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Tianguis orgánicos: espacios de vinculación campo-ciudad
Giselle Buchán Kuri La distancia que en las décadas recientes se ha creado entre las realidades del campo y la ciudad ha generado un abismo cultural, educativo, económico, social, político, organizacional y hasta ambiental. En las ciudades se ha perdido el conocimiento tradicional de nuestra vinculación como seres vivos con la tierra; la procedencia de los alimentos es desconocida, así como los tiempos de desarrollo de las especies que nos alimentan, sus requerimientos, el trabajo que implica y la estacionalidad que va entre la siembra y la cosecha. El campesino desconoce estas carencias que existen en las ciudades; creen que allí toda la gente sabe diferenciar las verduras que crecen sobre el suelo de las que lo hacen debajo del suelo, que las semillas de cada cultivo son distintas y que saben distinguir una hierba silvestre de una medicinal. El consumidor cree que todos los campesinos reciben el dinero que merecen por su trabajo, y compra diez kilos de zanahoria en 15 pesos creyendo que es una gran oferta, sin imaginar que es al productor a quien se perjudica con un precio tan bajo. Hasta que un día se pregunta el porqué de la pobreza en el campo. El productor, al momento de enfrentarse a la comercialización de sus productos, se encuentra con intermediarios que ofrecen precios extremadamente bajos por la compra de sus cultivos, y en ocasiones prefiere regalarlos o dejar que se pudran en el campo. Cuando el productor desea comercializar directamente en tiendas especializadas o al consumidor es problemático introducirse al mercado, ya que debe contar con certificaciones o requerimientos específicos que impiden la venta artesanal; si su producción es orgánica, debe vender al mismo precio que la producción convencional, y en general, si no cuenta con certificado, no podrá venderla como orgánica. Los tianguis y mercados orgánicos resuelven la necesidad del pequeño productor de introducirse al mercado local y regional y de obtener un precio justo por sus productos y su trabajo de todo el ciclo de cultivo. Además, dan la oportunidad de rescatar la herencia ancestral que ha existido en los tianguis de Mesoamérica, donde se vive una mezcla de las tradiciones mercantiles entre los pueblos y ciudades. En los tianguis orgánicos se vive un intercambio cultural, en donde participan actores de comunidades indígenas, campesinas y ciudades; conviven personas de todas edades e intereses; se recrean las relaciones entre productores y consumidores; se comunican sus problemas y dificultades, sus conocimientos y saberes, sus gustos y preferencias. Entre consumidores crean amistad, comparten recetas, hablan de salud y bienestar. Entre productores surge la posibilidad de intercambiar experiencias sobre lo que enfrentan en el campo, la forma de controlar plagas, la mejora de sus productos y hacen trueque de semillas y plantas. Para el consumidor, el tianguis orgánico es un espacio donde encuentra alimentos frescos y limpios; conoce los procesos productivos; tiene acceso a semillas y plantas, y tiene la oportunidad de participar en el proceso de Certificación Participativa, en donde conoce a las personas que siembran, cultivan y hacen posible el alimentarse sanamente. Además vuelve a la tierra, conoce los procesos productivos y valora el trabajo que el productor realiza. Por medio de la Certificación Participativa, se crean lazos de confianza en donde el productor sabe que la alimentación de la familia del consumidor depende de que sus métodos de producción sean honestos y transparentes, de su ética y del abasto del producto. En los tianguis y mercados orgánicos existe una gran diversidad de especies que no se encuentran en los supermercados; el consumidor tiene acceso a introducir más productos a su alimentación; conoce especies que desconocía; comprende que es importante consumir los frutos de cada estación; se relaciona de manera distinta con insectos pues comprende que su presencia algunas veces es parte de ser orgánico; valora desde otro punto la calidad de las verduras: en lugar de buscar la perfección en la forma, valora el sabor, la frescura y los nutrientes que encuentra pues los ve reflejados en su salud. Para muchos consumidores, el tianguis es un refugio para personas con alimentación especial como celiacos, vegetarianos, diabéticos, alérgicos a ciertos alimentos y con afecciones del sistema nervioso o inmunológico, ya que es un privilegio encontrar alimentos limpios y con ingredientes naturales. En el caso del productor, el tianguis orgánico le da la oportunidad de mantener sus sistemas productivos y hacerlos sustentables a lo largo del tiempo, ya que logra, en el mejor de los casos, cubrir y recuperar sus costos de producción y continuar su vida en el campo. El consumidor comprende que está pagando un precio justo ya que el costo del producto sostiene los costos de producción de cada alimento; que al apoyar con su consumo impulsa la economía local, regional y familiar dando oportunidad al productor de quedarse en su tierra, trabajarla y vivir de ella, evitando la emigración y la pérdida de la diversidad de especies y de cultura en el campo. El tianguis orgánico, además de acercar al productor y al consumidor, vincula a diversas organizaciones ambientalistas y sociales; participan empresas, universidades, estudiantes, investigadores, profesionistas, tiendas y en algunos casos instituciones de gobierno, y consolida la unión social y de intereses, resultando ser un espacio de intercambio de ideas. El tianguis orgánico trasciende como un espacio de rescate del valor cultural y culinario que tiene nuestro país y fortalece las relaciones que nos hacen vivir como una sociedad con una gran riqueza ancestral. El tianguis orgánico promueve un estilo de vida que lleva a la sustentabilidad, y que desarrolla la clara conciencia de que nos necesitamos unos a otros para hacer crecer las economías locales de México y que requerimos generar acciones basadas en el consumo responsable, en la protección del ambiente y la responsabilidad con la salud humana.
