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La dimensión de género en los mercados orgánicos Alma Angélica Fuertes Jara En 2009 la coordinación de la Red Mexicana de Mercados Orgánicos impulsó el desarrollo de un diagnóstico sobre la dimensión de género en la organización de los mercados. Con este fin, durante abril y mayo de ese año se realizaron tres talleres y una serie de entrevistas en los mercados de La Estación y Xochimilco, de Oaxaca, Oaxaca, y dos del Mercado Coatl, de Coatepec, Veracruz. Este diagnóstico apuntaba a un doble propósito: analizar críticamente las relaciones de género que se viven en los mercados y reconocer factores –asociados a las dimensiones de género– que influyeron en “historias de éxito” de productoras participantes en mercados orgánicos. El primer propósito se siguió en la celebración de tres talleres participativos con duración de ocho horas cada uno y el segundo con entrevistas abiertas semi dirigidas a seis productoras. Los talleres se orientaron a la revisión de los mensajes sobre lo que significa ser hombre y mujer que justifican relaciones no equitativas o –en su contradicción con las relaciones vividas– generan dolor o carecen de sentido. (Tales mensajes se recuperan mediante técnicas de introspección y se promueve una discusión colectiva sobre cómo influyen en nuestras actuales percepciones y relaciones cotidianas.) Las mujeres estuvieron más dispuestas a hablar de sí mismas y los hombres realizaron ejercicios más abstractos. Por ello, y porque la mayoría de las participantes fueron mujeres, hubo más materiales para discutir sobre la feminidad. Como resultado de los talleres, en Oaxaca no surgieron fuertes críticas a las relaciones intragenéricas, pues en la práctica hombres y mujeres estaban satisfechos con una forma relativamente tradicional de organizar el trabajo. En el mercado de Coatepec, se habló de la necesidad de cambiar las formas de ejercicio del liderazgo y fortalecer la participación de las mujeres en espacios de planeación y conducción. Asimismo se hizo evidente que se requiere una actividad más profunda de sensibilización para remover los estereotipos de género y las prácticas de dominación, que son parte de la problemática interna del mercado. Un tema presente en todos los casos es la sobrecarga de trabajo de las vendedoras, pues son responsables de varias tareas en sus vidas cotidianas además del mercado, tareas que asumen solas por lo que están cansadas y estresadas, a veces incluso enfermas. Se propuso que el mercado estimule la participación de parejas, hijas, hijos y otros familiares. Ello, entendiendo que las estructuras familiares son diversas y que en ellas se dirime la distribución de las tareas, pero intentando educar y educarse en la corresponsabilidad y la solidaridad. Asimismo, la presencia de los niños y las niñas en el mercado es actualmente asumida como un problema de sus madres que los llevan. Sin embargo se discutió y afirmó que es un derecho de madres y padres el convivir con sus hijos e hijas mientras trabajan, al menos en estos espacios que intentan ser alternativos. Por esta razón debe contarse en los mercados con espacios amables para el cuidado y esparcimiento de los hijos mientras los adultos trabajan. Se habló de que lo sustentable es que sean espacios familiares en donde se asume el bienestar de los y las niñas como un interés colectivo.
La idea planteada en dos mercados fue que tal enfoque familiar fuera propuesto y ofrecido también a las personas que compran, invitándoles a que asistan al mercado en familia, ofreciendo actividades recreativas para todos y todas, ya que los mercados son también espacios de convivencia, intercambio y aprendizaje. Las entrevistas fueron un ejercicio profundo y conmovedor, cuya riqueza no es posible expresar en este espacio. Sin embargo, es claro que en ellas se dio cuenta de historias en las que –con muy diversos contextos– se mezclan factores de educación, personalidad, formas diversas de apoyo familiar y oportunidades emergentes (crédito, ventas, capacitaciones, etcétera) que permitieron a las mujeres crecer en sus actividades productivas y comerciales. Pero las mismas tensiones que salieron a la luz en los talleres, tales como los arreglos de género que penalizan la iniciativa femenina para emprender proyectos personales y las sobrecargas de trabajo de las mujeres en edad reproductiva, fueron obstáculos que estas mujeres exitosas debieron sortear con dosis importantes de perseverancia y valentía. Tras el ejercicio de diagnóstico, una conclusión de quienes participamos en él es que esta perspectiva es capaz de aportar visiones nuevas a la comprensión de los problemas habituales de los mercados; sin embargo, debe fortalecerse la capacitación y sensibilización para rendir mejores frutos. La comprensión crítica sobre el género y el ejercicio de formas de igualdad puede fortalecer los valores agregados de los productos ofertados y mejorar las formas de justicia en el comercio.
