l primero de febrero un grupo de jóvenes agredió a trabajadores y prendió fuego a la dirección del plantel Naucalpan del Colegio de Ciencias y Humanidades (CCH), ubicado en el estado de México. Días más tarde, otro grupo, o el mismo, causó destrozos en las oficinas generales del CCH, localizadas en Ciudad Universitaria y las mantuvo ocupadas varios días. Los videos, que pueden consultarse en YouTube, muestran un alto grado de violencia y resentimiento. Rostros cubiertos, varas, piedras, gasolina, mesas, sillas, cristales rotos...
¿Cuáles son las causas de esta violencia? La respuesta no es simple. Las imágenes que hemos visto muestran que los jóvenes que participaron en estos hechos son una combinación de rostros que se muestran abiertamente y otros que prefieren el anonimato y que son los que destruyen todo a su paso. ¿Por qué un estudiante de la Universidad Nacional Autónoma de México tendría que cubrirse el rostro? ¿Es acaso la reforma a los planes de estudio de ese bachillerato una causa que justifique los hechos referidos?
Las mesas de diálogo que se han iniciado son el mejor camino para responder a estas preguntas, pues permitirán diferenciar entre las genuinas preocupaciones de los estudiantes del CCH de las de grupos políticos que tienen otros objetivos. Es la mejor manera de inactivarlos.
Todos los universitarios sabemos, porque lo vivimos cotidianamente, que en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) se han enquistado grupos políticos que esperan el momento de actuar, sin importarles incluso destruir a la máxima casa de estudios. Algunos pueden estar guiados por políticos de segundo nivel que utilizan el chantaje para obtener beneficios (como antes lo hacían con los porros); hay otros que tienen el propósito de hacer una revolución en el país, lo cual es absurdo y abusivo, porque sus banderas, que pueden estar justificadas en otros contextos, deberían orientarse a otros escenarios, no a desestabilizar a una institución de educación e investigación que es un espacio para la enseñanza, el aprendizaje y la creación de nuevos conocimientos.
Algunos de estos grupos anulan la rebeldía y las genuinas aspiraciones de los estudiantes, como ocurrió con el movimiento estudiantil de 1999-2000 y como lo han hecho con el #YoSoy 132; entonces, ¿a quién sirven? Fuera máscaras, no se engaña a nadie. Todos sabemos que es así.
De todas formas lo anterior no responde a la pregunta sobre cuáles son las causas de la violencia. El doctor José Narro Robles, rector de la UNAM, ha llamado a actuar con firmeza y prudencia ante el conflicto en el CCH. En su mensaje, se encuentran algunas de las claves que permiten explicar el resentimiento que aparece entre los jóvenes. Estas causas pueden encontrarse en la situación que ha vivido y vive México, con una condición económica desfavorable para las mayorías y la violencia generalizada que constituyen mensajes poco alentadores que provocan el desánimo y convierten a los jóvenes en presa fácil de actitudes como la que hemos presenciado.
El pliego de peticiones de los grupos movilizados en el CCH es poco claro y se modifica constantemente (por ejemplo, es difícil encontrar un listado completo de sus demandas en los medios informativos y aun en los comunicados de la coordinadora estudiantil), pero puede identificarse como uno de los puntos centrales el rechazo a las reformas para la actualización de los planes de estudio.
Respecto de esta reforma, aparecen los lugares comunes que quieren ver en las mismas la privatización de la educación y la conjura del Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional, etcétera. Ha sido la UNAM, encabezada por su rector, la que ha rechazado en todo momento y en distintos foros la idea de considerar a la educación una mercancía y ha defendido el modelo de la educación superior pública, laica y gratuita. Las reformas en el CCH deben contar con la participación de la comunidad y por ello Narro llamó a abrir los canales de esta participación en la que los estudiantes deben tener una presencia muy importante.
La comunidad universitaria y la sociedad mexicana deben estar muy atentas. Deben identificarse en el actual conflicto en los CCH, las genuinas demandas de los estudiantes que buscan tener participación en la elaboración de sus planes de estudio y mejorar las condiciones en las que realizan sus tareas académicas, de los objetivos de los grupos que a través de la violencia pretenden desestabilizar a la UNAM.