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Chiapas Palabras que bajan del Tacaná: Tianguis El Huacalero Valentina Vaca López, Rosa Elba Hernández Cruz. El Colegio de la Frontera Sur En todas las comunidades aledañas a la reserva de la biósfera del Volcán Tacaná, en el Soconusco, existe un hermoso paisaje; olores matutinos de hierba mojada y tortillas recién hechas, y cantos de gallos, gallinas y patos que también se levantan temprano, pero sobre todo hay risas de niños que corren y juegan en las casas antes de ir a la escuela. Sin embargo, observamos también que en la vida de cada una (o) de estos campesinos hay dificultad para tener comida en la mesa, conseguir educación para sus hijos y contar con servicios de salud que aseguren calidad de vida a la familia. Tener ingresos para comprar lo más básico no es nada fácil. ¿Qué voces hay detrás de las mesas de quienes ofrecen los productos en el Tianguis de Productos Naturales y Orgánicos El Huacalero? Para responder, nos gustaría compartir la palabra de algunas productoras del Tianguis, donde cada una lo toma como una segunda familia, un espacio donde académicos y consumidores llegamos a formar lazos de amistad. Hoy, más que un medio de ganar dinero, el Tianguis es una forma de ser, sentir, ser tomada (o) en cuenta y ayudar más en casa. Compartamos pues la voz que va del “no se puede” al “ya estamos trabajando”. En principio la motivación de las productoras fue vender, pero también existía interés de aprender y trabajar. El proyecto significó un reto para todos, y ha dejado diferentes enseñanzas: “Yo de por sí me gustó vender de chiquita (...) Fui y me gustó, porque convive uno con otras personas, y por estar en el tianguis nos dieron los talleres, donde convive uno más con la gente, ya aprende uno más, va uno despertándose más, porque cuando uno está aquí la verdad uno no sabe nada, pero ya estando ahí ya va uno aprendiendo otras cosas y así, y siempre iba yo a los talleres” (Productora, Benito Juárez, 20/11/12). Todas (os) han participado en procesos de capacitación, como es el caso del diplomado de fortalecimiento y alternativas productivas sustentables para el desarrollo comunitario, donde el conocimiento local y el conocimiento técnico se combinan, dando paso a cambios productivos. “A partir de que fuimos a los talleres aprendimos (...) cómo ir sembrando plantas medicinales o revuelto con la siembra para que no entre la plaga, porque allá en la milpa tenemos lo que es hierbabuena, tomillo, orégano lo tenemos sembrado ya en el terreno, epazote (...) a hacer el abono orgánico, y las gallinas, pero lo que pasa es que no nos alcanza el recurso para hacer un buen gallinero, si tuviéramos dinero, qué tiempo lo hubiéramos hecho (...) pero como los chamacos estudian (...) Cómo tratar a las personas, o cómo vamos a hablar, que ambos nos vamos ayudando, toda la familia con todos los hijos para colaborar en la cocina (...) que no debemos usar mucho el aluminio, las ollas de aluminio, pero casi nosotros siempre utilizamos más el de barro (...) también el recoger el plástico, que no se tire, no se queme, separamos la basura” (Productora, Benito Juárez, 13/11/12). En cinco años de trabajo del Tianguis, los logros podrían parecer pocos, pero dentro de los hogares de algunas productoras se observan de manera constante estos escenarios: “Ahora sí que ellos están contentos también porque yo voy, y ya regreso y les digo: saben que mis hijitos ya esto gané, o esto vendí y ya traigo el dinero, pues ya ellos se contentan, pues ya les traigo su yogur y su bolsa de fruta, de manzanas, porque la manzana no lo podemos tener acá. (...) Entonces ya es una ayuda más para mi esposo también para pagar las cooperaciones que acá están estudiando pues hay muchas cooperaciones y ya tenemos con qué pagarlas” (Productora, Alpujarras, 26/10/12). “Mi esposo dice: qué bueno que empezaste a vender, si no, hoy no sufrimos, este año no sufrimos como hemos sufrido otros años. Luego yo veo que mis hermanos les da gusto de saber, ¿qué llevaste ayer a vender?, pues fíjate que ya no llevé lo mismo (...) pues fíjate que llevé tal cosa, ¿y lo vendiste?, sí, todo se vendió, gracias a Dios. (..) Yo de mi mismo producto he vivido, de lo que he sacado he pasado mi día, yo le digo a mis cuñadas: ¡sigamos!, ¡pero siembren! (...) Mi esposo, él casi no se dedica a sembrar, pero cuando ya me ve haciendo, él va y me apoya, es más, es de la decisión de cosechar y no de sembrar, y yo no, yo le insisto que vamos a hacer esto o vamos a hacer el otro” (Productora, Alpujarras, 30/10/12). La experiencia ha dado frutos, esperamos que el Tianguis se consolide cuando se dispongan los productos de la canasta básica, y los ingresos sean más sólidos para cada una de las familias que participan arduamente. Pero ¿qué pasa con las demás familias agricultoras de México? ¿Existe un camino para reactivar la economía del campo? Ésta es la mirada de un productor: “Las dependencias primero que se pusieran en lugar del productor, o sea las necesidades que hay y transmitírselas al gobierno, aunque muchas lo han hecho, pero el gobierno también tiene que entender que la situación de acá (...) Son gente que no se dan cuenta de cómo vive el productor a veces, se necesita de eso, y ambos serían, las dependencias y el gobierno (...) este apoyo debería de ser con un acercamiento al productor directo, y decir, si tienes una necesidad, yo te ayudo, no te voy a ayudar con dinero, pero te voy a ayudar con un material” (Productor, El Águila, 30/11/12).
