arece que la tercera será la vencida y que en esta ocasión sí existe la posibilidad real de una reforma al sistema migratorio estadunidense. La información disponible es que hay por lo menos dos versiones de la reforma cuyas diferencias no son insalvables. De concretarse, sería la primera gran negociación entre demócratas y republicanos en este segundo periodo de Barack Obama en la presidencia de Estados Unidos.
Para ser más precisos, sería la primera reforma de fondo en la que hay consenso entre ambos partidos en más de cuatro años. No lo hubo en la reforma al sistema de salud, tampoco en la del sistema financiero y mucho menos en las negociaciones sobre el presupuesto y la reducción de la deuda. Si bien el partido republicano no tiene ninguna intención para otorgarle a Obama la mínima oportunidad de avanzar en su agenda, la decisión que en esta ocasión más conviene a sus intereses es acordar con él y los demócratas la reforma migratoria.
Tal decisión no es gratuita, es el resultado de que más de 15 por ciento de los votos que Barack Obama recibió en la elección fueron de todos aquellos que simpatizan o tienen alguna relación con los indocumentados que provienen de Asia y principalmente de Latinoamérica. Los republicanos están preocupados por la creciente preferencia que esos sectores de la población han demostrado por el Partido Demócrata, y por ello su consentimiento con la reforma migratoria.
Como siempre en una negociación como ésta, el diablo está en los detalles y la reforma está llena de ellos. Por ejemplo, quienes nunca han querido una reforma que haga justicia a los indocumentados, se han escudado en la porosidad de la frontera como excusa para oponerse a ella. En el repertorio de actores que han demostrado una mayor aversión hacia los indocumentados están la señora Jan Brewer, gobernadora del estado fronterizo de Arizona, y su brazo armado, el inefable sheriff Joe Arpaio. Ambos se han negado a aceptar cualquier dictado de la Casa Blanca en el sentido de dar un trato más digno a los indocumentados. Su pretexto es que el gobierno federal no ha cumplido con cerrar
el paso de migrantes por la frontera.
A contracorriente de tal afirmación, la semana pasada apareció un reportaje en el New York Times en el que se da cuenta de que el número de quienes cruzan sin documentos en la frontera de Arizona con México se ha reducido en 78 por ciento. De 600 mil aprehensiones en 2005 pasaron a 170 mil en el año pasado. El actual comisionado de la patrulla fronteriza declaró que en 30 años nunca había visto una actividad tan baja en esa zona. Está claro que los 18 mil agentes fronterizos, y los miles de millones de dólares en equipo y tecnología con el que se les ha dotado, han tenido un efecto en esa reducción. Por ello, esta vez será difícil que personajes como Jan Brewer, Joe Arpaio y el coro de xenófobos que los acompañan se opongan a la reforma con base en la porosidad fronteriza. Ya se verá qué excusa inventan ahora.