En esa roja nación de sangre:
Poesía indígena de Estados Unidos

Richard Álvarez: Che-patista, acrílico sobre tela

Janet Mc Adams

En 1969, cuando N. Scott Moday (kiowa) ganó el Premio Pulitzer con su novela Casa hecha de alba/House Made of Dawn, se abrió una nueva era para los escritores indígenas de Estados Unidos. Este periodo ha sido llamado Renacimiento Nativo dado el extraordinario auge —en todos los géneros literarios— del quehacer de los descendientes de nuestros aborígenes. Era un momento significativo para unos pueblos de los que se decía que no estaban totalmente vencidos, aunque sí en vía de desaparición.

La población indígena de Estados Unidos había alcanzado su punto más bajo después de la Primera Guerra Mundial, como consecuencia de la epidemia de gripe de 1918. De acuerdo con datos del censo oficial, los habitantes originarios llegaron a ser entonces aproximadamente doscientos cincuenta mil. Ésta es una cifra en verdad insólita si se compara con la población estimada de estos territorios cuando llegaron los primeros colonizadores europeos: entre doce y quince millones.

Sin embargo, la población aborigen de Estados Unidos no se extinguió ni mucho menos. El siglo xx fue testigo del aumento sostenido de sus números. Los artistas y activistas nativos, conscientes de este renacer, volvieron a organizarse, a escribir y a hacer arte en una magnitud sin procedentes. Con esto se continuó la obra de los movimientos intelectuales de los indígenas del siglo xx. Los poetas, por supuesto, no se quedaron rezagados en su quehacer, enraizado en las tradiciones orales de sus respectivas culturas.

Después de la obra de Momaday apareció un puñado de novelas relevantes e influyentes de escritores nativos: Invierno en la sangre/Winter in the Blood (1974) de James Welch (blackfeet/gros ventre), Ceremonia/Ceremony (1977) de Leslie Marmon Silko (laguna) y Medicina de amor/Love Medicine (1984)  de Louise Erdrich (ojibwe). Estas narraciones fueron elogiadas por su calidad y su alcance literario. Tenían como temas el lugar, la identidad y las secuelas del colonialismo. La respuesta crítica se enfocó particularmente en la imagen del crossblood o mestizo, como símbolo de la relación contradictoria entre tradición y modernidad en las vidas de sus personajes, que eran indígenas contemporáneos.

El Renacimiento Nativo no se agota con el apogeo de la novela; también abarca a la poesía, la cual también llevó a cabo una profunda renovación. No era sólo que los “cuatro grandes” novelistas fueran también poetas, sino que surgieron otros autores como Simon Ortiz (acoma), Maurice Kenny (mohawk), Linda Hogan (chickasaw), Geary Hobson (cherokee/quapaw/chickasaw) y Carroll Arnett (cherokee). La antología de Hobson La tierra rememorada/The Remembered Earth (1979) —que presentó a poetas nativos de todas las regiones de Estados Unidos— incluyó a Hogan, Joy Harjo (muskogee), Luci Tapahonso (diné), Wendy Rose (hopi), Mary Tallmountain (athabaskan), Adrian Louis (pauite) y Ortiz, entre otros.

A pesar de que la mayoría de los escritores nativos estadunidenses de entonces y de ahora se identifican con una cultura o una nación en particular, en esa época se hizo realidad una comunidad de escritores pan-indígena. Emergieron nuevas editoriales con un enfoque en esta escritura, como Strawberry Press, de Kenny, y Greenfield Reviwe Press, de Joseph Bruchac (abenaki). Sobre todo, se consolidó la opción por el inglés como lengua de expresión con un fuerte sentido canibalesco; es decir, el uso del idioma de los colonizadores para la búsqueda de la descolonización.

En 1993, un año después del quinto centenario de la llegada de Colón a un mundo nuevo sólo para él —una ocasión para la celebración en ciertas zonas, y en otras para el duelo, la rabia y el activismo—, se celebró en Norman, Oklahoma, el congreso “Devolver el don”. Fue el mayor encuentro de escritores nativos realizado hasta ese momento y dio vida al Native Writers Circle of the Americas. Por veinte años consecutivos, esta exitosa organización ha conferido a un escritor indígena el Premio al Conjunto de la Obra. Con posterioridad se han desarrollado nuevas promociones de poetas indígenas, quienes han producido muchas de las obras más ricas y vitales de las letras estadounidenses del periodo.


