Honorio Robledo elaboró una versión ilustrada para niños de El toro de Zacamandú
Miércoles 20 de febrero de 2013, p. 6
En la hacienda del Horcón salta una vaca ligera que dicen que regala don José Julián Rivera
cuenta a la par del rasguido de la jarana el son de El toro Zacamandú. Tras las notas de este son, el más lucidor, el más difícil y bravío del repertorio jarocho
, vive una leyenda que ha rondado por generaciones el Sotavento, indica Honorio Robledo, quien elaboró una versión en forma de libro ilustrado para el público infantil.
El músico, dibujante y narrador presentó el sábado pasado el volumen, editado por el Instituto Veracruzano de Cultura (Ivec) y el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (CNCA).
Don Julián Rivera, buen mozo, buen jinete, buen versador, único heredero de una famosa hacienda, se ha enamorado en un fandango de una joven como la del verso: alta, bonita y delgada. Los años pasan y pasan, y la esposa de don Julián sigue igual de bella, igual de rozagante. Así le contó a Honorio don José Ángel Gutiérrez, quien a su vez heredó la historia de don Arcadio Hidalgo.
Historias de amor y hechicería, de fandango y baile, de sentarse a escuchar la música de las estrellas, fueron contadas en el Museo de las Culturas Populares. La gitana miró al jaranero: una sola alma basta para controlar al diablo
, fue parte de las leyendas surgidas de viva voz desde el tablado, esta vez no para bailar, sino para conversar.
El patio del museo tuvo una tarde de rayos dorados de sol, como el relato del jaranero que espera junto al acantilado en Montepío que regrese la gitana que le dio la llave de su corazón.
El negro Honorio, un chaneque
El historiador Álvaro Álcantara, uno de los presentadores del libro, señaló que la primera mención de la palabra Zacamandú data de mayo de 1779, cuando el inquisidor de Veracruz, José María Lazo de la Vega tuvo noticia de un baile con ese nombre, muy deshonesto e introducido al puerto de Veracruz por un negro de La Habana que estuvo forzado en el castillo de San Juan de Ulúa.
Lo que nos entrega Honorio es la reapropiación y recreación de una leyenda tradicional
, que consta en una grabación de Arcadio Hidalgo, en la que compartió la historia de don Julián Rivera, quien se había casado con una mujer que se transformaba en vaca y por las noches se iba al puerto de Veracruz.
El negro Honorio es un chaneque
, afirmó, es un pequeño ser que pertenece al monte, es ciertamente uno de los personajes más fantásticos que puedan existir en lo que podríamos denominar la fauna jarocha: lo podrían encontrar metido en la selva Lacandona en un campamento zapatista en 1994, andar en San Francisco y de pronto encontrarlo tocando, estar en el Metro de la ciudad de México y ahí aparece Honorio, lo mismo que en un fandango de La Candelaria, en Tlacotalpan
, dijo sobre el autor e ilustrador de la publicación motivo de la reunión.
Por su parte, José Homero, director de publicaciones del Ivec, expresó que Robledo posee una imaginación pícara, como corresponde a las riberas sotaventinas, donde suele ser indisociable la danza erótica, la danza de las aguas y la danza del ritmo musical
. Ha dedicado su arte, ya sea como narrador, pintor, jaranero y trovador a dar expresión a la magia sotaventina, en el que propone un realismo tropical que retoma las leyendas de esta región, tierra arraigada en una pequeña cosmogonía.
Agregó que en una alusión metonímica, el libro es la recreación de una leyenda del Sotavento, al mismo tiempo es alusiva a uno de los sones más famosos de la tradición de la música jarocha, que es justamente la que le da título.
El Ivec, acotó, tiene una serie de publicaciones dedicadas al rescate de la tradición popular, por ejemplo, una compilación llamada Historia y fandango, de Irene Vázquez Valle. En el caso de la colección infantil, a la que pertenece El toro Zacamandú, la idea es acercar a niños y jóvenes, al ofrecer libros que hablen de la cultura popular de Veracruz.