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Felipe Garrido
Renuncias
Hubo, hijo mío, en otro tiempo, en otras tierras, un príncipe de no me acuerdo cuál Iglesia que, por razones que nunca fueron claras, renunció a su jerarquía. Y algunos lo denostaron por otros motivos, pero también por su renuncia, y otros lo pusieron por los cuernos de la luna y proclamaron que rechazar los palacios y armiños y dignidades y poderes y riquezas por los que tan gallardamente había en el pasado competido con sus pares y de los cuales había gozado algún tiempo, lo elevaba al círculo de los santos. Pero yo te digo, hijo mío, que los santos verdaderos nunca se han rebajado a competir por los honores mundanos ni han vestido jamás joyas ni han permitido que las multitudes los veneren ni se han atrevido a bendecir a nadie ni mucho menos a salir en la televisión. A ésos, que son los santos verdaderos, no los conocemos, nunca los hemos visto, no sabremos cómo se llamaron jamás.
(De Las historias de san Barlaán para el príncipe Josafat.) |