Yrenia D. Cervántez: Mujer de mucha enagua, serigrafía

La antología En esa roja nación de sangre, que trata de ser fiel a esa riqueza, toma su título del poema épico “La historia del rojo”, de Hogan. Este texto es una meditación sobre dicho color, como un trapo de la historia compleja de la “redonda nación de sangre” de un Estados Unidos indígena, de la cultura de los colonos, de toda la humanidad. Aunque resulta imposible delimitar los temas de la poesía nativa, una de sus preocupaciones centrales es la vida después de la catastrófica invasión europea. Resulta muchas veces una poesía testimonial que debate importantes cuestiones sobre tierra y lugar, soberanía e historia.

La tierra y el lugar son entidades complejas para las poetas nativas Deborah Miranda (esselen /chumash) y Kimberly Blaeser (ojibwe). Miranda defiende el erotismo de la tierra misma, tan poderoso que denota el cuerpo como indígena. Blaeser explora la pertenencia a un espacio más allá de lo material, la manera en que la familia constituye ese lugar como tierra. De la misma manera, los paisajes de Cathy Tagnak Rexford (iñupiaq) son testigos de los vínculos profundos entre la identidad y el espacio.

Los escritores nativos estadunidenses no sólo usan la poesía para entender el pasado, sino para reproducir y vivificar la cultura, es decir, para construir futuro. Los cuentos tradicionales se re-escriben en contextos actuales. Se relata la versión indígena de la historia de los colonos, como en “Una especie de martirio: la serie Huronia”, de James Thomas Stevens (mohawk). Una y otra vez, en los poemas de Hogan se vuelve a la narrativa de la creación del Génesis para desafiarla y re-contarla.

Pero la poesía indígena también recurre al humor, particularmente cuando trata de los estereotipos culturales. En “Kemo Sabe”, Diana Glancy (cherokee) subvierte la imagen del indígena estoico. Con  ingenio, Carter Revard (osage) reconsidera las historias del Viejo Mundo con una visión desde el Nuevo Mundo, para trastornar nociones hegemónicas. En “Alicia & el motor que sí pudo”, Tiffany Midge (sioux) confronta, con un tono irónico, la tradición de llamar los modelos de carros con nombres de naciones autóctonas.

La poesía indígena de Estados Unidos tiene una gran ambición y variedad estilística, que va desde el vínculo con formas europeas hasta la lírica directa que domina durante el Renacimiento Nativo, para llegar a la experimentación radical más reciente. Glancy, una escritora innovadora que juega con la dicción, usa el fragmento como una manera de indicar, a la vez, las riquezas y las rupturas del lenguaje. Como ella, Stevens y Orlando White (diné) consideran a la poesía como un terreno para la exploración del lenguaje.

La mayoría de los escritores indígenas estadunidenses cultiva más de un género literario y esto influye en su poesía. El paso de la sangre/Blood Run, de Allison Hedge Coke (hurón/metis/cherokee/creek) es una obra de teatro en verso. Gordon Henry Jr. (ojibwe) persigue el “yo autobiográfico” a través del detrito heurístico de la cultura del siglo xx tardío. Harjo trabaja la frontera entre la lírica y la oración, entre la canción y la historia. La obra de Ortiz se inicia con la épica Desde Sand Creek/From Sand Creek (1981) para llegar a Allá en alguna parte/Out There Somewhere (2002), donde hay un balance entre la lírica personal y las memorias en prosa.

La antología se propone ser una muestra representativa de la vitalidad, la abundancia de temas y la amplia gama formal que ofrece la poesía nativa contemporánea de Estados Unidos. Presenta la obra de los poetas mayores, de los emergentes y de los más jóvenes, así como la proveniente de las distintas regiones del país, tanto en lo geográfico como en lo cultural. Por cada poeta presentado aquí, hay una docena que escoger. Así de prolífico y múltiple es este momento de la poesía indígena estadounidense.

Poesía indígena estadunidense contemporánea. Selección y traducciones de Katherine M. Hadeen y Víctor Rodríguez Núñez, con prólogo de Janet McAdams. La Cabra Ediciones, México, 2011.