Sin los aportes de la teología de la liberación no se entiende lo que pasa hoy en el Vaticano
Sábado 6 de abril de 2013, p. 40
Fray Gonzalo Ituarte Verduzco, provincial de la orden de los dominicos en México, asegura que sin los aportes de la teología de la liberación que se perfiló en los años 60 y 70 –la era de los obispos rojos
y la persecución contra el clero progresista en América Latina– no se puede entender lo que está pasando hoy en el Vaticano; no se puede entender al papa Francisco
, aunque el prelado argentino proceda de una corriente de pensamiento conservador. Lo afirma desde una trayectoria de casi tres décadas de construcción de una teología diferente, al lado de don Samuel Ruiz; desde un ejercicio clerical que en no pocas ocasiones confrontó al equipo de la diócesis de San Cristóbal de las Casas con el Vaticano.
Ex vicario de la diócesis que transformó el perfil de Chiapas el siglo pasado, partícipe de las fallidas negociaciones de paz entre el gobierno federal y el Ejército Zapatista de Liberación Nacional en San Andrés Larráinzar y párroco de Ocosingo, en el epicentro del conflicto, Ituarte Verduzco le da el beneficio de la duda al arzobispo de Buenos Aires Jorge Mario Bergoglio, hoy ungido como jefe de la Iglesia católica, ante las denuncias expresadas por su complicidad o silencio frente al terrorismo de Estado que ejerció la dictadura militar argentina.
–Sí, le doy el beneficio de la duda, porque me lo doy a mí mismo. Yo viví una evolución, viniendo de una familia tradicional católica, con una visión muy conservadora como estudiante en la Universidad Iberoamericana. Y porque al igual que muchísimas personas en países donde ha habido dictaduras, los clérigos tuvieron diferentes capacidades y lucidez en relación con el Estado y el contexto. El hecho de que el papa Francisco no fuera un militante opositor a la dictadura no lo hace necesariamente cómplice activo. Las personas van cambiando, van tomando conciencia. Bergoglio fue institucional y tuvo el papel difícil, con la obligación de proteger a la Compañía de Jesús y a la gente con la que trabajaba.
En los años 90, Ituarte vivió bajo los reflectores de los medios, con frecuencia como portavoz del obispado, como correo de las denuncias y llamados de atención de las comunidades de su diócesis, desde antes del levantamiento zapatista hasta el fallido diálogo de San Andrés (1995-1996). Fue secretario de la Comisión Nacional de Intermediación (Conai) y le tocó, en la víspera de la masacre de Acteal, advertir a los oídos sordos del gobierno de Chiapas la tragedia que se avecinaba (22 diciembre 1997). Desde 2005, cuando fue electo provincial de su congregación, la de los Predicadores, desapareció del escenario público. Hoy retorna a la palestra y, en entrevista, expresa optimismo frente al cambio en la cúpula vaticana.
El papa Francisco, visto desde la Iglesia rebelde
–Un papa jesuita, latinoamericano, que opta por el nombre de Francisco como una señal para poner en el centro la visión de los pobres, ¿cómo se ve esto desde la franja de religiosos que, como ustedes, vivieron la ruta de la opción por los pobres?
–Por el instinto de esperanza que hay en el cristianismo encontramos señales muy positivas. No queremos ser ingenuos, porque una estructura como la de la Iglesia, con sus más de mil millones de afiliados y con todos los factores que inciden en ella, no cambia tan rápido y radicalmente. Una persona, aunque tenga una formación conservadora desde el punto de vista doctrinal, pero con una apertura y una práctica social como la del arzobispo de Buenos Aires, sí genera una posibilidad diferente. Esperemos que lo logre, con consistencia, con perseverancia, con espíritu y solidaridad.
–¿Qué elementos, más allá de la imagen y los gestos, le parecen esperanzadores en el papa Francisco?
