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El chavismo busca hacer de estos comicios un referendo sobre la continuidad de su proyecto

Intenta la oposición apropiarse del mito Chávez y enfrentarlo a Nicolás Maduro

Organiza la operación mediática Juan José Rendón, especialista en campañas negativas y guerra sucia

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Expresiones de apoyo a Nicolás Maduro, ayer en la ciudad de Barinas, donde se efectuó la juramentación de su comité de campañaFoto Xinhua
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Periódico La Jornada
Domingo 31 de marzo de 2013, p. 16

Caracas, 30 de marzo.

Nevado husmea los pies de los visitantes del Cuartel de la Montaña. Su cuerpo está cubierto con un chaleco con la imagen de una bandera venezolana y un rótulo: Guardia Nacional Bolivariana CR-5. Un elemento del Comando Regional número 5 lo cuida.

Nevado es un perro blanco de manchas cafés, de raza macuchíes, originaria de Venezuela, que el 15 de marzo acompañó, durante más de 12 kilómetros, el cortejo que trasladó los restos de Hugo Chávez desde los Próceres hasta el Cuartel de la Montaña. La milicia lo adoptó y desde entonces lo cuida.

Nevado fue así nombrado en honor al can que siguió a Simón Bolívar a través de varios países durante la guerra de Independencia de la corona española, que murió atravesado por una lanza en la Batalla de Carabobo, en la que se abrieron las puertas de la independencia a Venezuela.

En el Cuartel de la Montaña, al lado de Nevado, acompañado por una hilera de banderas latinoamericanas, se encuentra el féretro del comandante, con una flor de los cuatro elementos, diseñada por el artista venezolano Fruto Vivas, que le sirve de base y una escolta que hace guardia. A su lado, hay una sobria capilla con dos imágenes de Chávez sonriendo, las palmas del Domingo de Ramos, un Cristo y una Virgen de la Rosa Mística.

El Cuartel de la Montaña, donde estuvo la Academia Militar de Venezuela, tuvo especial importancia para Hugo Chávez. Desde allí dirigió el intento de levantamiento cívico militar el 4 de febrero de 1992, y desde allí asumió la responsabilidad de su fracaso.

Culto laico

El cuartel se ha convertido en uno de los destinos más visitados de Caracas. Cada día miles de personas hacen largas colas para despedir al comandante. Le rezan, le llevan flores y velas, le lloran.

Las procesiones al Museo Histórico de la Revolución son parte del inicio de un culto laico al mandatario, que comenzó el mismo día de su muerte, cuando el cielo de Caracas se pintó de rojo. Fuera de las iglesias y calles han comenzado a venderse estampas y bustos suyos.

Celosa de la competencia, pero prudente ante el dolor de los fieles, la jerarquía religiosa llamó a no confundir lo humano con lo divino. El pasado Miércoles Santo, el cardenal Jorge Urosa Sabino advirtió en su sermón: La religión católica no es guiada por un ser humano cualquiera o líder, sino por Jesús. No se trata de ningún líder social ni líder político ni artista, se trata del mismo Dios hecho hombre. Nuestra santa religión está basada en Jesucristo, en Dios, y no podemos rebajarlo a la condición de una persona humana cualquiera. Para que no quedara duda, remató: No se puede igualar a Jesucristo con ningún gobernante ni persona por más amor que se le profese, por lo que hay que rechazar cualquier nivelación de Jesucristo con personalidades humanas.

La fuerza del mito es tan grande que ni siquiera la oposición que lo maldijo durante más de 14 años puede escapar de la seducción del comandante después de muerto. Un país que, como ha dicho el escritor Luis Britto, volvió sus ojos hacia los ídolos privados y tuvo en campeones de boxeo, misses, beisbolistas, motociclistas e ídolos de la canción a los venezolanos con mayor fama nacional e internacional, en lugar de libertadores y filósofos de la educación que fueron su sello en el pasado, encontró con Hugo Chávez un nuevo lugar en el mundo. Con él se recuperó no sólo el petróleo y la soberanía nacional, sino el aparato consagrador de mitos.

Así lo reconoció Guillermo Aveledo, coordinador del bloque opositor Mesa de la Unidad Democrática. “Nuestro candidato, Henrique Capriles –di­jo– ya no tendrá como adversario a un mito político como Chávez. Se trata de una relación entre iguales.”

Como parte de esta operación de disputa por el legado del fundador de la quinta República, Capriles, el candidato opositor que fue derrotado por Chávez en las elecciones de octubre pasado por más de 11 puntos de diferencia, que ahora busca enfrentarse en las urnas al heredero del fallecido presidente, declaró, a pesar de que una y otra vez lo vilipendió y ofendió en vida: Fuimos ad­versarios, nunca enemigos. Lo cierto es que a pesar de ser su acérrimo enemigo, Capriles había tratado ya de apropiarse de buena parte del discurso de Chávez cuando éste todavía estaba al frente del Estado. A pesar de ser el candidato de la derecha, durante 2012 habló, por ejemplo, de socialismo y de continuar los programas sociales conocidos como Misiones (institucionalizándolas y dándoles una buena administración).