Jalisco Ezequiel Macías: de la agricultura convencional a la agroecología Círculo de Producción y Consumo Responsables, Guadalajara, Jalisco Ezequiel Macías es agricultor orgánico. Siembra maíz, frijol y calabaza, y su historia es la de muchos campesinos del país que han transitado de la agricultura convencional, sustentada en plaguicidas y fertilizantes químicos, a la agricultura orgánica. Dicho proceso no es nada fácil, pero este productor ha sabido recorrer un camino lleno de altibajos. Sus abuelos practicaron durante toda su vida la agricultura natural. Tenían de todo: calabaza, maíz, fríjol, carne y animales en abundancia. Según recuerda Ezequiel, a la edad de seis o siete años fue cuando comenzó el cambio hacia lo que ahora llamamos la “agricultura convencional”, lo cual poco a poco llevó a desarticular el equilibrio natural en el campo. La tierra se hizo adicta a las sustancias químicas, y los agricultores, por facilidad, se dejaron llevar. Después de todo, lo que se trataba de impulsar era “tecnología y progreso”. Poco a poco, los insumos necesarios para la producción agrícola aumentaron costos; disminuyó la presencia de especies vegetales y animales en la parcela; se contaminaron los cuerpos de agua. Con todo esto, se generó así una escasez de ciertos productos y empezaba la decadencia del campo. Durante los años 90s, comenzó el caos y la desintegración del núcleo familiar. Algunos hermanos de Ezequiel buscaron salir de México para intentar subsistir de una u otra manera. Así como sus abuelos y padres, Ezequiel nunca dejó de trabajar la tierra; sin embargo, lo hacía con los insumos químicos que trajo la Revolución Verde. Los ingresos generados a partir de su labor agrícola eran escasos, por lo cual Ezequiel buscó alternativas para poder quedarse en su lugar de origen, la ex Hacienda de Zapotlanejo, en el municipio de Juanacatlán, Jalisco. Es por ello que se preparó y estudió: “Nací en el surco y como debía estudiar, estudié en el Conalep: técnico en máquinas de combustión interna, con especialidad en hidráulica”, menciona el productor. Casado y con dos hijos, Ezequiel buscó generar un ingreso que pudiera satisfacer las necesidades de su familia y que la agricultura convencional por sí sola no le podía brindar. Fue así que decidió tomar un empleo en una empresa automotriz ubicada en el complejo industrial de El Salto, Jalisco. “En la empresa aprendí mucho: que a los dueños no les importaba el desperdicio de las materias primas y mucho menos los obreros: se iba uno y querían entrar diez”, afirma Ezequiel. Fue alrededor de 1989 cuando llegó el punto de quiebre para el productor. Por un lado, una prolongada sequía tuvo un efecto contundente en la producción de su parcela, que de por sí ya había sido literalmente asesinada a puñaladas de plaguicidas y fertilizantes químicos. Al mismo tiempo, Ezequiel decidió retirarse de la empresa en la que trabajó varios años de su vida y que no lo valoraba como persona. “Cuando renuncié, mi jefe me dijo: ‘¿A dónde vas? ¿Vas a otra empresa? ¿Vienes por tu carta de recomendación?’. Le contesté: ‘La carta no la necesito. Los huizaches, mezquites y aradores no saben de cartas”, comparte el productor.
Fue entonces cuando Ezequiel Macías emprendió una profunda reflexión que cambió su vida para siempre. “Más que estudiar, había que recordar. ¿Dónde chingados me equivoqué? Nomás había que acordarse de los ciclos de las estrellas, la luna y las nubes”, menciona el productor. Así, emprendió el camino, en ese entonces de manera solitaria, hacía la agricultura orgánica. Sustituyó los químicos por la composta y las lombrices. También decidió sustituir las variedades híbridas de maíz por el maíz criollo, sembrado por comunidades locales o por comunidades indígenas de otras regiones de México. Después de “hacer tierra” había que “hacer comunidad”. Para ello, Ezequiel se vinculó con el Colectivo Ecologista Jalisco, AC y comenzó a dar talleres sobre los riesgos que existen al trabajar y manipular agroquímicos, y a proponer y buscar alternativas y técnicas más naturales para incorporar a la parcela. Asimismo, a iniciativa de la organización civil, surgió la idea de crear espacios de comercialización para pequeños productores alternativos y orgánicos. Así nació el proyecto de la Ecotienda (www.ecotienda.com.mx) y el Tianguis del Círculo de Producción y Consumo Responsable (www.circulodeproduccion.org) primer tianguis de su tipo en el país. Los inicios del Círculo fueron difíciles. Al comienzo no había ni producción ni demanda de productos orgánicos. El Círculo se formó solamente con dos productores, uno de ellos Ezequiel. Los consumidores eran escasos, pero poco a poco la conciencia de un consumo responsable hizo crecer la demanda de productos orgánicos y que fueran amables con el medio ambiente. En la actualidad el Círculo cuenta con 14 miembros y una amplia oferta de productos que van desde tortillas y lechugas, hasta goma de mascar producida por comunidades mayas con técnicas ancestrales. Ezequiel es el líder moral de dicho espacio de comercialización desde hace más de 15 años. Hoy día Ezequiel, además de producir tortillas de maíz con nopal, linaza y cilantro, ofrece talleres de capacitación a distintos productores que desean incursionar en la agricultura orgánica. También es miembro de la Red de Alternativas Sustentables Agropecuarias (RASA), lo cual le permite intervenir en distintos encuentros campesinos, y ha participado de manera activa en la creación del Mercado Agroecológico El Jilote. Asimismo, continúa su colaboración con la Ecotienda, el Círculo de Producción y el Colectivo Ecologista Jalisco. Por si fuera poco, Ezequiel Macías es autor de La cosecha de la esperanza, manual realizado con el apoyo de la Fundación Produce Jalisco.
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