El porqué de la certificación participativa Rita Schwentesius Rindermann, Laura Gómez Tovar, Manuel Ángel Gómez Cruz y Erin Nelson IISEHMER, CIIDRI, Universidad Autónoma Chapingo [email protected] En los años 80s empezó a crecer rápidamente el mercado orgánico a escala mundial. México ha sido parte de este proceso, en primer lugar como exportador de productos (en particular el café, y más recientemente aguacate y cítricos). Gracias a ello, la rama de orgánicos es una de las más dinámicas del sector agrícola. A pesar de que sólo 15 por ciento de la producción orgánica se destina al mercado interno, éste también se ha fortalecido desde la última década del siglo XX. Quizás el actor más importante en el movimiento orgánico local ha sido la Red Mexicana de Tianguis y Mercados Orgánicos (Redac), creada en 2004 con cuatro mercados (Guadalajara, Xalapa, Oaxaca y Chapingo). En 2013, la Red aglutina a 28 mercados consolidados y nueve en construcción, los cuales no son solamente puntos de compra-venta, sino también fomentan la producción y el consumo de productos orgánicos locales, contribuyen al desarrollo económico y bienestar de pequeños productores, y promueven la conciencia hacia el medio ambiente y la salud, entre otras cosas. Dada esta misión amplia, y también el hecho de que la mayoría de los productores de la Red son de muy pequeña escala, se ha buscado una alternativa a la certificación orgánica por agencia de carácter comercial, pues ésta implica altos costos y burocracia, y por tanto es inaccesible para muchos productores. La alternativa que se encontró es la Certificación Participativa o Sistema Participativo de Garantía (SPG). Esta forma de certificación está basada en relaciones de confianza y en la participación activa y colectiva de productores y consumidores; además, minimiza los trámites burocráticos y los costos por la visita en campo (inspección) y se toman decisiones de manera colectiva. Más aún, los actores a nivel local tienen la libertad de adaptar el sistema a su contexto; toda la documentación está disponible al público. Finalmente, el proceso implica aprendizaje por parte de todos los actores involucrados, trabajo voluntario y recursos donados.
El número de mercados orgánicos locales en México está creciendo rápidamente gracias a productores y consumidores comprometidos; sin embargo, cada mercado enfrenta retos significantes, muchos de ellos comunes. Uno de los retos principales es la lucha para conseguir los recursos necesarios para el funcionamiento básico del mercado. Por ejemplo, muchas iniciativas han sufrido por falta de un espacio en donde el mercado se pueda llevar a cabo cada semana. De hecho, en algunos casos han tenido que cerrarse por un tiempo por falta del espacio adecuado. La carencia de financiamiento no sólo dificulta el funcionamiento diario de los mercados orgánicos, sino también impide las posibilidades de ofrecer capacitación y educación sobre la agricultura orgánica, siendo éste uno de los principales temas de interés de la Red. El crecimiento de la Red Mexicana de Tianguis y Mercados Orgánicos demuestra que hay un nivel de interés creciente por parte de productores y consumidores mexicanos con respeto al desarrollo de un sistema agroalimentario más sostenible. Los mercados orgánicos están ampliando el movimiento orgánico en México y a la vez aseguran que no se pierdan las raíces filosóficas y holísticas, bajo un enfoque de sostenibilidad ambiental, económica y social.
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