Fernando Bejarano Ir al tianguis orgánico de Chapingo es una experiencia placentera, no sólo por la satisfacción que da saber que con lo mucho o poco que compremos se está apoyando a productores locales y organizaciones que no usan agrotóxicos –con lo cual como consumidores evitamos un riesgo a la salud–, sino porque el mercado local es un espacio de diálogo y encuentro entre productores y consumidores; un lugar donde se intercambian no sólo mercancías, sino también abrazos e información, del cómo se elabora el producto que compramos, las recetas para comer y curarnos, y donde siempre encontramos alguna novedad por las frutas y hortalizas de la temporada, distintos preparados de pavo, y por el café, atole, tamal de mole o de hongos, quesadillas, conejo, queso u otro tentempié que podamos comer en el lugar. Comer y comprar se vuelve en este contexto un acto cultural más que un acto mercantil; valoramos de otro modo lo que se nos ofrece en el tianguis orgánico porque sabemos del trabajo familiar y colectivo que hay detrás de cada producto; y porque nuestra elección de compra es también una elección política, es un voto económico con el que podemos decidir a quién queremos apoyar y qué riesgos evitar para proteger nuestra salud y la naturaleza. Ello, en contrapartida a la agricultura industrial contaminante donde la oferta de alimentos está dominada por la especulación financiera y las cadenas trasnacionales de distribución. En la Red de Acción sobre Plaguicidas y Alternativas en México (RAPAM) nos dedicamos a dar información crítica sobre las sustancias químicas que se usan para el control de plagas, llámense insecticidas, herbicidas o fungicidas. No para que estos agrotóxicos se usen “de manera adecuada”, como recomienda la industria de los plaguicidas químicos y la normativa vigente, de modo que sigamos aceptándolos como algo inevitable y “normal”; nuestra finalidad es que se dejen de usar cada vez más con el apoyo de políticas públicas que promuevan alternativas agroecológicas al control de plagas. Nos interesa promover la reforma del régimen regulatorio dominante para que se prevengan los riesgos a la salud y el ambiente, más que apostar a pretendidos controles que en la realidad no funcionan y que benefician más a los que lucran con el uso de las sustancias químicas tóxicas. Queremos una agricultura y ganadería sin venenos para beneficio de los consumidores y productores. Los agrotóxicos pueden dañar la salud humana y animal no sólo por una intoxicación inmediata sino a largo plazo, en pequeñas dosis, provocando cáncer, daños reproductivos, alteraciones hormonales, además de afectar a peces y matar a insectos benéficos y polinizadores como las abejas. Es así que en RAPAM estamos en campaña para informar qué son los plaguicidas altamente peligrosos, qué criterios los definen y cuáles se usan en México, incluso los que están prohibidos en otros países. Ahora exigimos que la Comisión Federal de Protección contra Riesgos Sanitarios (Cofepris) cancele el registro del insecticida endosulfán, como lo han hecho ya más de 90 países, y cumpla así con el compromiso gubernamental de su eliminación mundial establecido por el Convenio de Estocolmo sobre Contaminantes Orgánicos Persistentes. Las alternativas para dejar de usar agrotóxicos existen. Por ejemplo, en nuestra publicación Enemigos naturales de las plagas agrícolas del maíz y otros cultivos, escrita por el doctor Fernando Bahena, del Instituto Nacional de Investigaciones Forestales Agrícolas y Pecuarias (INIFAP), podemos conocer en detalle a 20 insectos benéficos, tanto aquellos que se alimentan de otros insectos en el caso de los depredadores, o que ponen sus huevecillos en el cuerpo de insectos plaga en el caso de los parasitoides, que son nativos en las parcelas campesinas de México y Mesoamérica. El conocimiento de estos diminutos y coloridos insectos benéficos, de sus hábitos y ciclo de vida es un saber a potenciar en los productores locales, en lugar del uso de los plaguicidas químicos que matan a estos aliados naturales.
Otro ejemplo de alternativas a los plaguicidas químicos lo tenemos en los dos tomos de Plantas contra plagas, elaborados por el doctor Cesáreo Rodríguez, del Colegio de Postgraduados, en coedición con RAPAM, donde se dan a conocer las propiedades y prácticas de control de insectos y hongos usando plantas como el ajo, tabaco, chile, epazote y hierba de la cucaracha, que han sido validadas por la práctica campesina y la experimentación científica. Además de tener un uso culinario, muchas de estas plantas son consideradas “malezas” indeseables, como la higuerilla, cuando pueden ser –con la dosis y el manejo adecuado– un recurso útil y económico para elaborar insumos alternativos transitorios en estrategias de control agroecológico de plagas. Quisiéramos que hubiera más tianguis orgánicos en todas las ciudades y municipios pero para ello debemos pasar de ser consumidores pasivos a consumidores conscientes y ciudadanos organizados que exigen una política que apoye la soberanía alimentaria.
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