Miércoles 27 de febrero de 2013, p. 8
Célebre tanto por sus yerros oratorios como por sus baladronadas y frases incendiarias, Elba Esther Gordillo se anticipó involuntariamente a su arresto hace apenas tres semanas, el día que cumplía 68 años y anticipó su epitafio: “aquí yace una guerrera y como guerrera murió’’. Otra de sus frases lapidarias en ese discurso en el seno de su amada sección 36 en Tlalnepantla fue: “caerá una, dos o tres personas, pero no caerá el SNTE ni perderemos el rumbo del patrimonio nacional que es la educación pública’’.
Fue esa su última aparición en público, aunque también se le había visto a mediados de enero como la principal invitada del gobernador de Puebla, Rafael Moreno Valle, un “elbista’’ consumado.
En octubre de 2012, “la maestra’’ se religió una vez más como líder absoluta del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE) donde, oh paradojas, anunció con bombo y platillo la creación del Comité Nacional de Vigilancia, Transparencia y Rendición de Cuentas.
Dos meses atrás, su innovación numérica de adjudicar el estímulo docente a “dos mil 35 mil mentores’’ en un discurso frente al entonces presidente Felipe Calderón Hinojosa había causado revuelo: mofas y críticas cayeron sobre ella. Porque tampoco nadie ha olvidado hasta hoy, la vez en que rebautizó a la epidemia que paralizó buena parte del país en 2009, como “influencia AHLNL’’.
El 20 de diciembre del año pasado, cuando ya muchos cruzaban apuestas sobre su caída, sobre todo por el nombramiento al frente de la Secretaría de Educación Pública (SEP) de su enemigo político, Emilio Chuayffet, y el evidente distanciamiento de su otrora aliado y consentido Enrique Peña Nieto, ella convocó a una sesión extraordinaria del Consejo Nacional del sindicato y lanzó uno más de sus desafíos:
“Si soy yo la que está estorbando, hagan de mí lo que quieran, pero contra los maestros no. Sólo ellos decidirán si quieren que me quede o me vaya’’.
Diez días antes se había presentado formalmente, en el Museo de Antropología, la reforma constitucional en materia educativa, que obviamente se dirigía a minar su control sobre el magisterio.
“La maestra’’ acusó recibo de ese golpe declarando: “no estamos buscando guerra ni pleito. No estamos en venta, estamos en pie de lucha por las demandas del magisterio’’.
Sin embargo, y seguramente guiada por sus asesores, Elba Esther Gordillo incrementó, a partir de la estrategia del nuevo gobierno sobre la enseñanza, su presencia en medios de comunicación para insistir en que los maestros “somos amigos del presidente Peña Nieto’’ aunque al mismo tiempo amagaba: “el SNTE es garante de estabilidad política’’.
En esas mismas entrevistas, como a lo largo de los 24 años que controló a los maestros del país, de nuevo era víctima de sus vanidad y confesaba su incapacidad para resistirse a su irrefrenable adicción por el lujo en forma de blusas, zapatos, vestidos, joyas, bolsas, buena comida y obras de arte... claro, ahora se documenta también su delirio por acumular bienes raíces.