está más canijo
, agrega, y precisa que para realizar su trabajo debe rentar un diablito por 20 pesos al día.
Un día muy malo gané 50 pesos, menos lo de la renta. Es bien difícil ganarse la vida en esto
, explica.
Sobre la lona hay combates entregados, muy pocos tienen aspiraciones de convertirse en profesionales. Pelean porque les gusta el boxeo y porque la idea de hacer un torneo entre la gente del abasto les resultó atractiva.
Gilberto Ponce no es ingenuo y acepta que ni la edad, 28 años, ni su técnica limitada le permitirían soñar con el profesionalismo. Perdió la pelea. Tiene algunos vestigios del combate: el pómulo y nariz hinchados, la piel del rostro irritada por los guantes del adversario.
La verdad es que mi trabajo no me permite dormir lo necesario y apenas puedo entrenar en las tardes
, dice Ponce, quien cada madrugada llega a la subasta para descargar y comprar verduras que distribuye durante el día. Perdió pero no está triste. Pelear ante la gente de la Central le provoca emoción.
El torneo está organizado por eliminatorias, las cuales se llevarán a cabo durante todo el año hasta diciembre, con un campeón en cada división. La idea de este proyecto es que esos ganadores sigan con sus carreras deportivas apoyados por el Consejo Mundial de Boxeo.
Algunos peleadores ya gozan de cierta fama entre los trabajadores de la Central. El Ocho, Luis Zaragoza, tiene prestigio en esta competencia. Cuenta con un historial breve como amateur, lo reconoce, pero ha trabajado como espárring de Juan Manuel Márquez y eso le hace pensar que ser profesional no es un sueño descabellado.
Entrena con su tío, el legendario Daniel Zaragoza, quien lo vigila desde lejos y trabaja para que pueda sobreponerse a su principal rival: el miedo escénico.
No sé por qué, pero cuando estoy ante el público como que me freno, meto mis combinaciones de golpes, pero luego no sigo. Tal vez porque se me impone el evento, o yo qué sé
, dice con una mueca.
Al final todos parecen felices. Ganadores, perdedores y el público que improvisó huacales y diablitos como butacas, porque tienen una función con un cuadrilátero de verdad.
Al terminar se van con prisa, porque hay que descansar para volver a la una de la madrugada y empezar la función de la gente del abasto.