–Desde hace 200 años no había habido un papa que hubiera optado por el sacerdocio no en una diócesis sino en una congregación religiosa. Además, la orden de los jesuitas tiene la lógica de la vida comunitaria, cercana a la realidad.
–¿Qué puede ser distinto, por haber sido un cardenal no diocesano?
–Hay más sentido de itinerancia, de cambio, de avance, de reconocimiento a la pluralidad, una visión de Iglesia más amplia, porque los sacerdotes en las congregaciones tenemos más libertad y movilidad al pertenecer a comunidades, no tener propiedades, aunque a veces hacemos trampa. Pero básicamente hacemos voto de pobreza para no estar amarrados a nuestros bienes, a nuestro territorio.
–Con el nuevo papado, ¿qué va a pasar con la teología de la liberación?
–El debate sobre la teología de la liberación pasa a un segundo plano, porque ésta también evoluciona. La teología de la liberación, como nosotros la vivimos, tomó el paradigma de la lucha de clases, la lucha por la igualdad y la justicia como tema central. No va a volver a haber una Iglesia como la de don Samuel; eso ya pasó. Hoy hay una teología contextual con una perspectiva de diferentes ambientes y espacios. Por ejemplo, la teología feminista, teologías desde las culturas y realidades africanas, latinoamericanas, indias. La lucha de clases ya no está en el centro.
Pero sin la teología de la liberación no se puede entender lo que hoy pasa en el Vaticano, no se puede entender al papa actual. Aun con la incomprensión que sí existió, la Iglesia fue tocada por esa etapa, se enriqueció enormemente.
Sin embargo, la teología sigue evolucionando. Por ejemplo, hoy hay una nueva valoración de las culturas, que ha permitido que evolucione la teología india. Es profundamente revolucionario que desde los pueblos de Centroamérica y México, básicamente la cultura maya, se desarrolle teología desde sus culturas, no desde la ideología occidental; que sean teólogos indígenas los que estén escribiendo esta historia. Es algo muy nuevo, que se sale de los paradigmas occidentales. La fe se visualiza desde la cosmovisión india, con sus mitos, ritos y tradiciones. Y siguen apareciendo dimensiones que no van a llevar el nombre de teología de la liberación, pero que vienen de ahí y son profundamente liberadoras.
–¿Dónde, concretamente, se está generando esto?
–Chiapas, definitivamente, Guatemala, El Salvador, Yucatán. Se reúnen sistemáticamente, se hace una revisión de la propia tradición, del antiguo testamento maya contrastado con la tradición occidental y van viendo las diferentes dimensiones. Eso les da una reafirmación para dialogar como iguales. Y la perspectiva de la mujer. Hay teólogas muy lúcidas que van abriendo caminos de liberación. Y la teología de la migración. La Biblia es el libro de las migraciones, es fruto de muchas culturas que interactúan y se enriquecen.
Salvar una enorme distancia
–Las comunidades eclesiales de base, los teólogos de la liberación, religiosos y religiosas que militaron en la opción por los pobres siempre remaron contracorriente de las ideas dominantes en Roma. La distancia ha sido abismal, ¿cómo puede salvarse ahora?
–Es difícil para una persona que vive en un mundo intelectual, institucional, tan lejano a la realidad de los pobres de América Latina, como lo son las altas esferas en Roma, entender lo que se estaba gestando y desarrollando allá abajo. El problema es que la iglesia transfirió tanto poder al papado que debilitó el liderazgo de la iglesia social, las diócesis, a los pastores locales.
–¿Hay señales claras de que esto de lo que está hablando –Biblia, teología liberadora o como se denomine en futuro, compromiso– le interesa al nuevo papa o habrá que hacérselo notar?
–El hecho de que haya estado en cercanía con los pobres me hace esperar de que sí está en su horizonte. Argentina, con sus crisis, con las luchas recientes, incluso la confrontación que él ha tenido con el actual gobierno, indica que estos temas sí están presentes y tendrá que asumirlo. Y nosotros tendremos que ayudarlo.