Pero no se crea que el reconocimiento opositor de la herencia del comandante proviene de una genuina aceptación de su trascendencia histórica, o de que no hay muerto malo, o de un tardío arrepentimiento. No, sus intereses son estrictamente electorales. Lo que está en marcha, por más descabellado que parezca, es una enorme operación político mediática para apropiarse del mito Chávez y enfrentarlo a Nicolás Maduro.

Ejemplo de ello es lo que el artículista opositor Andrés F. Schmucke G. escribió en El Universal: Valga aquí la confesión, debo decir que extraño a Chávez, y creo que la mayoría de la oposición también lo extraña. Chávez era un tipo con una personalidad magnética, cantaba, bailaba, echaba cuentos, le decía a su esposa que le iba a dar lo suyo e impulsaba a las mujeres embarazadas a darle la teta a sus muchachos... Todo lo contrario a Nicolás Maduro.

El mimetismo de la oposición con el follaje chavista, o más bien, el intento por despojarlo de sus símbolos, la ha llevado a nombrar a su comando de campaña como Simón Bolívar, el prócer patrio inspirador de Chávez, y a dar el banderazo de salida de su cruzada por el voto en el estado de Barinas, donde nació el comandante. Inventen lo que inventen, no podrán detener el huracán bolivariano en Sabaneta, cuna de Chávez, y luego en ciudad de Barinas, respondió el ministro de Comunicación, Ernesto Villegas.

El anuncio de que Capriles arrancará su gira electoral en la ciudad natal de Chávez y su pretensión de presentarlo como el hombre de los cubanos en Venezuela, sentó mal a su sucesor. “Viene aquí –dijo hoy en Barinas durante la juramentación de su comité de campaña– a generar violencia, es un muchacho caprichoso, un burguesito caprichoso, inmaduro”. Añadió: La campaña contra Cuba es igualita a la campaña que se hacía contra los judíos en la Alemania de Hitler... Los herederos de Hitler dirigen una campaña en Venezuela contra el pueblo de Cuba.

Según denunció el mismo Villegas, el responsable de esta es­trategia es un viejo conocido de los políticos mexicanos y del PRI: Juan José Rendón. Publicista y sicólogo, venezolano, vestido siempre de negro, experto en distorsionar la realidad, asegura que su vocación es hacer presidentes. Especialista en campañas negativas y guerra sucia, colaboró en la segunda elección de Carlos Andrés Pérez. Ahora, regresa a su país después de una larga ausencia, después de que en 2004 dirigió fallidamente el referendo revocatorio que buscó destituir a Chávez. Al perder, organizó una ruidosa ofensiva publicitaria que denunció fraude, a pesar de que el ex presidente estadunidense Jimmy Carter avaló la justeza y transparencia del comicio.

La influencia de J. J. Rendón ha causado cambios notables en Capriles. El candidato opositor se ha vuelto mucho más agresivo y frontal. Además de tratar de apropiarse de la simbología chavista, externa dudas sobre las fechas y las circunstancias de la muerte de Chávez (lo que hirió profundamente la sensibilidad de los familiares y los dolientes del mandatario), cuestiona el uso de su imagen y el manejo político de su funeral. Quiere fijar la agenda, llevar la iniciativa y mo­vilizar a unos seguidores desinflados por dos sonoras derrotas en menos de seis meses. Presenta su lucha como una cruzada, se envuelve en la bandera nacional y e insulta a Maduro llamándolo toripollo, esto es, alguien con cuerpo de toro y mente de pollo, una persona grande, robusta pero con su comportamiento inmaduro.

Capriles necesita desesperadamente persuadir a sus simpatizantes de que tienen que salir a votar y que el rival que está enfrente de ellos es Nicolás Maduro y no el comandante. Es una cuestión de vida o muerte política. Si no lo hace, su futuro político tiene los días contados. Por eso, sus publicistas, a pesar de lo que marcan las encuestas, tratan de convencer a sus simpatizantes de que si logran reproducir lo sucedido el pasado 7 de octubre, y van 7 millones de personas a votar, pueden ganar las elecciones del 14 de abril, pues, históricamente, el chavismo siempre disminuyó su votación cuando el fallecido mandatario no compitió en los comicios.

Capriles, asesorado por Rendón, quiere enfilar las baterías no contra el difunto presidente, sino en contra del candidato. Por eso, una y otra vez, dispara: No te escondas, no te disfraces, Nicolás. No es Chávez, eres tú.

Por el contrario, la intención del chavismo es hacer de estos comicios un referendo sobre la continuidad de su proyecto y el legado de su líder. Así, Maduro responde a Capriles, ante las carcajadas de sus seguidores, que el pelucón (en alusión al gusto de la aristocracia conservadora por las pelucas) está obsesionado con él.

La presencia de Rendón en la campaña de Capriles anuncia que cualquier cosa puede pasar durante y después de la contienda electoral. La posibilidad de que la oposición se retire antes del 14 de abril o que denuncie fraude y desconozca los resultados después de los comicios no es algo improbable. Ya lo hizo en 2004. Nada garantiza que no lo repita en 2013.